Plan México/Sergio Aguayo Quezada
Tomado de Reforma, 29/o8/2007;
Atenazado por el poderío del narco y lo anémico de su gobierno, Felipe Calderón busca la ayuda de Estados Unidos que acepta con gran rapidez. Así nace el Plan México y corresponderá al Senado evitar que el proyecto termine siendo el preámbulo a una capitulación histórica.En las relaciones México-Estados Unidos los grandes acuerdos aparecen primero en la prensa estadounidense. El 8 de agosto el Washington Post informó que Estados Unidos negociaba con México un ambicioso acuerdo para combatir al narcotráfico. Según el Plan México (nombre extraoficial), Estados Unidos invertirá entre 800 y mil 200 millones de dólares para entregar, en un lapso de dos años, tecnología y equipo de punta y entrenar a nuestros efectivos.
En materia de seguridad Calderón recibió un Estado debilitado, desmoralizado y desorientado. Una de sus primeras medidas fue lanzar a las Fuerzas Armadas a realizar operaciones en los ocho estados donde el narco imponía su ley. Fue un intento desesperado pero inevitable porque ningún gobierno puede aceptar pasivamente que el 23 por ciento de la población y el 40 por ciento del territorio estén secuestrados por su enemigo.
Han pasado los meses y es difícil hacer un balance de lo obtenido porque entrega poca información que, además, puede ser imprecisa. Por ejemplo, hay inconsistencias graves entre el número de efectivos anunciados frente a la prensa y los que en realidad enviaron. Para los operativos en seis estados anunciaron 29 mil 123 efectivos pero sólo llegaron 9 mil 770 (información proporcionada por Carlos Flores, quien a su vez la obtuvo de la Secretaría de la Defensa Nacional). Así pues, estamos ante un ejercicio mediático para demostrar que estaban haciendo "algo".
Las operaciones conjuntas son una mala adaptación del "efecto mariposa" según el cual el aleteo de un insecto en China podría desencadenar un huracán en el Caribe. El despliegue del Ejército fue una ocurrencia construida sobre el supuesto de que bastaba con hacer "algo" para que a lo mejor hubiera un desenlace positivo.Al mismo tiempo y con la mayor discreción del gobierno federal mexicano se acercó a Washington en busca de apoyo. El significado de la maniobra se aprecia mejor si se enmarca en la historia y la geopolítica. Desde que Estados Unidos se convirtió en potencia mundial nos incluyó en su Gran Estrategia mundial asignándonos el doble papel de mantener la estabilidad y ser sus aliados en tiempos de crisis. Salvo contadas excepciones los gobiernos mexicanos cumplieron con la doble encomienda pero eso nunca satisfizo a la potencia que suspiraba por una alianza explícita. Siempre han querido tener una mayor influencia en nuestras Fuerzas Armadas; siempre se vieron frustrados porque el anterior régimen tuvo la sabiduría de aislar a las Fuerzas Armadas de las pretensiones de una potencia acostumbrada a actuar unilateralmente.El 11 de septiembre Washington reajustó su Gran Estrategia en dos direcciones: reforzó su determinación de desplegar sus fuerzas por todo el planeta para enfrentar amenazas globales y se atrincheró para defender su territorio. Esto último nos afecta de lleno. El Comando Norte fue creado en octubre del 2002 y tiene el mando unificado de todos los ejércitos, agencias y burocracias para defender su territorio frente a los embates del terrorismo, los desastres naturales y el narcotráfico. Para este comando nuestro territorio forma parte de su perímetro de seguridad. En su escudo desaparecen las fronteras y Estados Unidos, Canadá, México y el Caribe son parte de una región unificada en la cual la cola del águila calva con las alas extendidas arropa nuestro país. Cuando de su seguridad se trata seguimos siendo su patio trasero.Con esta lógica, el Plan México puede ser la oportunidad que Estados Unidos ha buscado para tener un mayor acceso e influencia en nuestras Fuerzas Armadas sobre las cuales ha recaído la principal responsabilidad de combatir el narco. Ellos tienen muy claro lo que quieren. Y nuestro gobierno y nosotros, ¿sabemos lo que deseamos de Estados Unidos?
En el combate al narco es necesaria la colaboración de Estados Unidos para obtener la tecnología y el equipo del cual carecemos, siempre y cuando forme parte de un plan integral de combate al crimen organizado. Pero al conocer las intenciones de la potencia verbalizadas por el Comando Norte, ¿no sería mejor que México pagara esos mil millones de dólares y limitara su capacidad de intervención? No es mucho si se piensa en lo gastado en partidos y sindicatos corporativos.
Por otro lado, el Plan México debe formar parte de un esquema integral de combate al crimen organizado que incluya aspectos ahora ignorados. Es indispensable darle al consumo la prioridad que debe tener; es urgente reestructurar un sistema de aduanas ineficaz, corrupto y poroso que deja pasar el armamento que usan los sicarios; es de elemental justicia exigirle a Estados Unidos que modifique el ofensivo escudo de su Comando Norte y controle la venta indiscriminada de armas en su territorio. Ya regresaré a este asunto en el cual, afortunadamente, intervendrán otras instituciones.
En 1992 y de manera inesperada el Wall Street Journal informó que Carlos Salinas estaba negociando un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos. A partir de ese momento el Senado jugó el vergonzoso papel del vasallo más servil del Presidente. Los tiempos han cambiado y la Cámara alta tiene mayor autonomía y cuenta con especialistas como la académica y senadora Rosario Green. El Senado jugará un papel vital en garantizar que el Plan México forma parte de un esquema integral en el cual la cooperación con Estados Unidos no se convierte en un mecanismo para la capitulación.(Agradezco la información proporcionada por el doctor Abelardo Rodríguez, único especialista en seguridad mexicano que estudia al Comando Norte).
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