Columna
RAZONES/ JORGE FERNÁNDEZ MENÉNDEZ
Excélsior, 5 de agosto de 2013;
Muchas
cosas se ven diferentes desde la oposición que desde el poder. De los ajustes
al precio de la gasolina hasta la urgencia de las reformas estructurales
pasando, obviamente, por la política y la seguridad. No hay soluciones
sencillas desde el ejercicio del poder. Lo que está ocurriendo en Michoacán es
una buena demostración de ello. Lo escribimos hace casi seis meses, el 18 de
febrero pasado. Decíamos en este espacio que hacía seis años, el entonces
presidente Calderón había anunciado el primer operativo de su administración
contra el narcotráfico. "Era en Michoacán, decíamos entonces, su tierra
natal, azotada desde dos años atrás (1998) por una cruenta guerra entre
distintos cárteles, uno de los cuales, de relativamente reciente aparición, La
Familia Michoacana, trastocaba, como sus originales socios y luego enemigos de
Los Zetas, todas las normas y lógicas de la violencia del crimen organizado
conocidas hasta entonces".
"Han
pasado seis años, continuaba aquel texto, La Familia Michoacana sigue existiendo,
pero la mayoría de sus mandos y dirigentes se enfrentaron entre sí y
conformaron otro cártel, Los Caballeros Templarios... El número de muertos y
desaparecidos en Michoacán después de seis años se cuenta por miles y la
situación de seguridad no ha mejorado, al contrario, muy probablemente es,
junto con buena parte de Guerrero y la Comarca Lagunera, la región del país
donde menos control existe contra los grupos delincuenciales... El gobierno de
Peña Nieto ha decidido, en una acción que no tiene nada de casual, lanzar su
primer operativo con la nueva política de seguridad, en Michoacán... No es un
desafío menor: pese a los enormes recursos y golpes notables que se dieron a
los cárteles, Michoacán, en el terreno de la lucha contra las drogas, debe ser
el lugar del país en que menos fructificaron los esfuerzos de la estrategia de
Felipe Calderón".
Seguramente
hubo errores en la estrategia seguida por el gobierno de Calderón en Michoacán,
decíamos en febrero pasado, "pero también un ambiente que induce a
la violencia. El gobierno de Leonel Godoy, no sólo no colaboró sino que fue
penetrado hasta lo más profundo por el crimen. Cuando se implementaron medidas
tan drásticas como el michoacanazo, los jueces locales y las autoridades
conspiraron para dejar en libertad a todo el mundo: el único que continúa
prófugo, y es una suerte de paradigma de lo ocurrido en Michoacán, es el medio
hermano del ex gobernador, Julio César Godoy Toscano, el mismo legislador que
fue ingresado ilegalmente por un grupo de diputados a San Lázaro para que
rindiera protesta como diputado, obtener así el fuero y librar la orden de
aprehensión que existía en su contra. Los grupos criminales se han enraizado en
distintas organizaciones sociales, actúan en muchas ocasiones de forma
militante (con un discurso que mezcla conceptos cristianos, de izquierda, muy
conservadores y al mismo tiempo populistas); hay otros grupos armados que están
a mitad de camino entre la política y el crimen; y existen movimientos como el
de la Coordinadora y las normales rurales que terminan participando, también,
en el juego de la violencia, convertidos en aliados, por lo menos tácitos, de
esos grupos criminales".
Algunas,
pocas cosas, han cambiado en Michoacán, concluíamos entonces, "pero ese es
el escenario que ha decidido confrontar la administración Peña y que deberá
superar para demostrar que sus políticas de seguridad son mejores que las de
sus antecesores. No será objeto de interpretaciones: habrá que confrontar,
simplemente, los resultados".
Esos
resultados, en Michoacán, hasta ahora, no han sido mejores que en el pasado a
pesar del esfuerzo realizado. No lo han sido a pesar de que existe una mucho
mejor coordinación entre las distintas dependencias y de que se ha tratado de
apostar mucho al trabajo social, pero tampoco en el estrictamente político:
Fausto Vallejo no gobierna: su salud no se lo permite. Un gobierno interino y
débil no es el mejor para llevar un estado en el que se ha perdido el control y
donde tampoco se ha castigado la complicidad con el crimen ni la corrupción de
la pasada administración. La demanda opositora de que exista un gobierno
estable y con consenso en la entidad no debería ser desatendida, aunque no
puede pensarse en elecciones extraordinarias en un estado en una crisis de
seguridad. En ese escenario pensar en una desaparición de poderes no sería
descabellado.
Hace
bien el gobierno federal en volver al tema Michoacán a partir de un esfuerzo
global que implica prácticamente una intervención federal en el estado, aunque
quizá serán necesarias medidas institucionales de mayor calado. Pero también
hace bien en comprender que existen espacios, estrategias, que no admiten
interpretaciones ni juegos partidarios. Nadie inventa el hilo negro cuando se
lucha por la seguridad.
1 comentario:
Fausto Vallejo....rehén priísta.....que para el caso sería lo mismo. Estado de sitio lo indicado. Saludos!!!!
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