Babelia, 20/11/2010;
Franziska Augstein cita a Shelley para recordar que muchos escritores son "un misterio para sí mismos". En el caso de su biografiado, Jorge Semprún, estima que, en efecto, "consigue entrar en sí mismo sin encontrarse". Lealtad y traición. Jorge Semprún y su siglo es en gran medida el intento de acompañar al autor de La escritura o la vida en esta inmersión en su pasado y en su literatura. Cinco años de conversaciones, y un exhaustivo conocimiento de su obra, han permitido a Augstein acercarse a la vida de Jorge Semprún, no para darla a conocer, sino para demostrar fehacientemente la imposibilidad de conocerla. Los datos objetivos están ahí, desde el exilio tras la Guerra Civil a su consagración como gran escritor europeo, pasando por Buchenwald y la militancia comunista. Pero la razón última de sus opciones sigue siendo un misterio, una especie de instinto o lucidez que le obliga a desentenderse de la ideología un paso antes de cometer un error irreparable.
(Lealtad y traición. Jorge Semprún y su siglo, Franziska Augstein,
Traducción de Rosa Pilar Blanco, Tusquets. Barcelona, 2010, 464 páginas.)
La propia obra de Semprún aparece en esta biografía como una reiterada búsqueda de explicación a sus reacciones ante los acontecimientos decisivos en los que su historia individual se confundió con la colectiva. Por qué, siendo español, se apropia de la lengua francesa hasta convertirla en su principal vehículo de expresión literaria. Por qué, procediendo de la alta burguesía y la nobleza, se incorpora a la Resistencia contra el nazismo y después al Partido Comunista. Por qué, habiendo sobrevivido a Buchenwald, necesita que transcurran 17 años hasta dar cuenta de una experiencia de la que otros autores como Primo Levi, Robert Antelme o David Rousset dejaron constancia desde el momento mismo de recobrar la libertad. Por qué, siendo un dirigente destacado del Partido Comunista, adopta posiciones críticas con la nomenklatura a sabiendas de que acarrearían su expulsión y por qué, a pesar del desgarro íntimo que le provoca, no se convierte en un renegado, abrazando fervorosamente la fe anticomunista al igual que hicieron tantos antiguos militantes. Augstein pone de manifiesto que tampoco Jorge Semprún dispone de una respuesta definitiva. La perspectiva desde la que contempla unos hechos idénticos y muchas veces convertidos en obsesiones cambia en cada novela, ensayo o entrevista, ampliando y corrigiendo las explicaciones anteriores, como si Jorge Semprún fuera el primer sorprendido por haber acertado en sus opciones y por haber logrado seguir con vida.
La principal novedad de la biografía de Augstein es el relato de las torturas a las que Semprún fue sometido tras su arresto por las tropas alemanas. Hasta ahora Semprún siempre había evitado extenderse en los detalles de cuanto vivió entre el momento de la detención y la llegada a Buchenwald, cuando un prisionero le salvó la vida al inscribirlo como estucador y no como estudiante en la ficha de registro. El culatazo en la frente para reducirlo y las sesiones de golpes que siguieron le ayudaron a forjar una estrategia para el caso de caer en manos de la policía franquista mientras desarrolló, años más tarde, su trabajo clandestino en España. También le sirvieron, retrospectivamente, para indagar en las reflexiones de Jean Améry sobre la tortura. A diferencia de él, Semprún no experimentó que su humanidad o su dignidad se desvanecieran al recibir el primer golpe. La razón que encuentra es que un militante de la Resistencia se exponía a la tortura por combatir un régimen político, no por el simple hecho de existir, como les sucedía a los judíos o a los gitanos. Jean Améry era judío además de resistente, por lo que su destino en poder de los nazis era el exterminio y no una reclusión en condiciones tan extremas que podía acarrear la muerte, según ocurriría con Semprún y otros prisioneros.
De manera implícita, Lealtad y traición. Jorge Semprún y su siglo ofrece argumentos para contemplar la edad de los totalitarismos desde una perspectiva diferente de la que parece haberse impuesto durante los últimos años. Entre la condena o la hagiografía de los protagonistas que sobrevivieron, realizadas desde un tiempo que, salvo excepciones, no coloca a los individuos ante dilemas trágicos, se abre una posibilidad diferente que consiste en analizar la trayectoria de aquellos que, habiendo defendido lo indefendible, se enfrentaron descarnadamente a su pasado y asumieron las consecuencias de reconocerse equivocados. El valor de su biografía no radica en lo que creyeron una vez, sino en el camino que siguieron para dejar de hacerlo. Jorge Semprún es uno de esos protagonistas, por más que, como señala Augstein, se trate de un escritor que "consigue entrar en sí mismo sin encontrarse". Acompañarlo en la inmersión que lleva a cabo en novelas, ensayos y entrevistas, como también en esta biografía, no es, sin embargo, una tarea estéril. Porque, aunque el misterio de quién es Jorge Semprún permanezca siempre inexpugnable, el retrato del siglo XX, de su siglo, adquiere matices que convendría no olvidar.
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