A un
año de su pontificado, ¿qué significa el 'efecto Francisco'?
Durante
el año que ha transcurrido desde que lo eligieron, el papa Francisco ha
cambiado la vida y la forma de pensar de muchos católicos
Por
Daniel Burke
CNN; Martes,
11 de marzo de 2014
BOSTON
(CNN) — De ciertas formas, el "efecto papa Francisco" no parece ser
muy efectivo.
A pesar
de la inmensa popularidad que el argentino se ha ganado desde que lo eligieron
el año pasado, no ha cambiado una palabra de la doctrina.
Pero
hay más de una forma de medir la influencia que un pontífice tiene en su rebaño
distribuido por todos los rincones del mundo.
Empieza
por preguntar a los católicos y ateos de Boston y otras partes y es fácil
encontrar personas que están ansiosas por compartir la historia de cómo un
hombre ha cambiado su vida en tan solo un año.
Tenemos
al hombre gay que finalmente se siente bienvenido en su iglesia.
A la
mujer que llora cuando los encabezados por fin dan buenas noticias.
A los
latinos que esperaron tanto para tener un papa que hablara su idioma.
Si hay
un lugar que necesitaba sanar es Boston, la ciudad más católica de Estados
Unidos.
Casi la
mitad de los habitantes tienen sus raíces en la Iglesia. Es hogar de un
importante colegio católico, uno de los dos seminarios jesuitas de Estados
Unidos y de un cardenal al que el mismo papa escucha.
Sin
embargo, Boston también es una ciudad asolada por un escándalo de abuso sexual
en la Iglesia que ha dañado a cientos de niños, desmoralizado a decenas de
sacerdotes inocentes y roto los lazos de confianza entre el clero y la
feligresía.
El
decir que el papa Francisco sonrió y curó todas esas heridas es una
exageración, según dice la gente de esa ciudad. Hay muchos excatólicos que nunca
darán una segunda oportunidad a la Iglesia. Pero también hay muchos otros que
dicen que podrían.
En
otras palabras, es la ciudad perfecta para medir el "efecto
Francisco", para visitar iglesias, aulas, cafeterías y bares y descubrir
cómo este papa ha moldeado la vida de los católicos comunes.
Unas
cuantas sorpresas
En caso
de que no lo sepas, esto es lo que Francisco ha hecho desde que lo eligieron el
13 de marzo de 2013.
Atacó a
los obispos que gastan dinero y reprendió a los sacerdotes que olvidan que son
siervos y no príncipes.
Hizo un
llamado a hacer una tregua en las guerras culturales, se negó a juzgar a las
personas gays y se puso en contacto con los ateos. Abrazó a un hombre cubierto
de tumores, lavó los pies de unos prisioneros musulmanes y se puso una nariz de
payaso… solo por diversión.
Contrató
a un grupo de cardenales —entre ellos el cardenal de Boston, Sean O'Malley—
para reformar a la curia, la burocracia del Vaticano que tiene reputación de
hacer negocios turbios.
Sorprendió
a las monjas: se negó a vivir en el Palacio Apostólico y desechó la
parafernalia ostentosa de la vida papal. Dijo que el capitalismo descarado es
un falso ídolo y que la teoría del escurrimiento económico es una farsa.
Figuró
en la portada de las revistas estadounidenses Time, New Yorker, Rolling Stone y
The Advocate, una publicación gay y lésbica que no oculta sus rencillas con los
papas anteriores.
Dijo
que es inmoral que los medios reporten cada movimiento de los mercados pero
ignoren la muerte de un indigente.
Dijo
que su Iglesia debe tener un corazón grande y sensible, abierto y
misericordioso; que olvide la fastuosidad y haga un alboroto en las calles, que
sea un hospital de campaña en este mundo enfermo por el pecado.
La
gente lo ama por esto y mucho más.
Francisco
se ordenó como sacerdote jesuita en 1969 y dirigió la sección argentina de la
Compañía entre 1973 y 1979. Dice que se unió a los jesuitas por tres razones:
su espíritu misionero, su comunidad y su disciplina.
Gracias
a la popularidad del papa durante el último año se duplicaron las solicitudes
para unirse a la Compañía de Jesús y reciben cinco o seis cada semana, dice el
reverendo Chuck Federico, director de vocaciones de las provincias jesuitas en
la Costa Este de Estados Unidos. "Apenas puedo darme abasto".
Muchos
de estos hombres que quieren unirse a los jesuitas han escuchado hablar de la
compañía por medio de Francisco. Algunos no han ido a la iglesia en años, dice
Federico.
Francisco
tiene 77 años y tal vez sea un rebelde improbable en Roma, pero ha seguido la
misma estrategia que siguió durante décadas en Buenos Aires, de acuerdo con el
reverendo Gustavo Morello, experto en la historia católica de Argentina.
Morello
conoce a Jorge Bergoglio desde hace mucho tiempo. El que sería papa entrevistó
a Morello hace 30 años, cuando este quería entrar a la Compañía de Jesús, el
nombre oficial de los jesuitas.
"Siempre
ha sido pastoral, cercano a la gente", dice Morello, quien ahora es
sociólogo del Boston College. "La simplicidad de su vida cotidiana es
real".
Durante
sus primeros días como arzobispo de Buenos Aires, Bergoglio daba vacaciones a
sus sacerdotes, lujo que muchos no habían gozado desde hacía cinco años. Pagó
sus viajes y los sustituyó en sus parroquias.
Sin
embargo, Bergoglio no les agradaba mucho a los conservadores, dice Morello.
El
futuro papa una vez se arrodilló ante unos pastores pentecostales y les pidió
su bendición. Argumentó que el Estado debería reconocer las uniones civiles de
personas del mismo sexo. No le parecían útiles la liturgia ni los ropajes
suntuosos.
Al
igual que muchos sacerdotes latinoamericanos, era un pastor que conocía la
calle, tenía un toque populista y tomaba sus propias decisiones, dice Morello.
En
otras palabras, era el papa Francisco en un escenario menor… pero con una
diferencia enorme.
"No
sabía de su compromiso de reformar la Iglesia y la curia", dice Morello.
"Eso es nuevo, sorprendente".
Lágrimas
de alegría
Michelle
Sterk Barrett dice que ella no suele llorar demasiado, pero confiesa que lloró
cuatro veces durante el primer año del papado de Francisco. Fueron lágrimas de
felicidad.
"Me
ha hecho sentir orgullosa de ser católica", dice, "en vez de tener
que ofrecer disculpas siempre por seguir en la Iglesia".
Las
primeras lágrimas cayeron cuando vio la respetuosa discusión sobre el
catolicismo en el programa Meet the Press de la cadena estadounidense NBC en
marzo de 2013, unos días después de la elección del papa.
Volvió
a llorar cuando vio a la multitud acercarse a Francisco durante el Día Mundial
de la Juventud en Brasil, en junio pasado. Sus ojos se llenaron de lágrimas
cuando la revista Time nombró al papa "Persona del Año" y cuando la
revista Rolling Stone lo trató como superestrella en un brillante artículo de
portada.
"Durante
años, toda la cobertura del catolicismo en los medios había sido muy negativa.
Nos han ridiculizado y representado como poco realistas y críticos", dice
Barrett. "El solo ver que se respeta a mi Iglesia en público nuevamente…
es increíble".
Barrett
pertenece a la parroquia de San Ignacio, una iglesia jesuita oculta en un
rincón del campus del Boston College.
Durante
una mañana de febrero, el pastor Robert VerEecke reconoció que muchas de las
personas de su parroquia habían contraído la "fiebre de Francisco".
Incluso
los católicos que desde hace mucho no practican la religión están regresando a
las iglesias. VerEecke dijo que recientemente se enteró de una mujer que había
dejado la Iglesia hacía 40 años pero que quería saber más de la espiritualidad
jesuita gracias a Francisco.
Bienvenido
a casa
Brian
Steven creció como católico en Ohio, pero su pasión por la Iglesia no se
encendió sino hasta que conoció a los sacerdotes y monjas de la Universidad de
Dayton.
Gracias
a una misión de ministerio en Haití emprendió un camino de servicio a los
pobres a través de unos programas católicos. Trabajó para ascender y se unió al
programa antipobreza de los obispos católicos estadounidenses en 2007.
Sin
embargo, Stevens es gay y empezó a sentirse alienado en su propia iglesia.
Mientras
los obispos emprendían una feroz lucha contra el matrimonio homosexual, su
retórica hacia los gays y lesbianas se volvió más intensa y polarizadora, dice
Stevens.
En
2010, Stevens renunció a la conferencia obispal, se mudó al sur de Florida y
dejó de ir a misa. Fue un acto de autodefensa, dice.
Con
todo, Stevens siguió participando activamente en círculos caritativos y ha
observado muy de cerca al papa Francisco. Dice que ha notado un cambio de tono
hacia los gays y las lesbianas.
"Habla
con una nueva generosidad de espíritu que es verdaderamente cordial", dice
Stevens.
Una
noche, hace poco, la parroquia de Santa Rosa de Lima en Miami Shores, Florida,
pidió a los defensores de la justicia social que hablaran sobre la influencia
que el papa Francisco ha tenido en su vida personal y profesional. Sus
historias inspiraron a Stevens a unirse a la parroquia.
Si hay
un "efecto Francisco", dice, no solo consiste en recibir a los gays y
lesbianas en el rebaño, aunque es una parte importante.
También
tiene que ver con la insistencia del papa en poner primero a la gente pobre y
hacer preguntas profundas sobre la misión de los católicos en el mundo.
"Este
es un momento de gracia para la Iglesia", dice Stevens.
Hacer
ruido en las calles
El
sabor latino de Francisco energiza a la parroquia de Santa María de los Ángeles
en el vecindario bostoniano de Roxbury, que tiene una nutrida comunidad
dominicana, dice el reverendo Javier Montes.
Montes,
el jesuita español, dice que algunas de las mujeres de Santa María se volvieron
a casar luego de que sus esposos anteriores las abandonaron.
Les
gustaría recibir la Santa Comunión, el mayor sacramento de la Iglesia, pero la
ley católica se los impide. El papa Francisco dice que los líderes de la
Iglesia discutirán la prohibición en el sínodo de octubre.
"Han
escuchado que el papa insiste en la cordialidad y en ser piadoso y que algo
está pasando en Roma", dice Montes, "así que no dejan de preguntar si
podrán recibir la Comunión".
Hace
una semana, Montes dirigió un retiro parroquial basado en La alegría del
Evangelio, el exhorto que el papa Francisco publicó en noviembre.
Por
primera vez en su vida, las abuelas, sus hijos y sus nietos pudieron leer un
documento papal escrito en su lengua materna con expresiones notoriamente
latinas.
El
decir que los documentos papales anteriores no habían encendido la pasión de
los jóvenes no es una crítica contra Benedicto o Juan Pablo II, dice Marina
Pastrana, quien dirige la Iniciativa de Laicos Hispanos para la Extensión
Católica.
Esos
papas simplemente hablaban un idioma diferente y escribían para un público
diferente.
"Para
muchos jóvenes la retórica pública de la Iglesia no tenía sentido", dice
Pastrana, de 27 años. "No era relevante".
Pero se
reanimaron y pusieron atención a lo que el papa Francisco dijo a los millones
de católicos que se congregaron en Brasil durante el Día Mundial de la Juventud
para "hacer algo de ruido en las calles".
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