PLAZA PÚBLICA / Una iglesia en pecado mortal
Miguel Ángel Granados Chapa
Reforma, 29 marzo 2010.- El miércoles pasado se cumplieron 30 años del asesinato de monseñor Oscar Arnulfo Romero, arzobispo de San Salvador: fue muerto en su catedral, en plena misa, hartos los militares de que los instara a dejar de reprimir a su pueblo. Al día siguiente de esa efeméride, que pasó inadvertida en la Iglesia mexicana, otros señores obispos se reunieron para pasarla muy bien, pues viven su ministerio de un modo totalmente distinto al de San Romero como se ha llamado a este mártir de la paz y la justicia. El cardenal Norberto Rivera Carrera fue uno de los principales invitados a la rumbosa fiesta que para celebrar su cumpleaños organiza el obispo de Ecatepec, Onésimo Cepeda Silva.
Como suele ocurrir, el jolgorio atrajo presencias que deslumbran a quienes se dejan deslumbrar. El invitado civil más importante era Enrique Peña Nieto, como hace cinco años lo era su tío, el gobernador Arturo Montiel, que luego de su refulgencia de ese año se eclipsó camino a la Presidencia, como deseamos que ocurra a su sucesor. El anfitrión que se agasaja a sí mismo no tiene empacho en convertir el seminario de su diócesis -enclavado en San Juan Ixhuatepec, una antigua comarca rural depredada por peligrosas instalaciones industriales- en la mundana sede de una comilona para sus amigotes, crema y nata de los negocios y la política.
Asombra la insensibilidad o la inverecundia de los prelados fiesteros, que se divirtieron como si la tierra no crujiera bajo sus pies. Ya no digamos por la violencia criminal que estalla en el norte del país pero que se expresa también con perfiles de alta peligrosidad en el valle de México. Si sólo les importara lo que ocurre en su entorno puramente eclesiástico, en vez de brindar con tequila por el cumpleaños número 73 del señor obispo, él mismo y el cardenal su amigo y los otros clérigos convidados -incluido el nuncio papal- deberían refugiarse en el silencio de sus templos, orando por la salvación de la Iglesia toda, una iglesia que como escribiera el periodista francés Henri Fesquet, durante décadas corresponsal de Le Monde en el Vaticano, se halla en pecado mortal.
Unos días antes del festín de Cepeda Silva el papa Benedicto XVI había tenido que enfrentar, así fuera tibiamente, el horroroso caso de la iglesia irlandesa, infectada por un aplastante cúmulo de infracciones al amor evangélico cometidas en forma de abuso sexual a menores, perpetrado por sacerdotes que gozaron, y disfrutan todavía porque la comunicación papal del 21 de marzo fue insuficiente, del solapamiento, de la complicidad de sus superiores. El propio obispo de Roma ha sido involucrado en encubrimientos de ese género durante su tiempo al frente de la diócesis de Munich y cuando encabezó la Congregación para la doctrina de la fe, el más importante de los dicasterios de la curia vaticana. Se le imputa, entre otras faltas, haber desoído la denuncia de víctimas del padre Lawrence Morphy, señalado por abusar en Milwaukee de unos 200 menores sordos durante 20 años, de 1950 a 1970. El caso fue expuesto por The New York Times el miércoles 24, que al día siguiente mereció la facilona, consabida respuesta de L'Osservatore Romano de que se quiere linchar al papa alemán.
Una reacción así, convenenciera y elusiva, sirvió durante mucho tiempo para soslayar imputaciones de pederastia al fundador de la Legión de Cristo y su movimiento de laicos Regnum Christi, Marcial Maciel. A pesar del desdén hacia las denuncias contra el legionario mayor, la evidencia fue pesando tanto que si bien no se le siguió proceso canónico a causa de su edad y condición, se le conminó a dejar la dirección del vasto conglomerado de empresas, instituciones y movimientos y a sólo ejercer en privado su ministerio.
Como no cesaran las revelaciones sobre la múltiple vida de Maciel, el papa Ratzinger se vio en el caso de ordenar hace un año una visita apostólica que ya concluyó en su fase operativa y dará lugar a, por lo menos, comunicaciones como la dirigida a la Iglesia de Irlanda o a una profunda revisión de la estructura y funcionamiento de la Legión de Cristo, que podría llegar a su desarticulación. Para impedirla, en prevención de que se pretendiera llegar a ese extremo como único modo de expiar las culpas del fundador (y, aunque no se reconozca así, la de quienes lo encubrieron dentro y fuera de esa congregación), el director general de los legionarios, Álvaro Corcuera, escribió a los suyos una carta y distribuyó un comunicado público a manera de cura en salud. Ambos documentos están fechados el 25 de marzo, día de la Anunciación y día también del cumpleaños del fiestero Cepeda Silva.
Corcuera y la plana mayor de la Legión resolvieron no penetrar en las oscuras profundidades del comportamiento de su fundador ni asumieron las consecuencias del mismo. Reniegan de él, en cierto modo, para poner su obra a salvo, pero lo exoneran también al atribuir su conducta a las misteriosas maneras de Dios que escribe derecho en renglones torcidos. Como si las personas no estuvieran dotadas de libre albedrío y por lo tanto de responsabilidad de sus actos proclaman resignadamente que las cosas son como son. Y se proponen el relanzamiento de su misión. Reconocen parcialmente algunos hechos, como la doble vida conyugal de Maciel, pero ni siquiera se asoman a la acusación de sus hijos víctimas de abuso sexual paterno. Y piden perdón a los denunciantes desoídos pero no a las víctimas de los desmanes de Maciel, a quienes sólo expresan "dolor y pesar".
Cajón de Sastre
¡Ahí viene Xóchitl!, reza el lema de precampaña de Xóchitl Gálvez Ruiz, aspirante a representar a la alianza Hidalgo nos une en el proceso para renovar el poder ejecutivo en Hidalgo. El lema es acompañado por otra expresión propia de la ex comisionada para el desarrollo de los pueblos indígenas: "Un Hidalgo más chingón". Y frente a la falsa pudibundez de quienes le reprochan ser "mal hablada", en su propaganda contesta, con razón, que "la pobreza sí es una grosería". En Ixmiquilpan el sábado (en el balneario de Dios Padre) y en Pachuca ayer dio muestra clara de que, además de ser un factor para que se coaligaran los partidos Acción Nacional, de la Revolución Democrática, del Trabajo y Convergencia, es capaz de generar una fuerza que resista y venza el potente aparato con que el poder priista pretende ganar seis años más de impunidad.
miguelangel@granadoschapa.com ***
Arman gresca en Catedral
Reclaman feligreses a activistas su protesta contra el Cardenal Rivera
Nota de Susana Moraga
REform,a 29 marzo 2010.- La Semana Santa en la Catedral Metropolitana inició en medio de una gresca a golpes entre la opositora Julia Klug y dos fieles por los casos de pederastia y el presunto encubrimiento del Cardenal Norberto Rivera Carrera a los abusos cometidos por los presbíteros Marcial Maciel y el aún prófugo Nicolás Aguilar.
Como cada domingo, Klug extendió una manta frente al recinto religioso con consignas contra el Arzobispo y en las que incluyó reclamos al Papa Benedicto XVI por las acusaciones que enfrenta por abusos sexuales perpetrados por sacerdotes de Estados Unidos y Alemania.
"Benedicto XVI y Norberto Rivera encubridores de violadores y dicen ¡no somos los únicos!, ¿estos representan a Dios?", decía la manta.
Antes de iniciar la ceremonia religiosa, el Cardenal Rivera salió a la explanada para bendecir los ramos. En lo que el prelado lanzaba agua bendita a las palmas, Klug, parada sobre una jardinera afuera de la Catedral gritaba: "Pederasta, encubridor".
Los gritos y reclamos distrajeron sólo a algunos creyentes.
"La Semana Santa será incompleta si no se vive en la fe y en la esperanza de la resurrección", dijo el jerarca durante la homilía y ante los feligreses que habían casi llenado la Catedral.
Al término de la misa, una mujer -quien omitió su nombre- vestida de blanco y con palmas en la mano, encaró a Klug en defensa del prelado.
"Violencia, violencia es lo que tú haces", le gritó cuando Klug reclamaba que el Cardenal Rivera era tan pederasta como Nicolás Aguilar y Maciel por haberlo protegido.
En su reacción, Klug abofeteó a la mujer, quien, sorprendida dio unos pasos hacia atrás y por unos momentos se retiró del lugar.
Ante el hecho, una señora más, quien se identificó bajo el apellido Guerrero, propinó a Julia un punta pie por la espalda.
Mientras feligreses salían del templo y policías federales y capitalinos apuraban el paso para contener la gresca, la hija de Klug, Paola Martínez, persiguió a Guerrero. Bajo la banqueta y durante unos minutos, las dos mujeres se dieron golpes y jalones de pelo una a la otra hasta que elementos policíacos las separaron.
Los agentes subieron a Guerrero a una patrulla de la Policía Federal, y Martínez fue sentada por elementos femeninos en la guarnición de la banqueta.
Aunque en un inicio Guerrero dijo que presentaría cargos contra Klug y su hija, después de dialogar con los elementos de seguridad se retiró del lugar sin querer explicar su reacción.
"La cacheteé porque viene y me insulta cuando lo único que hacemos es usar nuestra libertad de expresión para denunciar a estos jerarcas pederastas", señaló Klug.
"Nosotros respetamos a la gente, pero que no vengan a provocarnos. No nos vamos a mover de aquí", advirtió.
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