Project Syndicate, 6 de junio de 2020/
¿Usted creería que el coronavirus fue desarrollado por un gobierno para debilitar a sus rivales extranjeros? ¿O que “patriotas” lo crearon para fomentar una revolución contra el “gran gobierno” y el “estado profundo”? Lamentablemente, mucha gente que se ha topado con esta desinformación online la ha compartido con sus amigos y familiares.
Aun así, estamos aprendiendo más sobre quién genera noticias falsas sobre la pandemia y cómo frenar su circulación. Además de los trabajadores de la atención médica que arriesgan su propia vida y de los científicos que trabajan en tratamientos y una vacuna, otra rama de la respuesta al COVID-19 también merece reconocimiento. En los últimos años, los verificadores de hechos del mundo han desarrollado una capacidad para detectar y rotular las mentiras que circulan en la esfera pública. Ahora, han virado su atención a las noticias basura sobre la crisis del COVID-19, ayudando a las plataformas de redes sociales a moverse con más rapidez para disipar y desalentar rumores, desinformación y teorías conspirativas.¿Usted creería que el coronavirus fue desarrollado por un gobierno para debilitar a sus rivales extranjeros? ¿O que “patriotas” lo crearon para fomentar una revolución contra el “gran gobierno” y el “estado profundo”? Lamentablemente, mucha gente que se ha topado con esta desinformación online la ha compartido con sus amigos y familiares.
En el Oxford Internet Institute, estamos rastreando la marea de desinformación de gran escala y multiplataforma sobre el COVID-19 generada por los regímenes autoritarios. Los medios de noticias estatales en China, Irán, Rusia y Turquía tienen importantes audiencias globales y, teóricamente, podrían llegar a mil millones de cuentas de redes sociales con contenido en inglés. Si bien algunas de estas cuentas son falsas, el contenido se comparte en las redes de decenas de millones de usuarios reales.
Los medios de desinformación tienden a producir menos contenido que los medios de noticias independientes y profesionales, pero pueden generar una participación efectiva diez veces mayor con el material que publican. A diferencia de las publicaciones más responsables, politizan activamente las noticias y la información referidas a la salud para sacar provecho de los miedos y la frustración preexistentes. Al criticar a las democracias y calificarlas de corruptas e incompetentes, elogiando el liderazgo global de los líderes autoritarios y promoviendo teorías conspirativas sobre los orígenes del coronavirus y las motivaciones de las agencias internacionales de salud, intentan moldear –o al menos embarrar- lo más posible el relato global.
Por supuesto, hay relatos que provienen de las democracias del mundo que también distraen la atención. En Estados Unidos, la administración Trump ha recalcado el hecho de que el virus se originó en Wuhan, China –un punto que es esencialmente irrelevante para encontrar una cura u organizar una respuesta de salud pública-. La única razón para destacar la conexión con Wuhan es politizar la crisis o promover estereotipos sobre los chinos étnicos.
Ésas son malas noticias. La buena noticia es que ahora sabemos de dónde proviene la desinformación. Al analizar una amplia muestra de mentiras sobre el COVID-19 vinculadas a la salud, descubrimos que una de cada cinco de ellas proviene de políticos, celebridades y figuras públicas prominentes, y que un alto porcentaje de la desinformación está siendo propiciada por medios de información controlados por gobiernos autoritarios.
También sabemos que la respuesta cívica ha sido agresiva. Una comunidad global de verificadores de hechos que se congregó luego del debate sobre el Brexit en el Reino Unido y la elección presidencial de Estados Unidos en 2016, rápidamente ha pasado a chequear información referida a la salud. Mientras voluntarios en el Reino Unido rastrean desinformación a través del proyecto Infotagion, sus pares norteamericanos están desarrollando una base de datos de sitios legítimos de testeo del COVID-19. Hoy hay muchas organizaciones creíbles de verificación de hechos que catalogan las mentiras y esto permitió que las verificaciones de hechos de noticias sobre la salud se multiplicaran por nueve entre enero y marzo de este año.
A diferencia de 2016, las plataformas de redes sociales están respondiendo. La mayoría de las publicaciones en redes sociales que los verificadores de hechos han considerado falsas han sido removidas o tienen un rótulo de advertencia. Pero la respuesta ha variado marcadamente entre las principales plataformas. Según un estudio (de cual fui coautor) del Instituto Reuters en la Universidad de Oxford, el 59% de las publicaciones en Twitter calificadas como falsas siguen activas, comparado con el 27% de las publicaciones falsas en YouTube y el 24% en Facebook.
Para el usuario individual, el consejo de siempre para la higiene de las fuentes de noticias sigue siendo el mismo. No reenviar, dar “me gusta” o compartir información a menos que se haya dedicado cierto tiempo a inspeccionar la fuente y pensar en los comentarios. Al interactuar con amigos y familiares, sólo comparta lo que sabe que es fáctico y evite contenidos o comentarios sensacionalistas y conspirativos que aparentan ser noticias.
También debería diversificar sus fuentes de información y no abusar de los comentarios políticos. Todos también deberíamos ser conscientes del efecto de pánico que genera el consumo constante de noticias sobre el COVID-19. Una ansiedad indebida nos puede llevar a buscar explicaciones ocultas y especulativas, que luego muy probablemente queramos compartir. Es mejor si busca actualizaciones sólo una vez por día y de unas pocas autoridades confiables. Si está buscando consejos sobre salud pública, consulte los sitios web de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos y de la Organización Mundial de la Salud.
En tanto combatimos el virus, también debemos luchar contra las noticias basura y la desinformación sobre la pandemia. La diseminación de mensajes de salud politizados es especialmente peligrosa, como lo son los ataques a las agencias públicas creíbles y a los medios confiables y profesionales. Necesitamos hacer todo lo posible para garantizar que la gente tome las mejores decisiones para su propia salud y la salud de quienes la rodean.
Si usted está sano y confinado en su casa, considere sumarse a la resistencia. El simple hecho de no compartir las noticias basuras sobre salud que aparecen en sus redes ya es un aporte importante. Cuanta más gente ayude a aplanar la curva de la desinformación, más saludables seremos nosotros y nuestras redes sociales.
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