24 feb 2010

Churchill

Churchill en la Guerra Civil española/Luis Racionero, ex director de la Biblioteca Nacional y del Colegio de España en París. Su último libro publicado es Sobrevivir a un gran amor seis veces
EL MUNDO, 22/02/10;
Ahora que Garzón puede ser inhabilitado como juez de la Audiencia Nacional por posible delito de prevaricación al intentar abrir la causa de los crímenes de la Guerra Civil, voy a aportar mi puñado de cenizas intelectuales, resucitando los artículos que Winston Churchill escribió durante nuestra pavorosa contienda.
Se suele decir que los vencedores escriben la Historia, pero en el caso de nuestra Guerra Civil lo más a mano en las librerías ahora son obras escritas por ingleses de izquierdas. En eso también Spain is different, aquí escriben la historia los vencidos, detalle que nos honra. Las opiniones de un conservador liberal como Churchill se inscriben en esa tradición anglosajona de interés por España.
El 10 de agosto de 1936 escribió: «Si fuera una cuestión de la Vieja España contra la Nueva, entre la fe, las tradiciones y cultura del pasado y los deseos y esperanzas de futuro, estaría en contra de los llamados rebeldes. Pero no es ésa la cuestión. Los que están luchando son dos Nuevas Españas: dos sistemas modernos antagonistas en abrazo mortal. El Fascismo confronta al Comunismo. El espíritu y osadía de Mussolini y Hitler contra Trotsky y Bela Kun. Ninguna de las dos facciones representa nuestro concepto de civilización. Esta guerra no es cosa nuestra».
En agosto 21 recomienda que, aunque Italia y Alemania ayuden a unos y Rusia a los otros, Francia debe optar por la neutralidad como Gran Bretaña, ya que una divergencia entre ambos países sería el peor desastre. Ganara quien ganase en España. Francia e Inglaterra quedarían debilitadas y se aceleraría la ascendencia del nazismo. El 2 de octubre escribe: «Aunque parece ser práctica de las fuerzas nacionales fusilar una proporción de prisioneros, no se les puede atribuir el nivel de atrocidades de comunistas, anarquistas y el POUM». Churchill se pronuncia a favor de los franquistas porque cree que es peor el fervor desorganizado de la izquierda que el ordenado terror de la derecha.
El 8 de enero de 1937 Churchill escribe: «Lo que ha sucedido justifica y refuerza la política de neutralidad británica. Primero, por lo igualado que está el poder entre las dos zonas, en territorio y fuerza militar. Segundo, ambas partes han mantenido su causa con crueldades incalificables. Tercero, ningún bando, en modo alguno, representa el punto de vista británico. La victoria de cualquiera de los dos lados puede desatar una horrorosa masacre contra los derrotados. Los españoles están envenenados de odio».
El 2 de abril Churchill afirma: «Si gana Franco, no estará en condiciones de interferir los intereses ingleses y franceses en el Mediterráneo, porque estará totalmente absorbido por sus problemas internos. En cuanto cese el fuego, alemanes e italianos dejarán de tener influencia en la política española. En verdad, el mundo puede presenciar entonces un ejemplo de la ingratitud española a gran escala». En noviembre 26 escribe el artículo Spain’s Road to Peace donde afirma que la restauración de una monarquía constitucional sería la garantía para que los que no hubiesen cometido crímenes, se integraran en una nueva España.
En abril de 1938 constata que se cierra otro acto de la tragedia española con el avance de los tres cuerpos de ejército de Franco atacando en un frente amplio coincidiendo con la desmoralización de las fuerzas republicanas. «Bajo la devastadora presión de la artillería y aviación alemanas e italianas, la resistencia se rompe, Barcelona y Madrid quedarán privadas de las provisiones que les llegan desde Francia y de la costa. Los republicanos deberían invocar la mediación de Rusia, Francia o ambas, para evitar bajas inútiles y mitigar las represalias que son de temer cuando media España subyugue a la otra media». «Todo el mundo sabe», acaba Churchill, que «ha sido la artillería y aviación alemanas lo que ha decidido esta fase de la guerra. Por la ayuda extranjera y principalmente por esa ayuda, el general Franco será el vencedor».
El 30 de diciembre de 1938 se pregunta: «¿No es hora ya de que haya paz en España? ¿Por qué los ideales de religión y monarquía han de ser incompatibles con los gritos de libertad y democracia? Aquí en nuestra isla van de la mano, ¿por qué no en España? Este es el momento, cuando el frente está paralizado por el invierno. Ahora, antes que los tremendos antagonismos europeos oscurezcan la situación».
El 23 febrero 1939 reconoce que Francia no dejó comprar armas a los republicanos, en tanto que los nazis y fascistas se las daban a Franco. Pide el adiós a las armas: «Todos deseamos un rápido arreglo en España. Es muy importante que no se apliquen crueles represalias a los vencidos. Los intereses del Imperio Británico son idénticos que los españoles. La paz en España, la prosperidad española, la independencia española, nos interesa».
En este artículo final sobre la Guerra Civil, Churchill maneja una prosa espléndida, digna de su maestro Gibbon: «Un odio virulento, nacido de tensiones sociales, creció durante una generación en España. El vehículo del debate parlamentario no pudo soportar esa carga y se rompió. Una sociedad movida por la ira sólo puede expresarse por la guerra. Ya la ha tenido. Han aparecido nuevas estructuras de vida nacional erigidas sobre sangre, sudor y lágrimas (blood, sweat and tears) que deben aunarse. Es el momento de parar».
Como observará el lector interesado en la Guerra Mundial, esto lo escribe el 23 febrero del 39, mientras que su famoso discurso es de 13 mayo 1940, allí lo formuló en primera persona: «No tengo nada que ofrecer excepto sangre, fatiga, lágrimas y sudor», ¿Por qué se cita siempre como sangre, sudor y lágrimas? Es lo que escribió pensando en España.

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