2 oct 2024

Dámaso Murúa, el desconocido/Faustino López Osuna*

Dámaso Murúa, el desconocido/Faustino López Osuna*

La Voz del Norte, domingo 1 de agosto de 2010

Hace exactamente 61 años, en 1948, el jovencito Dáma­so Murúa Beltrán al terminar su instrucción primaria y en virtud de que no había secundaria en Escuinapa, donde vivió al lado de sus padres don José Murúa Beltrán y doña Altagracia Contreras López, en la calle Belisario Domín­guez número 201 poniente, se vio obligado a emigrar a la ciu­dad de México. Allá cursó la segunda enseñanza en la Prevo­cacional número 3, el bachillerato tecnológico en la Vocacional también número 3, de Contaduría, y sus estudios profesionales en la Escuela Superior de Contabilidad y Administración, plan­teles, todos, del Instituto politécnico Nacional, recibiéndose de Contador Público Titulado y Auditor, en 1957.

Por su rigurosa preparación académica, Dámaso Murúa trabajó desde sus primeros años de estudiante de la ESCA, ingresando a la Secretaría de Industria y Comercio donde rea­lizó una brillante y ascendente trayectoria en el ámbito pes­quero del país, de tal suerte que en 1960 se le encomendó, y llevó a cabo, el primer Catálogo de Cuentas de Cooperativas Pesqueras de la República.

Su probada capacidad lo llevó a Somex, donde recibió las empresas pesqueras que integrarían a Productos Pesqueros Mexicanos en Guaymas, Topolobampo, La Reforma, Culia­cán, Escuinapa y Salina Cruz, las que, a su vez, pasarían a ser propiedad de Banpesca.

Un giro de timón propio de la política económica mexicana hizo que Murúa Beltrán, pese a su reconocida y sobresaliente labor llevada a cabo durante 25 años en el sector pesquero, fuera designado, de 1969 al resto del sexenio diazordacista, para concretar técnica y contablemente la liquidación, en Monterrey, de la empresa automotriz alemana Borgwared o BMW, en quiebra.

Al inicio del sexenio de Luis Echeverría Álvarez, en 1973, Jesús Silva-Herzog Flores, director general de Infonavit, lo nombró Contralor Interno del naciente instituto al servicio de los trabajadores de México.

Al llegar a la presidencia Miguel de la Madrid Hurtado, a partir de 1982 Dámaso Murúa Beltrán, por su amplio conoci­miento histórico en la materia, fue designado Director Finan­ciero y de Administración de Banpesca, hasta 1985 en que se le jubiló.

Reconocido profesionalmente por varios presidentes de la República, con la satisfacción de haber trabajado al más alto nivel de la administración pública federal con cinco minis­tros: Petriccioli, Emilio Rabasa, Héctor Hernández, Fernando Rafful, Pedro Ojeda Paullada y Jesús Silva-Herzog, Dámaso Murúa sabe, con limpio orgullo, que en tiempos de su jubi­lación, en España, concretamente en Madrid, editaron un diccionario de destacados políticos mexicanos en el que, sin ampulosidad alguna, aparece su nombre.

Pero el ameritado escuinapense igualmente formó parte durante seis años de la planta de docentes de la Escuela Supe­rior de Economía, del propio Politécnico Nacional, impartien­do las materias Costos Industriales e Interpretación y Análisis de los Estados Financieros. Ahí, por coincidencia de tiempo y espacio, no solamente viví la excepcional experiencia acadé­mica de tenerlo como maestro cuando, en 1964, cursaba el cuarto año de la licenciatura.

También, en el campo de la literatura ocurrió que, cola­borando yo como jefe de redacción de “El Colmillo Atinado”, un aguerrido periódico estudiantil tamaño tabloide que con cartones originales de Rius editábamos tres compañeros de Economía, le publicamos al maestro Dámaso una de las pri­ micias de sus 12 Relatos Escuinapenses de “El Güilo Menti­ras”, que luego daría a la imprenta él mismo con estupendas ilustraciones de Naranjo.

Habrá que decir, como obligado antecedente, que en 1966, cuando trabajaba en las pesquerías, Dámaso Murúa conoció a Florencio Villa, el auténtico “Güilo Mentiras”, con sus desbordadas tallas y chispeantes relatos de la tierra de las barcinas. Y de las docenas y docenas de horas de charlas di­rectas con él, integró un valioso volumen, único en su género, que en 1971 tuvo su primera edición, aumentando dos más en 1974 y 1975, sin contar las cuatro realizadas por la Universidad Autónoma de Sinaloa.

Para bien de nuestra cultura regional, Dámaso Murúa Bel­trán, por su obra “El Güilo Mentiras”, figura en una antología polaca publicada en Varsovia, junto con autores latinoameri­canos, como Jorge Luis Borges, Gabriel García Márquez, José Emilio Pacheco y Ciro Alegría. Igualmente, en Alemania, for­ma parte de otra antología al lado de 22 mexicanos más.

Escritor de prolífica pluma, a la fecha ha escrito 28 libros y plaquettes.

Consigno aquí que un día de la década de los años 80, el propio Dámaso me pidió que junto con el gran escritor Juan de la Cabada, participara yo como presentador, en la Sala Ma­nuel M. Ponce del INBA, de una de las múltiples reediciones de su libro capital llevada a cabo por el Instituto Nacional de la Juventud.

Al más puro estilo de Florencio Villa, el célebre escritor de la tierra de los tamales barbones cuenta que, por la línea de su abuela paterna, doña Rita Valenzuela, el tremendo beisbo­lista Fernando Valenzuela es, ni más ni menos, su sobrino. Del mismo modo, platica que “El Güilo Mentiras”, que era cons­tructor de casas de palma, cuando lo conoció por los años 60, le dijo, como no queriendo la cosa, que un día de mucho ca­marón había construido, años atrás, el puente de El Rosario, con todo y sus 850 metros lineales, sobre el Baluarte.

Créasele o no a Dámaso Murúa Beltrán, pero lo telúrico o la influencia de su región sobre su literatura, no se lo quita nadie. Es más, en el año de su titulación profesional en 1957 y en el de su jubilación laboral en 1985, ocurrieron los dos más catastróficos sismos de que se tenga memoria, en la ciudad de México. Y eso no lo inventó “El Güilo Mentiras”.


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