Irán,
ejemplo de lo posible/Ana Palacio, exministra de Asuntos Exteriores de España y ex vicepresidenta primera del Banco Mundial, es miembro del Consejo de Estado de España.
Project Syndicate, 2013.
Publicado en El
País | 2 de noviembre de 2013
A
primera vista, se diría que todo Oriente Próximo —entendido en su más amplio
sentido geográfico— se dirige hacia el caos. Mientras la guerra civil sigue
causando estragos en Siria, sus vecinos —especialmente Jordania y el siempre
frágil Líbano— se ven lastrados por más de dos millones de refugiados. En
Libia, la anarquía tribal amenaza la mayor parte de su territorio, y el débil
régimen afgano se prepara con aprehensión para la retirada de la OTAN en 2014.
El Gobierno egipcio respaldado por los militares ha prorrogado el estado de
emergencia, mientras Irak padece un aumento de la violencia sectaria, con cerca
de 5.000 civiles muertos y aproximadamente 12.000 heridos en lo que va de año.
Irán,
sorprendentemente, podría constituir una excepción a este panorama. Durante
décadas, este país ha significado la más clara amenaza de confrontación en la
región. Contrasta así que ahora la República Islámica parezca deseosa de poner
fin a las tensiones que le enfrentan con Occidente a raíz de su programa
nuclear. Este cambio, así como el papel de Irán como paradójica fuente de
esperanza en una región caracterizada por los desórdenes, nos invita a
reflexionar sobre el liderazgo global de Estados Unidos y lo que Washington
puede lograr cuando explota todo el potencial del multilateralismo —y, en
especial, de las relaciones transatlánticas—. En un momento en que Estados
Unidos proyecta con frecuencia una imagen de indecisión y debilidad —reflejada
en el desafortunado lema estratégico “leading from behind”—, Irán ilustra el
potencial de una respuesta internacional liderada por Estados Unidos.
Washington
ha impuesto un amplio régimen de sanciones contra Irán desde mediados de la
década de los noventa, y lo ha aplicado con vigor —ejemplo de ello serían la
multa de 1.900 millones de dólares al banco HSBC el año pasado y la lista negra
creada con las entidades que ayudan a Irán a eludir las restricciones
financieras—. Pero ha sido la progresiva participación de un gran número de
países en el régimen de sanciones, lo que ha hecho mella.
La
abrumadora victoria electoral del presidente iraní, Hasan Rohaní en junio es
una primera manifestación. Rohaní hizo campaña con la promesa de perseguir un
“compromiso constructivo” con la comunidad internacional. Su ímpetu inicial y
el aparente apoyo —o al menos tolerancia— del líder supremo de Irán, el ayatolá
Ali Jamenei, reflejó el cansancio de los iraníes ante el aislamiento
internacional y la amargura por el caos económico que las sanciones cada vez
más estrictas han causado.
Las
sanciones internacionales impuestas a Irán han aumentado en eficacia, conforme
se han ido sellando los puntos de fuga existentes. Tras superar su reticencia
inicial, la UE reforzó significativamente su política sancionadora respecto de
las entidades iraníes relacionadas con la proliferación nuclear (aunque
recientes sentencias judiciales han puesto en duda algunas de las medidas). Lo
que es más importante aún, a petición de la UE, la Sociedad para las
Comunicaciones Financieras Interbancarias Internacionales (SWIFT) decidió en
2012 eliminar 14 bancos iraníes de su red mundial (la principal vía de
transacciones electrónicas interbancarias internacionales). Y todo parece
indicar que el deseo de revertir esta medida ha sido un factor determinante
para el cambio de rumbo que ha emprendido la diplomacia iraní.
Los
esfuerzos de EE UU por convencer a sus socios internacionales de reducir su
dependencia del petróleo iraní —en parte bajo la amenaza de penalizar a sus
instituciones financieras— también han dado importantes frutos. Desde 2011, las
exportaciones de petróleo de Irán se han desplomado pasando de aproximadamente
2,5 millones de barriles al día, a alrededor de 1,3 millones, principalmente
como consecuencia de la prohibición total de exportaciones de petróleo a la UE
y de las reducciones significativas por parte de China, Japón, India y
Sudáfrica. Esto ha producido una caída en picado de los ingresos netos de las
exportaciones de petróleo, pasando de 95.000 millones de dólares en 2011 a
69.000 millones en 2012 —un descenso catastrófico para un país en el que la
venta de petróleo representa el 80% de los ingresos de la exportación y el 50%
de los ingresos del Gobierno—.
Esta
respuesta multilateral es el resultado de una visión clara y de un compromiso
desarrollado con paciencia. EE UU ha trabajado duro para lograrlo. En lugar de
enviar un ejército vestido de caqui y camuflaje, EE UU ha desplegado un
batallón de expertos en chaqueta y corbata armados con un buen argumentario a
favor de las sanciones y de su cumplimiento estricto.
Washington
ha ido más allá de la simple esfera gubernamental. EE UU viene manteniendo
desde hace años contactos con las instituciones multilaterales y el sector
privado. Hablando desde la experiencia personal, recuerdo haber recibido varios
informes detallados sobre Irán de las delegaciones estadounidenses durante mi
tiempo como vicepresidenta encargada del área jurídica del grupo Banco Mundial.
Obama ha perseverado en este esfuerzo y así el Departamento del Tesoro de EE UU
ha mantenido contactos desde 2010 con más de 145 instituciones financieras en
60 países.
El
impacto en la economía de Irán ha sido devastador. El PIB iraní se contrajo un
1,9% entre marzo de 2012 y marzo de 2013, y el Fondo Monetario Internacional
predice una caída adicional del 1,3% para este año. Su moneda se ha derrumbado,
y el valor extraoficial del rial ha caído de alrededor de 13.000 riales por
dólar americano en septiembre de 2011 a cerca de 30.000 riales por dólar este
verano. No sorprende, pues, que la inflación se haya disparado (el Banco
Central de Irán anunció en agosto el fin de la tasa oficial del 39% en los 12
meses previos).
Estas
cifras respaldan la opinión de que la nueva postura diplomática de Irán va más
allá de una mera fachada. Pero con ser crucial la cuestión nuclear, cuya
resolución “puede servir como base para una paz más amplia”, como dijo Obama
ante la Asamblea General de las Naciones Unidas el mes pasado, la importancia
de esta estrategia va más allá.
Tras
la experiencia de Irak y Afganistán, se ha hablado mucho sobre lo que EE UU es
incapaz de hacer. Pero he aquí un claro ejemplo de lo que puede lograrse con el
liderazgo de EE UU en un esfuerzo genuinamente multilateral respaldado por el
trabajo duro. Y esto, es de esperar, alentará a Obama y a EE UU a implicarse
con más frecuencia para que oportunidades como la de Irán dejen de ser la
excepción.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario