26 dic 2009

Pío XII

"Las virtudes heroicas del siervo de Dios Pío XII (Eugenio Pacelli), sumo pontífice; nacido en Roma el 2 de marzo de 1876 y fallecido en Castelgandolfo el 9 de octubre de 1958", decreto del 19 de diciembre de 2009 de la Congregación de las Causas de los Santos que preside el arzobispo Angelo Amato, S.D.B.,
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Abogado del diablo/Myriam Vachez
La figura que fue sustituida por la de promotor de la justicia parece hoy indispensable en el caso de Pío XII, a quien el actual Papa ha otorgado el carácter de venerable aunque hay quienes cuestionan su silencio frente a los horrores nazis
Reforma, 26 diciembre 2009
"El abogado del diablo o promotor de la fe, establecido en 1587, es el apelativo popular con el que se alude al procurador fiscal en los antiguos juicios o procesos de canonización de la Iglesia Católica. Su denominación desde las reformas de 1983 es promotor de la justicia. El oficio de este abogado, generalmente clérigo doctorado en derecho canónico, era objetar, exigir pruebas y descubrir errores en toda la documentación aportada para demostrar los méritos del presunto candidato a los altares como beato o santo" (wikipedia.org).
Entre los regalos navideños que el papa Benedicto XVI les acaba de dar a los fieles, al lado de uno muy deseado y popular como lo es el de declarar venerable a Juan Pablo II, se encuentra otro particularmente envenenado: el declarar también "venerable" a Pío XII, cubriendo así el último requisito previo a la beatificación.
He abogado a favor del papa Benedicto XVI, quien me parece actuar en perfecta concordancia con el rol que le toca asumir en la Iglesia Católica del siglo XXI. Sin embargo, hoy no logro entender sus motivos para, en contra de todo el sentido común, prepararse a beatificar a un Papa que sigue siendo, digan lo que digan sus defensores, símbolo del ensordecedor silencio de una importante franja de la jerarquía católica frente al Holocausto. Por ello muchos católicos del mundo, compartiendo la legítima reprobación que hoy deben sentir los judíos, han manifestado su preocupación ante esta repentina decisión.
La figura de "abogado del diablo", tan importante en los procesos de canonización, fue eliminada por Juan Pablo II en 1983 y remplazada por la de promotor de la justicia (con ello, pudo realizar casi 500 canonizaciones y más de mil 300 beatificaciones, frente a las 98 canonizaciones de sus predecesores en el siglo XX), pero hay casos en que el abogado del diablo resulta verdaderamente indispensable. Éste es uno de ellos.
Su argumentación para colmo sería muy sencilla: si el defensor aduce que 477 judíos italianos fueron escondidos en el propio Vaticano, el abogado del diablo puede contestar que Pío XII desechó el proyecto de encíclica de su predecesor, Pío XI, contra el racismo y el antisemitismo; que nunca condenó la política de exterminación sistemática del nazismo y que lo único que dijo en 1942, año en que fue informado de dicha política, fue una pequeña frase en su discurso navideño, donde alude a "esos cientos de miles de personas que, sin culpa alguna de su parte, sólo en razón de su nacionalidad o de su raza, son destinados a la muerte o a la extinción progresiva". Fuera de eso, nada. Y después de la guerra, nada tampoco. Ni una palabra para condenar lo que ya se sabía a ciencia cierta. Ni siquiera un intento de eliminar para los judíos el calificativo de "pueblo deicida", infamia que tuvo que esperar el Vaticano II para ser reparada.
Para tratar de arrojar alguna luz sobre ese turbio pasado, Juan Pablo II, siempre dispuesto a asumir la responsabilidad que le tocara, creó una comisión de historiadores judíos y católicos encargados de investigar en los archivos vaticanos. Finalmente los judíos se retiraron, molestos porque la promesa de abrir totalmente los archivos sobre la Segunda Guerra Mundial no se cumplía... ni se ha cumplido.
¿Qué información tiene Benedicto XVI para estar seguro de que Pío XII merece ser beatificado y que en realidad calló ante los horrores nazis para "limitar los daños", para evitar multiplicar el número de víctimas de los nazis y proteger a los judíos italianos escondidos en conventos, monasterios y El Vaticano? Si la tiene, si está en los documentos de los archivos del Vaticano que permanecen obstinadamente cerrados, entonces tiene la obligación de abrirlos, hacerlos públicos, demostrar -de ser posible- que el silencio de Pío XII no implicaba un "quien calla otorga", sino que protegía verdaderas medidas de apoyo y salvación para decenas de miles (y no sólo 477, espero) de inocentes. Cualquier otra decisión, ciertamente no engrandecerá a la Iglesia.

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