24 feb 2009

Chihuahua, ¿atentado?

Columna Bajo Reserva de El Universal, 24 de febrero de 2009:
"Presiona el narco. Quiere la cabeza del alcalde de Ciudad Juárez
Este lunes estuvieron en las oficinas del secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, el titular de la Defensa Nacional, Guillermo Galván Galván; el director del Cisen, Guillermo Valdés Castellanos, y otros funcionarios. Afinan la reunión del Consejo Nacional de Seguridad, que será el miércoles, en Ciudad Juárez. Nos cuentan que buscan dar un mensaje claro desde una ciudad que desfallece ante el crimen organizado. La semana pasada, uno de los grupos criminales forzó la renuncia del director de Seguridad Pública. Ahora, claro, quiere la cabeza del alcalde, José Reyes Ferriz, quien está amenazado de muerte.
Los resbalones de los secretarios de Economía, Relaciones Exteriores y Turismo de días pasados tienen un denominador común: fueron en defensa de la guerra del presidente Felipe Calderón contra los narcos. Nos dicen que su mayor preocupación es que la imagen de México en el extranjero se deforma a ritmos acelerados, conforme escala la violencia. En un año complicado, la caída de la confianza impactará por dos vías al país: en los ingresos turísticos y en la IED, Inversión Extranjera Directa. Los tres mosqueteros (Patricia Espinosa, Gerardo Ruiz Mateos y Rodolfo Elizondo) salieron a defender lo suyo sin una estrategia de comunicación conjunta, bien definida. Fallaron. “México tiene un problema de imagen, y siempre ha sido interno. Ahora, su viciada reputación se ha vuelto internacional”, dijo ayer uno de los periódicos más influyentes en la élite estadounidense, The Christian Science Monitor. Tiene razón."
Columna Itinerario Político/Ricardo Aleman
El Universal, 24 de febrero de 2009;
¿Quién… luego de un gobernador?
¿Se debe entender atentado como respuesta del crimen a Calderón y Galván?
México, territorio de batalla del narco, donde mexicanos ponen los muertos
Si presuntos sicarios emboscaron al gobernador de Chihuahua, se confirma que el crimen organizado escala peldaños en la jerarquía de sus potenciales víctimas. Pero también que ya está muy cerca del gabinete y del Ejecutivo.
Por primera ocasión desde que se gestó la llamada narcopolítica —en el gobierno de Miguel de la Madrid—, los fusiles del crimen organizado no habían escalado al nivel de un gobernador. Los negocios llegaron a esas alturas —y basta recordar a Mario Villanueva—, pero no así los intentos de desestabilización. Y si bien para expertos del tema lo que se percibe en el fondo del ataque no parece más que un aviso, lo cierto es que la lumbre —como reza el sabio refranero popular—, parece llegar “a los aparejos” no sólo del gobierno de Felipe Calderón, sino del Estado todo. Nadie debe olvidar que Baeza es un gobernador del PRI.
Y es que la emboscada al gobernador de Chihuahua se produce como presunta respuesta de los criminales organizados, cuando apenas el pasado jueves, en Nuevo León, el presidente Calderón ratificó su decisión de no dar un paso atrás ante el embate de los criminales, en tanto que el propio general y secretario de la Defensa Nacional, Guillermo Galván, apeló al Congreso para revisar el soporte jurídico que regula la actuación militar en la lucha contra esos gemelos perversos que son crimen y narco.
¿Debemos entender el atentado contra Reyes Baeza como respuesta de los barones de la droga a las acciones del gobierno de Felipe Calderón, y al reclamo de Galván para reorientar las facultades de las Fuerzas Armadas?
Por lo pronto —mientras son peras o manzanas—, el ataque al convoy del gobernador del estado más extenso del país —y donde se descubrieron en tiempos del PRI los mayores cultivos mundiales de mariguana— detonó todas las alarmas de gobierno y Estado y confirmó que —por encima del trance económico global— la violencia desatada por el crimen organizado y el narcotráfico son la verdadera crisis del gobierno de Calderón.
¿Por qué razón —y a pesar del fuerte impacto de la crisis económica—, el de la violencia criminal es un problema más grave, de mayor calado en la tranquilidad social, la seguridad nacional, estabilidad del gobierno y la misma gobernabilidad?
La respuesta es evidente. Porque la crisis económica tiene su origen y buena parte de su solución allende las fronteras, en tanto que el territorio mexicano es el campo de batalla de la violencia desatada por las bandas del crimen organizado y el narcotráfico, cuyos barones exportan fortunas en mercancías ilegales, importan millones de dólares en armas y estimulan en México el consumo de drogas a niveles exponenciales, de escándalo.
Es decir, que en esa guerra del narcotráfico y el crimen organizado —igual que ocurre con los mexicanos indocumentados que cruzan la frontera en busca del sueño americano—, los mexicanos sólo ponemos los muertos, miles de muertos. Y claro, pagamos las secuelas de violencia generalizada, inestabilidad política, económica y social. Y son muchos los indicios de que vamos en caída libre… rumbo a la ingobernabilidad. ¿Pero cuál es la respuesta de la mediocre clase política mexicana a una emergencia formidable como esa?
En una muestra de irresponsabilidad supina, equiparable a la exhibida por boquiflojos colaboradores
de Calderón, el principal líder opositor de izquierda, Andrés Manuel López Obrador, se coloca del
mismo lado que los criminales organizados, y desde la plaza pública, con dinero público, arenga a favor de la caída del gobierno de Calderón. Olvida AMLO que no movió un solo dedo contra el narcotráfico y los criminales organizados, cuando era jefe de Gobierno del DF.
A su vez, el principal partido opositor del centro, el PRI, le apuesta a la amnesia colectiva y olvida que en los más recientes gobiernos tricolores anidó la narcopolítica, cuyo rostro más claro se exhibió en el gobierno priísta de Miguel de la Madrid. ¿Cuántos narco-gobernadores existieron en los tiempos del PRI? El tricolor no puede apostar a la desmemoria y menos a la caída del gobierno que, para bien o para mal, llegó cuando la casa estaba en ruinas.
Y por supuesto que el PAN y Felipe Calderón tienen una grave y alta responsabilidad en la evolución criminal —empezando por el mal gobierno de Fox—, ya que operativos, acciones, despliegues, inteligencia y táctica usados contra los criminales han sido insuficientes, si no es que fallidos. Con un poco de humildad, Felipe Calderón debiera reconocer los errores, mudar de estrategia y convocar a un pacto de unidad nacional. Todos parecen olvidar que en medio de una casa en ruinas nadie podrá gobernar. Parecen picados por la fea enfermedad del poder por el poder. Al tiempo.

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