11 jul 2007

Violencia en la Mezquita Roja


El clérigo radical Abdul Rashid Ghazi (el de la foto) murió durante el asalto lanzado por las fuerzas especiales del Ejército paquistaní. Los enfrentamientos costaron la vida a medio centenar de islamistas y a ocho soldados, según informaciones oficiales.
El portavoz militar, general Waheed Arshad, admitió que sus comandos encontraron más resistencia de la prevista. "Disponen de toda clase de armas, tienen ametralladoras, tienen lanzacohetes y han estado utilizando granadas, así que es un proceso lento", dijo el militar en una conferencia de prensa transmitida en directo por televisión.
Empero, aseguró que el Ejército controlaba ya el 80% del recinto, y aunque se habían divulgado informaciones de que 15 militantes tenían chalecos explosivos, negó que se hubieran producido operaciones suicidas.
En tanto, las imágenes de televisión mostraban columnas de humo que salían de algunos edificios. El portavoz militar aseguró que estaban usando bombas de ruido para evitar víctimas entre los rehenes.
Pero, las fuerzas de seguridad cerraron el acceso a los periodistas y les mantuvieron alejados de los hospitales a donde trasladaban a los heridos.
"El Gobierno va a tener que explicar cómo los extremistas han podido acumular semejante arsenal", declaró por teléfono a El País, Eitezam Ehsam, un ex ministro del Interior que ahora se encuentra en la oposición.
"El Gobierno está utilizando toda su fuerza. Es una agresión en toda regla. Mi martirio es seguro", declaró Ghazi horas antes de su muerte en una entrevista telefónica con la televisión privada Geo.
Ghazi y su hermano Abdul Aziz, el imán titular de la mezquita, habían estado utilizando ese templo y sus escuelas coránicas adyacentes como base para lanzar una campaña de islamización, primero en la capital, y que después pensaban extender a todo el país.
Desde hace algunos meses, sus estudiantes, en especial las mujeres de la madraza Jamia Hafsa, habían protagonizado incursiones para imponer su versión de la moralidad islámica, llegando incluso a secuestrar a presuntas prostitutas a las que trataban de reeducar.
La cruzada de los radicales islamistas había puesto en apuros al presidente Pervez Musharraf. Su Gobierno ha sido incapaz de controlar las escuelas religiosas que difunden la ideología extremista.
Musharraf ordenó la intervención del Ejército poco después de que fracasaran los intentos de mediación, tras varias horas de negociación.
Para entonces, el pulso entre los militantes y las fuerzas de seguridad se prolongaba una semana y había dejado 24 muertos. Con las acciones de ayer las víctimas mortales se elevan considerablemente.
La mayor preocupación del Gobierno paquistaní durante toda la crisis ha sido evitar en lo posible la muerte de civiles, por temor a las posibles simpatías que un baño de sangre podría despertar hacia los extremistas.
Waheed Arshad, ha informado de que el asalto a la Mezquita Roja de Islamabad "se encuentra en su fase final".
EDITORIAL:Más que una mezquita
El País, 11/07/2007;
El asalto por el Ejército paquistaní a la Mezquita Roja de Islamabad, con la liberación de varios centenares de rehenes y la muerte de varias decenas de militantes islamistas, entre ellos su líder, el clérigo radical Abdul Rashid Ghazi, puede marcar un punto de ruptura y el principio de una ofensiva por parte del presidente Musharraf contra los elementos extremistas en el país. Si así es, será una campaña larga y cruenta. Para ello cuenta con el apoyo del PPP (Partido Popular de Pakistán), aunque resulta insuficiente. El asalto al templo musulmán despertará sin duda la ira de los numerosos islamistas más radicales, muchos de los cuales están muy presentes en las fuerzas armadas y el poderoso servicio de inteligencia ISI. Y todo en vísperas de unas elecciones generales este otoño que no es nada seguro que se celebren si Musharraf cae en la tentación de declarar el estado de emergencia.
Varios días de secuestro masivo y asedio y 11 horas infructuosas de negociación para que Ghazi y sus seguidores liberaran al menos a las mujeres y niños que se encontraban en el interior del templo y de la escuela coránica terminaron, como era desgraciadamente previsible, en un brutal asalto militar. Antes de morir, Ghazi -cuyo hermano y superior, Abdul Aziz, fue detenido anteriormente cuando huía disfrazado con un burka- habló de "agresión desnuda" y de su "martirio". No es seguro que Musharraf, el general que dio un golpe incruento en 1999 y se ha perpetuado en el poder, haya ganado puntos con esta acción. Aunque es partidario de un Pakistán laico, para gobernar se ha tenido que apoyar en los sectores islamistas moderados, pero también en otros extremistas. Es posible que lo que ha empezado en la Mezquita Roja sea una guerra abierta entre Musharraf de una parte, y de otra, los talibanes y Al Qaeda, que campaban relativamente a sus anchas, especialmente en el noroeste del país y habían comenzado a hacerse fuertes en Islamabad.
La tentación de aplazar las elecciones es grande. Sería un error. A pesar de la crisis, Pakistán necesita una renovación política. Prácticamente, la única que podría aportarla es la ya manida figura, pero aún con carisma, de la ex primera ministra Benazir Bhutto, en su día condenada por corrupción, aunque no puede servir un tercer mandato como jefa del Gobierno. No sería descartable, pero sí deseable, un pacto entre Musharraf y Bhutto para estabilizar un país al borde del abismo y dotado con armas nucleares.
Foto de la agencia Reuters.

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