Cuidar las
relaciones/ MIRIAM SUBIRANA
Las
personas nos nutren, pero con frecuencia no les dedicamos el tiempo necesario
Debemos
huir de encuentros rutinarios, cuidar los detalles y cultivar las buenas
conversaciones
MIRIAM
SUBIRANA
El
País Semanal,
20 julio de 2014;
Las
relaciones son fuente de felicidad y de sufrimiento. Encontramos felicidad en
una buena amistad, un buen amor, una conversación, un compartir íntimo y lleno
de sentido o en una aventura compartida. Todo esto nos nutre. Sin embargo, las
relaciones también son las que más sufrimiento nos causan. Debido a malos
entendidos, riñas y conflictos, pueden suponer una causa de pesar constante.
Desafortunadamente, a veces es la pérdida de un ser querido la que nos hace
sentir que quizá deberíamos haber cuidado más la relación. Cuántas veces hemos
escuchado que en el lecho de muerte, las personas se arrepienten de no haber
cuidado mejor a sus amistades o familiares, de no haber dedicado más tiempo a
conversar y a estar con ellos. “Muy pronto en la vida es demasiado tarde”, dice
Marguerite Duras.
A
veces cuidamos más las relaciones en momentos difíciles. En cambio, en momentos
mejores podemos caer en dar por supuesto que uno ya tiene a esa persona, sea
marido, esposa, amigo, colaborador. Y entonces deja de sentirle, de cuidarle,
de estar más atento a su presencia y a lo que le ocurre y necesita. Cuando se
inicia una relación se cuidan los detalles. Con el tiempo, cuando uno ya ha
integrado a esa persona en su círculo relacional cercano, a menudo deja de cuidarla
con atención. No escucha, no dedica tiempo, no percibe si la otra persona está
pasando por momentos delicados.
Si no puedes
cambiar tu destino, cambia tu actitud” Amy Tan
Cuidarnos
unos a otros es esencial para que las relaciones florezcan. Somos seres
relacionales. Las personas dan sentido a nuestro ser y hacer. Nos construimos
con el otro. Las relaciones se convierten en un proceso de revelación propia y
ajena, en las que uno se descubre a sí mismo descubriendo al otro.
¿Qué hace que
las relaciones prosperen?
“El
poder personal no se puede desarrollar ni sostener si la persona no logra ver a
otros y sentirse vista por los demás, valorados y valorar. Ésta es la dinámica
relacional central, la fuente que permite vivir plenamente” (Joan Quintana).
Si
las amistades y las relaciones son tan importantes, es una prioridad cultivar
una actitud apreciativa y prestar atención a no caer en la trampa de las
expectativas, plantear las conversaciones necesarias, escuchar, estar por el
otro, no evitar el conflicto sino afrontarlo mediante la comunicación no
violenta, acompañar en el sufrimiento y dedicar el tiempo necesario.
Veamos
cada uno de estos aspectos.
Cuando
estamos muy cerca de alguien y creemos que le conocemos bien, podemos caer en
el hábito de fijarnos más en lo que no nos gusta y nos acostumbramos a
quejarnos. Dejamos de apreciar el valor que nos aporta. Tenemos la sensación de
que es el otro el responsable de nuestra insatisfacción.
Cuando
uno se queja de algo es porque le importa. Si no le importara, ni prestaría
atención, ni dedicaría energía a protestar. Cuando recibimos un reproche de
alguien cercano, merece la pena ver qué es lo que realmente nos está diciendo.
Detrás de las frustraciones hay un anhelo no cumplido. ¿Cuál es? ¿Qué es lo que
realmente quiere la otra persona? ¿Hasta qué punto podemos satisfacerlo o cómo
hacerle aterrizar en la realidad de lo que somos y podemos ofrecer? Cuando las
quejas son nuestras, podemos reformularlas para expresarlas como una petición,
un anhelo, en vez de con rabia o intención de culpabilizar.
Hay
veces que la frustración es fruto de darse cuenta del autoengaño en el que uno
ha vivido respecto a una relación. Aparece la decepción. La persona se cae
definitivamente del pedestal: no es como pensaba que era. En esos casos, cuidar
la relación implicaría procurar que la separación sea lo más ética y respetuosa
posible. Siendo consciente de que es bueno salir del espejismo en el que se
estaba. Es una liberación incluso mientras causa dolor. En estos casos, a
veces, la relación que más tenemos que cuidar es la que mantenemos con nosotros
mismos. Cuidarnos para no caer en la desesperación ni en la depresión.
Necesitamos escuchar y escucharnos. “El cuidado de uno mismo es la condición de
posibilidad para articular correctamente atender a otro” (Francesc
Torralba).
Plantear
las conversaciones necesarias.
Uno
de los factores clave del cuidado de las relaciones radica en tener las
conversaciones acerca de los temas que importan con las personas que nos
importan. Estar presentes y disponibles para conversar, dialogar y aclarar. ¿Qué facilita un buen diálogo? La
actitud apreciativa, de escucha y de plantear con claridad y respeto nuestras
peticiones. Nos cuesta conversar cuando la relación es fuente de frustración y
de quejas. Las quejas, decía, son peticiones encubiertas, y las frustraciones
suelen ser sueños o anhelos no cumplidos. Por tanto, para facilitar encuentros
que nos permitan un acercamiento, podemos preguntar qué es lo que la persona
realmente quiere, y hablar desde ese aspecto y no de lo que no se quiere.
Al
charlar sobre los anhelos, abrimos las puertas a una conversación generativa
que nos ayuda a aclarar lo que deseamos y hacia dónde queremos ir. En cambio,
si nos focalizamos en lo negativo con un discurso de lo que falta, nos anclamos
en la queja y no vemos ni nos abrimos a imaginar soluciones.
A
menudo vamos tan deprisa que cuando hablamos con otra persona, lo hacemos de
forma rutinaria y aburrida, sin chispa. No somos comunicadores creativos. Vemos
la relación como una irrupción en lo que teníamos previsto, en nuestros planes
no entraba la presencia del otro. Planificamos reuniones y acciones, lugares y
horarios. Si vivimos aferrados a lo que hemos planificado, dejamos de escuchar
las señales que nuestro cuerpo y el momento nos dan. Vivimos en la mente
planificadora que quiere lograr sus objetivos.
Percibe la
verdadera situación del otro, ya que de lo contrario quizá le ofrezcas algo
que le haga
infeliz” Thich Nhat Hanh
A
veces nos forzamos a cumplir los planes que nos hemos marcado y los compromisos
que hemos adquirido. Otras veces nos obligamos a seguir los horarios impuestos
por otros. Vamos tirando del carro sin parar, sin respirar a conciencia ni
escuchar. Las personas pasan por nuestro lado o las tenemos delante, y no hay
tiempo para ellas porque debemos cumplir con nuestros planes. Así, la vida va
pasando. Compromisos cumplidos, pero oportunidades y encuentros perdidos.
Paseos no compartidos, conversaciones no mantenidas, personas no atendidas,
oportunidades desperdiciadas de reencuentros con el otro, porque teníamos que
hacer otra cosa marcada por el plan. Cuando actuamos de esta manera, nos
instalamos en las planificaciones de la mente y queremos que la realidad las
cumpla. En cambio, si vivimos estando presentes en el momento, abrazaremos
estos encuentros.
Un
amigo mío que trabaja en banca desde hace 38 años me comenta su experiencia a
raíz de un cambio de actitud que le aportó un gran crecimiento personal e
incrementó su motivación para ir a trabajar. Sintió que cada encuentro con el
cliente era de hecho la oportunidad de un hallazgo personal real. Por ello, nos
explica, cada vez que recibe a alguien lo convierte en una verdadera re-unión.
En ese momento, lo más importante es estar presente con quien tiene enfrente.
Así la persona se lleva algo más que una solución financiera.
Cuando
alguien está delante de otra persona, pero su mente está en el pasado o en el
futuro, en lo que tiene que hacer luego o en lo que pasó antes, no está
presente y la comunicación que se establece es pésima, porque ni escucha ni
habla. Se pierde la oportunidad de un encuentro real y se queda en uno común,
ordinario, sin nada nuevo ni especial.
Sea
consciente de que su presencia y actuación influyen. Crea en sí mismo.
Recuerde que el poder está en lo que ocurre en ese preciso momento. Considere
sagrado cada encuentro con alguien e incremente esa actitud de interés único,
sea quien sea la persona que está frente a usted. Si está con un cliente, esté
plenamente con él. Si es su hijo, entréguese completamente. Haga que cada
persona con la que tenga oportunidad de encontrarse sienta que es la más
importante para usted en ese momento. Conviértalo en una experiencia
inolvidable. Comparta lo mejor de sí mismo. Dele sentido a la conversación y
evite huir con conversaciones superfluas y miradas distraídas. Haga que su
persona y su ser aporten diferencia, calidad, cuidado y claridad.
Apreciar y
confiar
El
mejor cuidado lo manifestamos en entornos de confianza. En ocasiones surge la
dificultad de confiar en nuestros colaboradores. Dominan los miedos, en
especial cuando se siente que hay mucho que perder. Desde el miedo es difícil
asumir riesgos y plantear conversaciones para llegar a acuerdos. Para recuperar
la confianza necesitamos valorar lo que tenemos delante. Como explico en el
libro Indagación apreciativa, “cuando apreciamos, avanzamos: nuestra mente se
abre a recibir, a reconocer nuevos datos y aprender. Apreciando sentimos
asombro y curiosidad, descubrimos lo mejor de lo que es y nos abrimos a ver lo
que podría ser”. Apreciar con esfuerzo apasionado y absorbente nos ayuda a
generar una imagen positiva del futuro que deseamos. “Cuando apreciar al otro
se convierte en una actitud vital, incrementamos la calidad de nuestras
relaciones y contribuimos a que se manifieste lo mejor de las personas.”
Para
saber más
ILUSTRACIÓN
DE JOÃO FAZENDA
LIBROS
‘Enseñanzas
sobre el amor’
Thich
Nhat Hanh. (Oniro, Barcelona)
‘Cuidarse
a sí mismo para ayudar sin quemarse’
Francesc
Torralba, Luciano Sandrin y
Nuria
Calduch-Benages. (PPC Editorial)
‘Ética
del cuidar’
Francesc
Torralba. Mapfre Medicina
‘Relaciones
poderosas’
Joan
Quintana y Arnoldo Cisternas
(Kairós)
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