A
la luz, los secretos de las matanzas de Tamaulipas/Marcela Turati
Publicado en la revista Proceso # 1931, 2 de noviembre de 2013;
Publicado en la revista Proceso # 1931, 2 de noviembre de 2013;
Con
base en la Ley de Libertad de Información de Estados Unidos, la organización
National Security Archive logró desclasificar documentos diplomáticos que
revelan la colusión de funcionarios federales, estatales y municipales –entre
ellos los exgobernadores Manuel Cavazos, Tomás Yarrington y Eugenio Hernández–
con las organizaciones criminales que operan en Tamaulipas. Proceso ofrece una
síntesis de la manera en que Los Zetas cometieron sus tropelías contra cientos
de indocumentados centroamericanos entre 2010 y 2012.
Salieron
en autobuses de pasajeros rumbo a la frontera soñando en su nueva vida, pero
regresaron a bordo de un tráiler con caja refrigerante que los depositó en una
morgue. La mayoría de los 196 cadáveres hallados en abril de 2011 en las fosas
en San Fernando, Tamaulipas, era de migrantes pobres asesinados a golpes; su
vida no valió siquiera una bala. Al gobierno de Tamaulipas le preocupaba que la
mala publicidad espantara el turismo y las inversiones. Alguien ordenó sacar
del estado los cuerpos para tapar el escándalo.
La
información está contenida en la serie de cables desclasificados que
funcionarios estadunidenses enviaron de México a Washington entre 2010 y 2012.
En esos reportes queda claro que el gobierno mexicano estaba al tanto de los
crímenes que cometían Los Zetas en San Fernando desde antes de la masacre de
los 72 migrantes de agosto de 2010 y del hallazgo, al año siguiente, de las
fosas comunes.
Los
informes, obtenidos por la organización National Security Archive (NSA) con
base en la Ley de Libertad de Información de Estados Unidos (FOIA, por sus
siglas en inglés), revelan la colusión de funcionarios municipales, estatales y
federales mexicanos con los criminales (la sospecha incluye a los
exgobernadores Manuel Cavazos Lerma, Tomás Yarrington Ruvalcaba y Eugenio
Hernández Flores); la presencia de kaibiles en la zona y la petición de ayuda a
Washington por parte de la cancillería mexicana para salvar la popularidad de
Felipe Calderón, desplomada por aplicar una estrategia de combate contra las
drogas (cofinanciada por Estados Unidos) que los mexicanos, y los propios
funcionarios estadunidenses, consideraban como generadora de violencia.
Los
reportes diplomáticos –confeccionados por distintas dependencias a partir de
informantes, funcionarios mexicanos, análisis y notas de prensa– muestran que
los cárteles controlaban parte de Tamaulipas, el sufrimiento de la población,
el sometimiento de la prensa y la pantomima de un gobierno que simulaba llevar
las riendas.
El
investigador Michael Evans, del NSA, publicó los primeros documentos en el blog
de la organización para mostrar el intento del Estado mexicano por minimizar su
responsabilidad ante los crímenes. Nuevos cables proporcionados a Proceso
completan la película de horror que vivió Tamaulipas apenas el sexenio pasado.
El
reporte clasificado con los números 20100416 (clave que indica el año, el mes y
el día de ese escrito del 16 de abril de 2010) señala que marzo, con sus 900
homicidios a escala nacional, fue uno de los más sangrientos y que los
funcionarios mexicanos no anticiparon la escalada de violencia cuando el Cártel
de Los Zetas se lanzó a controlar las lucrativas plazas del noreste.
Durante
febrero y marzo el consulado de Matamoros, ciudad fronteriza con Brownsville,
Texas, informó que la ruptura del Cártel del Golfo (CDG) con sus anteriores
aliados provocó que la población fuera castigada sólo por vivir en lugares
controlados por rivales. A cada golpe le seguía una venganza. (20100325)
El
pánico se apoderó de Ciudad Victoria –capital del estado–, Matamoros, Reynosa y
Nuevo Laredo, y los rumores obligaban a cerrar escuelas. Matamoros –preveía el
consulado– podría “ser escena de confrontación en un futuro” por ser cuartel
del CDG y valor estratégico para una futura ofensiva”.
Desde
el 28 de mayo de 2010 uno de esos documentos menciona un enfrentamiento, como
muchos, entre fuerzas federales y sicarios. Su contenido fue casi totalmente
censurado, salvo un dato: de cuatro personas asesinadas y cuatro arrestadas el
día 19 “se pudo determinar que algunos de ellos eran miembros de Los Zetas y
los sujetos de Guatemala eran miembros de las fuerzas especiales de Guatemala
(kaibiles)”, militares conocidos por la extrema crueldad de sus métodos de
sometimiento de la población, entre éstos las decapitaciones.
En
agosto siguiente, un memorándum secreto de la Oficina de Inteligencia e
Investigación del Departamento de Estado mencionaba: “La ofensiva de Calderón
ha ejercido presión sobre los cárteles, pero también ha tenido consecuencias no
previstas: por ejemplo, la remoción de los líderes de las organizaciones del
narcotráfico ha llevado a personas con menos experiencia y disciplina a ocupar
esos vacíos, contribuyendo a un pico en los asesinatos relacionados con las
drogas” (20100800).
Revelaciones
de la masacre
El
22 de agosto de ese mismo año, 75 migrantes de Guatemala, Honduras, Brasil,
Ecuador y un “hindú” que viajaban hacia la frontera en un tráiler de tres
paneles fueron detenidos por un número indeterminado de criminales y
transportados bajo vigilancia a San Fernando.
El
secuestro se habría realizado al norte de un retén fijo de la Secretaría de la
Defensa Nacional (Sedena) sobre la carretera, a través de pequeños caminos
rurales, según el cable enviado desde el consulado de Matamoros, cuatro días
después de la masacre (20100826).
Entre
los cuerpos de 58 hombres y 14 mujeres yacían dos migrantes que por el impacto
perdieron la conciencia, pero despertaron: eran un salvadoreño y un ecuatoriano
de 18 años. Este último relató los hechos anteriores.
Los
sobrevivientes huyeron en distintas direcciones. El ecuatoriano escuchó que al
salvadoreño lo persiguieron unas camionetas, luego disparos, e imaginó que
había sido asesinado. Mientras tanto, buscó auxilio en una casa o intentó
acercarse a los policías locales (el cable destaca que la narración difiere en
este punto), mas no lo ayudaron.
Caminó
durante la noche. En la madrugada del 23 de agosto llegó a un retén de la
Marina, donde dio aviso de lo sucedido. Al intentar ubicar por tierra el lugar
de la masacre los marinos llegaron a un rancho en el que fueron atacados. Tres
marinos y un miembro del cártel fallecieron. Un menor fue aprehendido, y
después el sobreviviente lo identificó como uno de los secuestradores.
El
día 24 a las seis de la tarde la Marina encontró los cuerpos en un rancho
abandonado: los 72 parecían haber sido amontonados contra la pared de la
bodega. “Reportes no confirmados indican que una o más de las mujeres víctimas
estaban embarazadas. Las víctimas fueron encontradas sin ninguna
identificación. Los tres camiones y el equipaje de los migrantes no fueron
recuperados”, se lee en el texto.
En
el comentario final, el diplomático que realizó el reporte señala: “Si el
relato del sobreviviente es preciso, esto representa un nuevo nivel de
violencia de Los Zetas”. Esto porque no parece haber una utilidad de estas
muertes para ellos, ya que no pidieron rescate por sus secuestrados como
acostumbraban.
“Una
teoría planteada por –el nombre de la fuente está borrado– es que como las
ganancias de la introducción ilegal de migrantes a Estados Unidos son
destinadas al Cártel del Golfo, los asesinatos fueron la manera que Los Zetas
encontraron para herir financieramente los intereses de CDG.”
La
siguiente comunicación, del día 27, es un resumen de hechos de los últimos
cuatro días.
En
septiembre, Matamoros y sus alrededores parecen vivir una guerra. El alcalde de
Hidalgo ha sido asesinado; el Ejército y Los Zetas se enfrentan en Ciudad Mier;
tres granadas de fragmentación hieren a 29 civiles en Reynosa. Los ataques
ocurren a tres cuadras de un servicio funerario para los 72 migrantes y cerca
de la morgue donde se depositaron algunos de sus cuerpos.
Más
tarde se registra un ataque contra el hospital de la Marina donde se recuperaba
el ecuatoriano que era el informante.
El
día 2 de ese mes aparece el segundo sobreviviente de la masacre, quien, según
informó el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) a los
estadunidenses, se había desplazado solo a Matamoros y “supuestamente fue
trasladado al DF para declarar” (20100903).
En
tanto, México intentaba limpiar su mala imagen internacional.
Crisis
de los autobuses
l
14 de febrero de 2011 fue el día más violento desde la masacre de agosto del
año anterior: 26 personas son asesinadas. Una granada en un centro comercial de
Matamoros hiere a nueve civiles –según el reporte 20110215– en “un intento de
Los Zetas para calentar la plaza al grupo dominante”.
Comienzan
los hallazgos de autos calcinados en las carreteras, los asesinatos de
pasajeros de autobuses alcanzados por fuegos cruzados y las detenciones masivas
como la ocurrida entre Victoria y Matamoros, donde 23 pasajeros fueron
obligados a bajar y se les despojó de sus pertenencias.
Dos
meses después, en abril, comienzan a descubrirse las llamadas narcofosas.
Primero eran 48 cuerpos, dos de ellos vestidos con uniformes de policía, en la
comunidad de La Joya, cerca de San Fernando. Algunos en avanzado estado de
descomposición, otros fallecidos en un lapso de menos de 10 días.
La
primera información que recibe el consulado de funcionarios mexicanos es que
los cuerpos probablemente son de narcotraficantes, secuestrados o víctimas de
la violencia carretera. El reporte termina con un comentario: “De acuerdo con
fuentes oficiales al menos 224 personas han sido secuestradas de las carreteras
de Tamaulipas en semanas recientes, incluido un grupo obligado a bajar de un
camión interurbano el 23 de marzo” (20110406).
Esa
misma semana ya eran 81 los cadáveres encontrados en 17 sitios. El documento
20110408 revela una historia hasta entonces oculta:
El
19 de marzo miembros del crimen organizado secuestraron a 24 personas de un
autobús público originario de San Luis Potosí que viajaba a Reynosa. El 24 de
marzo secuestraron a 12 personas de un camión originario de Michoacán. También
el 24, plagiaron a los 48 pasajeros de un camión de Guanajuato que iba a
Reynosa. Los tres cerca de San Fernando.
A
partir del 1 de abril, con información de los detenidos y de sus exrehenes, el
Ejército localizó fosas comunes en La Joya, al norte de San Fernando. Primero
eran 11 cadáveres, luego 145.
Desde
el inicio se adjudica la responsabilidad a Los Zetas. “Esto es consistente con
la cobertura de la prensa local, pues los pueblos controlados por Los Zetas no
han tenido cobertura de los hallazgos”, indica el reporte.
En
relación con esos homicidios, 17 de los 25 miembros de la policía de San
Fernando eran detenidos acusados de “proteger” a los perpetradores.
La
búsqueda de fosas es interrumpida el 13 de abril –lo hace notar el
diplomático–, y los funcionarios expresaron su intención de continuarla
después.
Desde
el 6 de abril, cuando se anunció el hallazgo, el Semefo de Matamoros fue
abarrotado por personas que buscaban información sobre familiares
desaparecidos.
Los
hallazgos de San Fernando han atraído a muchos familiares que no habían querido
reportar anteriormente las desapariciones a causa del miedo o por amenazas del
crimen organizado”, indica el reporte que menciona enseguida esa como la excusa
de los funcionarios estatales para su inacción, “la falta de denuncias normales
antes del descubrimiento de las fosas impidió a la procuraduría estatal
investigar los problemas que eran sospechados en el área de San Fernando”.
Resalta
otro dato: “Ninguna de las compañías de autobuses ha presentado una queja
formal sobre los ataques de los miembros del crimen organizado sobre los
autobuses o sobre pasajeros a pesar del hecho de que los secuestros habían sido
generalizados (…) Las autoridades sólo habían recibido dos reportes no
oficiales de dos de los secuestros masivos de pasajeros del 24 de marzo. Aunque
en privado las autoridades reconocieron que los secuestros son comunes”.
Para
entonces la prensa mencionaba que nueve autobuses habían sido secuestrados en
ese punto; a las terminales sólo llegaban las maletas.
El
13 de abril, la PGR envió a la capital del país 105 cuerpos y argumentó que
allá habría más equipo y que las familias provenientes de Guanajuato y
Michoacán tendrían más facilidades. El resto se quedó en Matamoros; los más
descompuestos serían enviados a Victoria.
Off
the record, oficiales mexicanos dijeron a funcionarios del consulado que “los
cuerpos están siendo separados (en grupos) para que la cifra total sea menos
obvia y, así, menos alarmante”.
El
diplomático que escribe el reporte señala: “El traslado de 105 cadáveres de la
sobresaturada, insuficiente morgue de Matamoros al DF, es entendible desde un
punto de vista práctico, pero también ayuda a restar visibilidad a la
tragedia”.
Revela
también que las autoridades estatales sabían lo que ocurría: “Aparentemente las
autoridades de Tamaulipas están tratando de minimizar los descubrimientos de
San Fernando y la responsabilidad estatal, a pesar de que en un reciente viaje
a Ciudad Victoria se reveló que los funcionarios estaban plenamente conscientes
del peligro de viajar por carretera a través de esta zona”.
Para
finales de mes los cuerpos eran 196 y “se prevé un aumento debido a que la
Sedena y la Semar continúan la búsqueda”; 74 personas fueron arrestadas en
conexión con los crímenes. Después sería detenido Martín El Kilo Estrada, el
jefe local de Los Zetas.
Los
funcionarios estatales, en tanto, maniobran para ocultar los hechos. “A pesar
de las afirmaciones del gobierno del incremento de la seguridad, durante el
periodo de las vacaciones de Semana Santa (abril 16-24) ocurrieron varios
eventos violentos, incluyendo ataques a tres camiones que transitaban por la
carretera Victoria-Monterrey a la altura de Ciudad Hidalgo, en los que hubo un
herido de balaceras en cada uno”.
En
abril otro cable indica que los gobiernos federal y el estatal se adjudican
unos a otros la responsabilidad. En privado, según indica, los funcionarios han
dicho que la seguridad en general, y la violencia en las carreteras en
particular, es su preocupación más grande, pero evitan en público el tema de la
violencia. Una muestra del sinsentido es el anuncio del gobernador Egidio Torre
Cantú de que el estado es un buen lugar para invertir y su exageración sobre
las seguras condiciones de las playas ‘fuertemente patrulladas’”.
“Funcionarios
también repetidamente han afirmado que pueden garantizar la seguridad de
cualquier negocio de los inversionistas sin explicar cómo planean hacerlo”
(20110429).
Para
mayo, la Sedena había desarmado a 700 policías. En junio se informó del despido
de siete altos oficiales del Instituto Nacional de Migración “en medio de
alegatos de que estuvieron involucrados en el secuestro de migrantes”, ya que
“inmigrantes de Centroamérica (específicamente de El Salvador y Guatemala) los
acusaron de sacarlos de los autobuses y entregarlos a las bandas de
narcotraficantes en el estado de Tamaulipas” (20110613). Esos meses tanto la Policía
Federal como la Sedena se dedican a liberar secuestrados de casas de seguridad.
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