22 oct 2011

Responso del peregrino/Alí Chumacero Lora

"Yo dejé de escribir, o quizá, más bien, de publicar, porque nadie me leyó. Yo me decía: Caramba, pero si yo me tardo tres o cuatro meses en un pinche poema. Y se publicaba, y nada. Bueno, pues qué pasa, me preguntaba. O no saben de poesía, o no sé, porque malos, malos, no son. 

Me costaba muchísimo trabajo hacer un poema. Uno de los poemas que escribí más rápido –mi mejor poema– fue Responso de un peregrino, y me costó cuatro meses.... Alí Chumacero
Responso del peregrino/Alí Chumacero Lora
I
Yo, pecador, a orillas de tus ojos
miro nacer la tempestad.

Sumiso dardo, voz en la espesura,
incrédulo desciendo al manantial de gracia;
en tu solar olvida el corazón
su falso testimonio, la serpiente de luz
y aciago fallecer, relámpago vencido
en la límpida zona de laúdes
que a mi maldad desplega tu ternura.


Elegida entre todas las mujeres,
al ángelus te anuncias pastora de esplendores
y la alondra de Heráclito se agosta
cuando a tu piel acerca su denuedo.

Oh, cítara del alma, armónica al pesar,
al luto hermana: aíslas en tu efigie
el vértigo camino de Damasco
y sobre el aire dejas la orla del perdón,
como si ungida de piedad sintieras
el aura de mi paso desolado.

María te designo, paloma que insinúa
páramos amorosos y esperanzas,
reina de erguidas arpas y de soberbios nardos;
te miro y el silencio atónito presiente
pudor y languidez, la corona de mirto
llevada a la ribera donde mis pies reposan,
donde te nombro y en la voz flameas
como viento imprevisto que incendiara
la melodía de tu nombre y fuese,
sílaba a sílaba, erigiendo en olas
el muro de mi salvación.

Hablo y en la palabra permaneces.
No turbo, si te invoco,
el tranquilo fluir de tu mirada;
bajo la insomne nave tomas el cuerpo emblema
del ser incomparable, la obediencia fugaz
al eco de tu infancia milagrosa,
cuando, juntas las manos sobre el pecho,
limpia de infamia y destrucción
de ti ascendía al mundo la imagen del laurel.

Petrificada estrella, temerosa
frente a la virgen tempestad.
II
Aunque a cuchillo caigan nuestros hijos
e impávida del rostro airado baje a ellos
la furia del escarnio; aunque la ira
en signo de expiación señale el fiel de la balanza
y encima de su voz suspenda
el filo de la espada incandescente,
prolonga de tu barro mi linaje
-contrita descendencia secuestrada
en la fúnebre Pathmos, isla mía-
mientras mi lengua en su aflicción te nombra
la primogénita del alma.

Ofensa y bienestar serán la compañía
de nuestro persistir sentados a la mesa,
plática y plática en los labios niños.
Mas un día el murmullo cederá
al arcángel que todo inmoviliza;
un hálito de sueño llenará las alcobas
y cerca del café la espumeante sábana
dirá con su oleaje: "Aquí reposa
en paz quien bien moría".

(Bajo la inerme noche, nada
dominará el turbio fragor
de las beatas, como acordes:
"Ruega por él, ruega por él...")

En ti mis ojos dejarán su mundo,
a tu llorar confiados:
llamas, ceniza, música y un mar embravecido
al fin recobrarán su aureola,
y con tu mano arrojarás la tierra,
polvo eres triunfal sobre el despojo ciego,
júbilo ni penumbra, mudo frente al amor.
 
Óleo en los labios llevarás mi angustia
como a Edipo su báculo filial lo conducía
por la invencible noche;
hermosa cruzarás mi derrotado himno
y no podré invocarte, no podré
ni contemplar el duelo de tu rostro,
purísima y transida, arca, paloma, lápida y laurel.
Regresarás a casa, y si alguien te pregunta,
nada responderás: sólo tus ojos
reflejarán la tempestad.
III
Ruega por mí y mi impía estirpe, ruega
a la hora solemne de la hora
el día de estupor en Josafat,
cuando el juicio de Dios levante su dominio
sobre el gélido valle y lo ilumine
de soledad y mármoles aullantes.

Tiempo de recordar las noches y los días,
la distensión del alma: todo petrificado
en su orfandad, cordero fidelísimo
e inmóvil en su cima, transcurriendo
por un inerte imperio de sollozos,
lejos de vanidad de vanidades:

Acaso entonces alce la nostalgia
horror y olvidos, porque acaso
el reino de la dicha sólo sea
tocar, oír, oler, gustar y ver
el despeño de la esperanza.

Sola comprenderás mi fe desvanecida,
el pavor de mirar siempre el vacío
y gemirás amarga cuando sientas que eres
cristiana sepultura de mi desolación.

Fiesta de Pascua, en el desierto inmenso
añorarás la tempestad....

Alí Chumacero Lora, Acaponeta, Nayarit 1918-México DF, 22 de octubre de 2011.
Estudió preparatoria en Guadalajara y muy joven se trasladó a  la ciudad de México,.
Perteneció al grupo de escritores que fundó la revista Tierra Nueva y dirigió la publicación entre 1940 y 1942. Fue redactor de la revista El Hijo Pródigo y de México en la cultura, suplemento del extinto periódico Novedades.
Fue  desde 1964 y hasta su muerte miembro de la Academia Mexicana de la Lengua;
Fue merecedor de varios premios, entre ellos;
El Xavier Villaurrutia (1984), el Alfonso Reyes (1986) y el Nacional de Ciencias y Artes (1987); el "Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines-Gatine Lapointe" en 2003; en 1996 recibió por el Senado de la República la medalla Belisario Domínguez; pero -según el poeta- lo que más gozóo en sus 92 años fue el trabajo detrás de su escritorio en el Fondo de Cultura Económica (FCE), donde fue editor, corrector y tipógrafo por casi 60 años.
Fue famoso por haber corregido para el FCE, entre cientos de obras, el Pedro Páramo de Juan Rulfo, aunque él negó siempre haber mejorado drásticamente la obra con su corrección.
Chumacero sólo publicó tres colecciones de poesía, un disco donde los recita, y un compendio de ensayos críticos:
1940 - Páramo de sueños
1948 - Imágenes desterradas
1956 - Palabras en reposo
1987 - Los momentos críticos (ensayos)
1997 - En la orilla del silencio y otros poemas en la voz del autor

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