Veracruz: sin
dejar huella.../NOÉ
ZAVALETA
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Proceso
# 1959, a 17 de mayo de 2014
Lejos
de disminuir, en los últimos meses las desapariciones de jóvenes se extendieron
a los principales municipios de Veracruz, lo que movilizó a ciudadanos y al
Colectivo por la Paz, los que luego de varias marchas y plantones lograron que
el gobernador Javier Duarte de Ochoa se sentara a dialogar y se comprometiera a
dar solución a ese problema social. No obstante aún falta mucho por hacer para
tapar esos “hoyos negros”, dicen los familiares de los afectados. En contraste,
el titular de la SSP asegura ufano: “No tenemos ningún problema grave”.
VERACRUZ,
VER.– Al igual que esta ciudad, Boca del Río, Xalapa, Cosamaloapan y los
Tuxtlas son “hoyos negros” en los cuales la gente –sobre todo adolescentes–
desaparece sin dejar rastro.
En
la última semana de abril pasado, la Procuraduría General de Justicia estatal
(PGJE) informó que durante la administración de Javier Duarte de Ochoa ha
habido 665 desapariciones forzadas por levantones, secuestros, ajustes de
cuentas entre bandas delincuenciales –Los Zetas y el Cártel Jalisco Nueva
Generación–, así como detenciones arbitrarias.
De ese total, según las estadísticas de la dependencia, 144 fueron menores de
edad, lo que ha provocado la indignación ciudadana. La mayoría se queja por el
tortuguismo con que se conducen la procuraduría y las demás instituciones
encargadas de velar por la seguridad pública: la Agencia Veracruzana de
Investigaciones (AVI), la Unidad Especializada Antisecuestros y la Fiscalía
para la Búsqueda de Personas No Localizadas.
Hasta
ahora, las protestas organizadas en febrero por el Colectivo por la Paz frente
al Palacio de Gobierno y los plantones en este puerto en vísperas del pasado
carnaval, obligaron a Ochoa a dialogar con 56 familiares de desaparecidos. El
mandatario se comprometió a “abrir las investigaciones” y a revisar “caso por
caso”.
El
sábado 10, el gobierno de Duarte y la procuraduría estatal organizaron un acto
mediático para anunciar 22 “casos de éxito”, que representan una ínfima parte
de las desapariciones acumuladas.
Proceso
enumera los cinco casos más emblemáticos que han sacudido a la sociedad
veracruzana.
Dos
expedientes ninguneados
Jonathan
Celma Rosales, agente aduanal de 26 años, desapareció el 29 de julio de 2013.
Un comando lo levantó de su domicilio en este puerto junto con su pareja,
Lucero Fontán. Ambos fueron subidos a una camioneta PT Cruiser escoltada por un
Bora gris. Los vehículos se perdieron entre las calles de Arboledas Floresta.
Lourdes
Rosales Cano, madre de Jonathan, presentó la denuncia ante la Séptima Agencia
del Ministerio Público, a cargo de Mario Ramírez; los empleados batallan para
encontrar el expediente 961/2013/7/Ver-08. La última vez el legajo estaba en el
piso y le faltaba la última hoja de diligencias.
Ese
mismo 29 de julio los captores exigieron medio millón de pesos por la
liberación del joven. La señora Rosales negoció con los plagiarios, quienes
convinieron en aceptar 50 mil pesos; incluso le pidieron depositar el dinero en
una caseta telefónica frente a una plaza comercial.
Pero
el plagiado no apareció. Su madre decidió presentar una denuncia penal y pedir
el apoyo de la AVI; ahí unos agentes le dijeron: “Es un autosecuestro, el joven
quiere obtener dinero”, comenta la señora Rosales.
Horas
después fue recibida por el entonces director de la AVI, Mario Delfín
Domínguez, quien le dijo: “Es un caso de delincuencia organizada, deme 48 horas
y lo resuelvo”. Ya pasaron ocho meses y nada se sabe del paradero del agente
aduanal; incluso Domínguez ya fue removido.
El
30 de noviembre de 2011 Karla Nallely Saldaña, Jesús Alberto Estrada y otros 10
jóvenes desaparecieron en Xalapa. Karla y Jesús, medios hermanos, iban con una
amiga llamada Itzel Quintanilla en el auto de Karla, un Peugeot modelo 2005
número de serie VF39DXFX35S501362.
Carlos
Saldaña Grajales, padre de Karla y Jesús, inició una denuncia en una agencia
ministerial xalapeña que quedó registrada en el expediente 2009/11/3ª/ Xal-12.
El
Peugeot fue localizado meses después. Lo tenía el expolicía intermunicipal
Isaac Moreno, quien estuvo recluido en el penal de Pacho Viejo (causa penal 494/2011);
terminó por confesar que un excompañero llamado Filiberto Rojano se lo había
dado a reparar. Las autoridades enviaron a Rojano una “orden de presentación”,
pero él no se ha presentado.
Moreno
fue detenido con Amaranta Cuevas; él recuperó su libertad pero su compañera
sigue en la cárcel acusada de robo, aunque nunca fue interrogada sobre el
paradero de los hijos de Saldaña Grajales.
Cuando
éste asiste a la nueva unidad antisecuestros de la AVI y a la agencia del
Ministerio Público donde está arraigado el expediente, los responsables lo
reciben con la pregunta: “¿Qué ha investigado usted?”.
“El
expediente no está completo, pese a que lo he solicitado, no están las
‘sábanas’ de las llamadas de las tres personas implicadas –Moreno, Rojano y
Cuevas–; sólo llamaron a declarar a dos o tres personas por la desaparición de
mis hijos desde marzo de 2012. La averiguación previa, las diligencias e
investigaciones quedaron paradas. No sé qué paso”, comenta Saldaña.
En
las investigaciones que ha hecho por su cuenta, Saldaña supo que la noche del
30 de noviembre de 2011 en Xalapa desaparecieron otros 10 jóvenes, según le
confirmó el comandante de la AVI Alejandro Ortega Cueto.
Se
queja porque, dice, las autoridades “no están haciendo sus funciones como
corresponde. Yo ya perdí el miedo. Creo que ellos sólo actuarán cuando
desaparezca un ser querido; quizá sólo así pierdan el temor y combatan a los
verdaderos delincuentes”.
Tragado
por el mar
La
madrugada del pasado 26 de enero Giovanni Palmeros Arciga, de 32 años, y varios
amigos salieron del bar La Cantinita, en Boca del Río. Y aunque él quería
seguir la fiesta, le dijeron que lo hiciera solo. Lo vieron atravesar hacía el
lado del bulevar costero, donde fue tragado por el mar.
Han
pasado 80 días y no se sabe nada de él. Sus últimos rastros son un retiro
bancario en una Farmacia del Ahorro, hecho a la una de la madrugada de ese 26
de enero, una multa de tránsito, la retención de su vehículo dos horas y media
después y un mensaje de WhatsApp enviado a una amiga cerca de las seis de la
mañana.
Oriundo
de Cosamaloapan, Palmeros salió de su pueblo en 2010, al igual que decenas de
familias, por la violencia, secuestros y ejecuciones que se desataron durante
el último año de gobierno de Fidel Herrera Beltrán.
René
Palmeros ha buscado afanosamente a su hijo Giovanni. Ha preguntado por él en la
Dirección de Tránsito y Vialidad; en el Centro de Comunicaciones, Cómputo,
Control y Comando; la Secretaría de Seguridad Pública (SSP), la agencia del
Ministerio Público, la AVI, la Unidad Antisecuestros, los comercios y
discotecas de la zona costera. Todo en vano.
Cuando
el señor Palmeros quiso ver los videos de La Cantinita, Juan Carlos Parra
Ortega, gerente del bar, se negó. Lo mismo hizo cuando la agente de la Primera
Agencia del Ministerio Público, Obdulia Avidal Suárez, hizo una petición
formal.
René
Palmeros dice que no hay capacidad de investigación en el Ministerio Público.
Los oficios para girar una orden de búsqueda a la unidad antisecuestro, por
ejemplo, tardaron semanas en librarse.
“Yo
quiero saber si a mi hijo se lo llevaron en una lata de atún, si fue una
patrulla de tránsito, si se lo tragó el mar, si fue la policía o la Armada
–dice–. Es desesperante no saber si a mi hijo me lo reclutó (el narco); si me
lo secuestraron o me lo enterraron en la playa.”
“Díganle
que están bien”
El
pasado 15 de marzo desapareció el estudiante de arquitectura Gerson Quevedo
González. Sus padres llamaron al número de emergencias 066 de la SSP para
reportar el secuestro.
Del
otro lado de la línea les respondieron: “Seguramente se trata de un secuestro
virtual. Mándenle un mensaje al celular de su hijo; díganle que ustedes están
bien, que regrese a casa”. El mensaje quedó asentado en el folio 56699 de la
SSP.
Ante
la falta de apoyo, la familia Quevedo González optó por negociar con los
captores. Aceptó pagar los 50 mil pesos de rescate que les exigieron y se
trasladaron a la Plaza Crystal, como se los ordenaron, y ahí dejaron el dinero.
Pasaron las horas pero Gerson no volvió a casa; la comunicación con sus
plagiarios se complicó.
El
hermano de Gerson, Alan, portero sub-17 de los Tiburones Rojos, y su cuñado,
Miguel Eliacim Caldelas, “salieron a buscarlo”. Recorrieron la zona del
fraccionamiento Arboledas San Ramón, en el municipio de Medellín de Bravo,
conurbado con el puerto de Veracruz. Lo ubicaron en una casa de seguridad
–narra el padre de Gerson– la madrugada del 16 de marzo.
Pero
algo salió mal. Los plagiarios descubrieron a Alan y a su cuñado y tras
corretearlos unos metros los acribillaron. Minutos después llegaron al lugar
fuerzas federales y dieron muerte a un sicario.
Horas
después el gobierno estatal emitió un boletín en el cual informó sobre el
enfrentamiento en el cual tres presuntos delincuentes perdieron la vida. Dos
días después, el 18 de marzo, corrigió: dijo que la familia Quevedo González
relató a policías ministeriales que uno de sus hijos –Gerson– había sido
secuestrado la mañana del 15 de marzo y que los plagiarios solicitaron un
rescate vía telefónica, el cual fue pagado.
“Son
dos asesinatos y un secuestro lo que esta familia ha vivido en un mes. Y en ese
tiempo la Procuraduría de Justicia nos dice que sólo ha logrado avanzar con una
orden de presentación de un presunto indiciado. Eso es una burla”, dice indignada
Maricela González, madre de Gerson y Alan.
Y
añade: “Una semana después de la ejecución y secuestro de mi hijo, el 23 de
marzo, nos llamaron a declarar. ¿Sabe usted la incertidumbre que es vivir con
eso? Sólo quiero que encuentren a mi hijo vivo. Me duele muchísimo, ya perdí a
mi hijo Alan y a mi yerno”.
Su
esposo, Gerson Quevedo, dice que en la nueva Unidad Especial Antisecuestros de
la procuraduría los trámites se tienen que hacer desde Xalapa, mientras que el
doble homicidio y secuestro ocurrió en Medellín (a dos horas y media en
automóvil), lo que complica las investigaciones. Además, insiste, no se ha
asignado a policías ministeriales o investigadores al caso para hacer
diligencias en el lugar de los hechos.
La
familia Quevedo González vive a salto de mata. Se han cambiado de domicilio dos
veces por temor a represalias de la delincuencia organizada, pues uno de sus
sicarios fue abatido en el operativo policiaco del 16 de marzo.
Hace
tres años los hermanos Alan y Gerson vivían con su familia en Orizaba, en la
zona montañosa del centro de Veracruz. Todos se mudaron a Medellín para apoyar
a Alan, quien a sus 15 años tenía un futuro promisorio en los Tiburones Rojos.
Ellos
saben quién fue
“No
voy a descansar hasta encontrarla”, asegura Yolanda Rivera Treviño, madre de la
joven estudiante Ámbar Nayeli Suárez Rivera, de 24 años, quien desapareció el 2
de octubre del año pasado en el puerto jarocho.
Ámbar
estudia odontología. Lo último que se sabe de ellas es que tuvo una cita con su
exnovio, un cirujano del IMSS de Cuauhtémoc, en el norte de la ciudad. Poco
antes él había pedido su cambio de adscripción y terminó por pedir su baja
temporal. “La procuraduría sabe quién fue… No entiendo por qué no lo detiene”,
cuenta Yolanda Rivera.
La
averiguación de la procuraduría estatal sobre el caso de su hija (AP
1035-2013-1-Ver-10) ha sido bloqueada por los agentes ministeriales. “El
subprocurador de Justicia, Fernando Vázquez Maldonado –quien incluso ya fue
removido del cargo–, me decía que no entorpeciera las investigaciones, que lo
dejara trabajar. Pasaron los meses y no avanzó nada”, relata la madre de Ámbar.
La
joven salió de su domicilio de la zona centro del puerto de Veracruz ese 2 de
octubre hacia las cuatro de la tarde. Su exnovio la había citado, según confesó
a sus padres; les dijo incluso que no quería saber nada de él, que se sentía
acosada.
Lo
iba a ver, les explicó, “para finiquitar” cualquier tipo de relación. Después
iría a la Facultad de Odontología, pues debía realizar tres prácticas profesionales.
Nunca llegó. En su vehículo quedó su maletín médico. Los agentes del Ministerio
Público jamás tomaron huellas.
Ante
esas omisiones de la procuraduría estatal, Yolanda Rivera contrató a dos
detectives privados. En 15 días encontraron pruebas, videos y elementos
suficientes para incriminar al exnovio en la desaparición de Ámbar, lo que la
procuraduría de Veracruz no pudo hacer”, comenta.
“Lo
único que me interesa –insiste– es que aparezca mi hija, aunque sus captores
salgan de la cárcel al otro día. Las autoridades de Veracruz tienen todo y no
hacen nada.”
Tipificar
la desaparición forzada
El
gobierno de Duarte terminó por admitir el problema de las desapariciones
forzadas, e incluso trabaja con los integrantes del Colectivo por la Paz para
impulsar una iniciativa de ley sobre el tema.
El
viernes 2 el periódico Reforma informó de un levantón masivo afuera del bar
Sodoma, en Xalapa, en enero pasado. En esa ocasión, según Laura Bárcenas, se
llevaron a su hijo Héctor Vargas Bárcenas, de 28 años. Ella sostiene que, según
registro de la cámara de seguridad de un negocio contiguo, en ese operativo
participaron dos patrullas de la Policía Estatal Acreditable.
Ese
levantón se suma a la ola de violencia que ha regresado a la capital del estado
y municipios conurbados, donde el viernes 9 varios presuntos sicarios fueron
abatidos en el municipio de Banderilla por agentes federales que participan en
el Operativo Veracruz Seguro. Rescataron el cuerpo de un plagiado en una casa
de seguridad en pleno centro del municipio.
Anaís
Palacios, vocera del colectivo que lleva 56 casos de personas desaparecidas,
comenta al reportero que la recién creada Fiscalía Especializada para la
Búsqueda de Personas Desaparecidas debe investigar cada expediente y abrir las
indagatorias las veces que sea necesario, pues en muchos casos la policía
estatal está implicada.
Le
reconforta, dice, que el gobernador Duarte haya prometido el pasado 15 de abril
analizar cada caso en particular: “Me voy a seguir reuniendo con ellos
(Colectivo por la Paz) –dijo el mandatario–. Estamos abriendo las
investigaciones y va caminando la Fiscalía Especializada para localizar a
personas desaparecidas”.
En
contraste, su secretario de Seguridad Pública, Arturo Bermúdez Zurita, mandó un
mensaje muy distinto, pues no sólo minimizó el asunto de las desapariciones
forzadas y los secuestros, sino que los equiparó con actos delincuenciales:
“Son
delincuentes ajustando a otros delincuentes. Lo que quiero decir es que no
tenemos ningún problema grave. La sociedad puede seguir caminando por las
calles y asistir a las plazas.”
A
su vez el procurador de Justicia, Luis Ángel Bravo, señaló que había varios
casos archivados y prometió desempolvarlos.
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