8 may 2010

Enfrentar la realidad

Bolita de cristal /Jaime Sánchez Susarrey
Reforma, 8 May. 10
Lo dicho por Gómez Mont no debe asumirse sólo como un deseo ingenuo (wishfullthinking, dicen los estadounidenses), sino como el compromiso del segundo hombre del gobierno de que así serán las cosas
El secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, tiene una bolita de cristal. El martes pasado, ante Janet Napolitano, secretaria de Seguridad Interna de Estados Unidos, lanzó una profecía: "Creemos que vamos a ver una disminución en las cifras a finales de este año y luego habrá una curva, en la que será sostenida (la reducción de la criminalidad) por la fuerza institucional".
El pronóstico sorprende por la precisión en la fecha. Para finales de año faltan escasos seis o siete meses, dependiendo que se tome como referencia el mes de noviembre o de diciembre. Pero además, las tendencias y las estadísticas apuntan en sentido contrario. En cinco años la cifra de asesinatos a manos del crimen organizado se incrementó en 500 por ciento (al pasar de mil 573 en 2005 a 7 mil 724 en 2009).
Y no sólo eso. A finales de marzo de este año, previamente a la reunión de la Conferencia Nacional de Gobernadores, a la cual asistió Gómez Mont, las ejecuciones alcanzaban la cifra de 2 mil 213. Así que si esa tendencia persiste, hacia finales del 2010 el número de víctimas ascenderá a 8 mil 492. Lo que permite concluir que la bolita de cristal del secretario de Gobernación se alimenta de datos que nada tienen que ver con la realidad, pero sí con la "revelación astral" o la buena voluntad.
Para conocer pronósticos más creíbles debemos consultar las comparecencias de funcionarios de la Casa Blanca. Porque justamente al día siguiente de la profecía de Gómez Mont, Anthony Placido, subdirector de inteligencia de la DEA, y Kevin Perkins, director adjunto de la División de Investigación Criminal del FBI, advirtieron ante el senado estadounidense que la "horripilante violencia en México puede empeorar antes de mejorar".
Los funcionarios fueron, sin embargo, mucho menos precisos y contundentes que nuestro secretario de Gobernación. Ninguno se atrevió a fijar la fecha y la hora en que, primero, las cosas empeorarían y, luego, empezarían a mejorar. Antes al contrario, Placido mostró su preocupación de que el próximo presidente en México no continuase la política de Calderón y sugirió arrestar, antes que termine el sexenio, a los principales capos del narcotráfico.
Esto confirma que el temple sajón no tiene nada que ver con el temperamento latino. Mientras que ellos ven el vaso de agua medio vacío, no fijan fechas y son por naturaleza escépticos, nosotros somos optimistas, osados y comprometidos. Porque lo dicho por Gómez Mont no debe asumirse sólo como un deseo ingenuo (wishfullthinking, dicen los estadounidenses), sino como el compromiso del segundo hombre del gobierno de que así serán las cosas.

Otro hecho que preocupa a los escépticos en México es la recomendación de Anthony Placido de arrestar a los principales narcotraficantes antes de que concluya el sexenio. Y preocupa porque un argumento recurrente del gobierno de la República ha sido que la espiral de la violencia es consecuencia de los golpes que se han asestado a los cárteles y de la detención de los principales capos.
Pero los hechos, de nuevo, no tienen cabida en el discurso oficial. Subrayo lo evidente. El Chapo Guzmán sigue operando como el jefe del Cártel del Golfo y su compadre y lugarteniente, El Mayo Zambada, tiene 44 años en el tráfico de drogas -se inició a los 16 años- sin haber sido jamás detenido. Así que la sugerencia-advertencia del subdirector de la DEA tiene razones bien fundadas.
El fondo de la cuestión, sin embargo, es más preocupante. En la entrevista que El Mayo Zambada le concedió a Julio Scherer hizo tres señalamien- tos que deben ser tomados en cuenta: primero, la guerra contra el narcotráfico está perdida; segundo, es un fenómeno arraigado en la sociedad -como la corrupción-; tercero, la detención de él u otros provocará una poda, pero no terminará con el problema.
Para sopesar las afirmaciones de El Mayo hay que referirse a dos cuestiones fundamentales: una es el dinero y otra es la corrupción. Según el informe anual sobre el tráfico de drogas (2010) del Departamento del Tesoro de Estados Unidos, en México se lavan anualmente 25 mil millones de dólares. Lo que equivale, a un tipo de cambio de 12.50, a 312 mil 500 millones de pesos, esto es, una vez y media el presupuesto de la SEP y siete veces el presupuesto de la Secretaría de la Defensa Nacional.
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Vale, por último, considerar un factor adicional. Dada la extensión de la frontera y los usos y costumbres de los estadounidenses, el contrabando de armamento es y seguirá siendo incontrolable. No hay, en consecuencia, ninguna razón para que en el corto y mediano plazos el poder de fuego de los cárteles disminuya. Y por ende, como lo muestra la experiencia reciente, no hay ningún hecho que permita suponer que la espiral de la violencia ya alcanzó su punto máximo y empezará a decrecer.
Todos estos hechos imponen una reflexión y obligan a abrir un debate. En 16 entidades de Estados Unidos se están dando pasos para despenalizar el consumo de la marihuana. Y eso que allá no existe una espiral violenta ni es un problema de seguridad nacional.
Llegó, pues, la hora de enfrentar la realidad y no de maquillarla con bolitas de cristal.
De dónde, entonces, podrá salir la fuerza que contenga ese tsunami de dinero? Porque si el cálculo es justo, en los tres años del sexenio de Felipe Calderón habrían ingresado a México casi un billón de pesos. El poder de corrupción e irrigación -dicho metafóricamente- de esos recursos es prácticamente ilimitado. Y eso sin mencionar que la corrupción es una de las prácticas más ancestrales y generalizadas en nuestro país.

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