La tarde de sangre en Guaymas/ Héctor De Mauleón
El Universal, 29 de noviembre de 201
Hace apenas tres años, en septiembre de 2018, policías municipales de Guaymas fueron grabados al momento de entregar a tres detenidos a los miembros de un grupo criminal. De esos tres detenidos jamás volvió a saberse.
Un año más tarde, en agosto de 2019, el entonces secretario de Seguridad Pública, Alfonso Durazo, depositó en manos de marinos y militares la seguridad de los cinco municipios más violentos de Sonora. Guaymas era uno de ellos.
Pasó un año más: 35 municipales de Guaymas fueron cesados por no acreditar los controles de confianza. Algunos de ellos no quisieron recibir la notificación de cese y se unieron para emprender en grupo una estrategia legal.
A uno de ellos, Remberto Gastélum, lo mataron horas más tarde, de 30 tiros, cuando regaba las plantas de su jardín. Los vecinos vieron huir un automóvil blanco. La municipal entró en shock. Más tarde alguien filtró un audio en el que el secretario de seguridad impuesto por Durazo, el capitán de la Marina Andrés Humberto Cano Ahuir, sostenía una conversación con un subordinado, conocido como El Chapo Manjarrez. Alguna vez la cité en este espacio:
“—¿A quién hay que pegarle para que se pongan a temblar estos hijos de la chingada, a quién hay que romperle la madre, agarrarlo, matarlo, lo que se tenga que hacer para que se pongan a temblar y se haga un desmadre en esa pinche organización?
—El Peña es uno de los indicados.
—¿Y de chingarnos a Remberto?
—También, cómo no.
—Órale, ya estás. Sale viejo”.
Nadie negó nunca que la voz del audio fuera la del capitán. Repetidas narcomantas lo acusaban a él, y a la entonces alcaldesa Sara Valle Dessen, de proteger al Cártel de Sinaloa y su mafia regional: el grupo conocido como Los Salazar.
Sin embargo, Alfonso Durazo sostuvo al secretario que había impuesto, a pesar de que el proceso de militarización de Sonora no tardó en fracasar: en el primer año de los cinco mandos militares el homicidio subió 375%, el robo a negocio 500%.
Se fue al fin la presidenta municipal Valle Dessen y tras las elecciones de junio pasado (en que Durazo se convirtió en Gobernador de Sonora) llegó una nueva alcaldesa, de Morena: Karla Córdova.
En julio del 2021 el periodista Ricardo López, del portal InfoGuaymas hizo responsable al capitán de lo que le pudiera ocurrir. A López lo citaron en el estacionamiento de un centro comercial, lo asesinaron con arma de fuego y se llevaron y quemaron su coche. El periodista señaló que el militar lo había acusado de recibir dinero de La Plaza, grupo ligado al narcotraficante Rafael Caro Quintero. De nueva cuenta no ocurrió nada.
A la llegada de la nueva alcaldesa, Cano Ahuir se mantuvo en el cargo. Es precisamente a este capitán a quien un grupo de sicarios fue a buscar el jueves pasado, según declaró el secretario de Marina, Rafael Ojeda, en un atentado que cobró la vida de la joven activista Marisol Cuadros, miembro del colectivo “Feministas del Mar”, el cual se manifestaba frente al Palacio Municipal de Guaymas con motivo del Día Internacional Contra la Violencia de Género.
Aquella tarde, eran las 18:40 y comenzaba a oscurecer, la alcaldesa Córdova había bajado a conversar con las integrantes del colectivo. La acompañaba el secretario de Seguridad, Cano Ahuir, quien tenía la instrucción de “dejarlas pintar si querían pintar”, así como un funcionario de comunicación social. Se hallaban rodeados por ocho marinos, escoltas del secretario.
Entonces vino la agresión. Fuentes federales sostienen que los tiros tuvieron cuatro trayectorias, que cuando todo terminó la fachada del Ayuntamiento presentaba 14 impactos del calibre .223, y que fue el propio capitán Cano Ahuir —y no uno de sus escoltas, como se ha repetido— quien disparó en contra del sicario que perdió la vida durante el ataque: un limpiavidrios con problemas de adicción, reclutado hacía poco tiempo por un grupo criminal.
De acuerdo con periodistas locales que cubrían la protesta feminista, hubo al menos dos detonaciones de granada, una de las cuales impactó en un Mini Cooper. Estos mismos periodistas vieron que, en medio del ruido de las detonaciones, una camioneta de la Marina que circulaba por la calle 24, en vez de aproximarse al lugar del tiroteo, desvió su camino y se estacionó en una gasolinera cercana.
Vieron también que un auto blanco que huía del lugar de los hechos en sentido contrario no fue molestado por una patrulla de la municipal.
Los testimonios coinciden en que al momento del tiroteo activistas y funcionarios se lanzaron al suelo. La versión oficial indica que Marisol Cuadros quedó entre el fuego cruzado y una bala se alojó en su cabeza, aunque hay una versión de la prensa local que indica que ella intentó correr y resultó herida por la espalda.
Periodistas de Guaymas indican que, en otros hechos violentos, entre la poquísima información dada a conocer por las autoridades, figura invariablemente el número de casquillos recogidos por los peritos. En esta ocasión esa información se ha guardado celosamente.
La violencia sin control que ha llenado de sangre al estado de Sonora, contada repetidas veces por valientes periodistas locales que a cada nota se juegan la vida, ha encontrado como respuesta el silencio, la banalización, las promesas, el chacoteo, los anuncios de que todo se está arreglando o todo se va a arreglar.
Nada de eso ha ocurrido. Alfonso Durazo dejó al país hundido en un baño de sangre y se fue a gobernar un estado que hoy bajo su administración vive niveles históricos de violencia.
La consecuencia de todo esto es la injusta, indignante, dolorosa muerte de Marisol. No debió pasar. Ahora, esa muerte solo nos echa en la cara el país que tenemos.
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