15 dic 2010

Premio a la Sra Wallace

El día de hoy el Presidente Calderón encabezó la Ceremonia de Entrega del Premio Nacional de Derechos Humanos 2010, que se llevó a cabo en el Salón Adolfo López Mateos, de la Residencia Oficial de Los Pinos.
En esta edición, el Premio Nacional de Derechos Humanos se otorga a la Presidenta de la Asociación "Alto al Secuestro", la Señora María Isabel Miranda de Wallace.
El premio es el reconocimiento que la sociedad mexicana confiere, a través del organismo constitucional autónomo de derechos humanos, a las personas que se han destacado en la promoción efectiva y defensa de los derechos fundamentales, el cual es entregado anualmente por el Presidente de la República y el titular de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.
***
Discurso del Presidente
Muy buenas tardes a todos ustedes.
Doctor Raúl Plascencia Villanueva, Presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.
Muy estimada, muy admirada, muy querida señora Isabel Miranda de Wallace, Premio Nacional de los Derechos Humanos 2010.
Señor contador Enrique Wallace, esposo de la galardonada.
Licenciada Claudia Wallace, su hija. Sus nietos.
Familia de Hugo Wallace.
Amigas y amigos.
Distinguidos miembros del Consejo Consultivo y funcionarios de la Comisión de Derechos Humanos.
Diputada Diva Gastélum, Secretaria de la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados.
Senador Pedro Joaquín Coldwell, Integrante de la Comisión de Derechos Humanos del Senado de la República.
Muy estimados presidentes de las Comisiones Estatales de Derechos Humanos.
Muy distinguidos integrantes del presídium.
Señoras y señores Legisladores, aquí presentes.
Muy distinguidos invitados especiales.
Señoras y señores:
Es un honor para mí, no sólo como Presidente de la República, sino como mexicano, el poder participar en este evento y entregar el Premio Nacional de los Derechos Humanos 2010 a una gran mexicana.
Hoy recibe merecidamente este alto reconocimiento la señora Isabel Miranda de Wallace, una mujer admirada, una mujer respetada por promover una mejor impartición de justicia que acabe con la impunidad que agravia a la sociedad entera.
Su historia es una historia, una lección de orgullo, de coraje, de dignidad para todos los ciudadanos. Ante la pérdida de su hijo por la cobarde acción de un grupo de secuestradores, ella emprendió una verdadera cruzada para identificar, para localizar y para llevar ante la justicia a los culpables de este terrible suceso.
Yo, como miles de mexicanos, me sorprendí el día que como ciudadano vi los espectaculares que había puesto la señora Isabel Miranda.
Para mí fue un momento de asombro, de reflexión, fue un impacto que creo que generó entre muchos, muchos mexicanos, estoy seguro.
La primera reflexión que hice aquel día fue: Ojalá lo encuentre. Y fue un acto totalmente inédito, porque convocaba, la señora Wallace, directamente a la ciudadanía. Todavía hace unos días, hace precisamente unos días, fue detenido uno más de los responsables de este crimen infame.
Su caso, además, ha puesto de manifiesto la barbarie con la que actúan estos criminales, la urgencia de que los mexicanos cerremos filas para poner un alto a la delincuencia y a la impunidad, particularmente en este delito de secuestro y, también, evidencia, desde luego, la falta de atención, de sensibilidad, la lentitud o la ineficacia, son muchas las expresiones que pueden caracterizar a las autoridades, atendiendo un caso específico o muchos casos específicos, como los que han ocurrido en el país.
Por eso, señora Wallace, la causa que abandera usted, estoy seguro que es la causa de todos los mexicanos. Porque es una causa que sacude la conciencia nacional para frenar, preciosamente, a la delincuencia y a la impunidad que la hace posible.
Doña Isabel convirtió una amarga experiencia personal en una poderosa fuente de inspiración, no sólo para evitar que la muerte de su hijo quedara impune, sino también para contribuir a la construcción de un México más seguro, ordenado y, sobre todo, respetuoso de los derechos ciudadanos fundamentales.
Pienso que la señora Wallace con una mano señaló a los delincuentes y con la otra exigió a las autoridades cumplir con su deber. Y su exigencia ha sacudido conciencias y ha sumado voluntades en torno a una mejor administración de justicia, que tanto necesitamos en nuestro México.
Y al poner el dedo en la llaga, evidenció también la imperiosa necesidad de promover una cultura de la legalidad, de estimular la denuncia ciudadana, de fomentar la prevención del delito, de perfeccionar los sistemas de impartición de justicia.
También puso de relieve, como lo hemos escuchado hoy, la importancia vital, que comparto totalmente, de  defender a las víctimas del secuestro, las grandes olvidadas de la procuración de justicia durante años y durante décadas en el país.
La nuestra ha sido una legislación y un sistema que se ha concentrado en los derechos del procesado, que se ha concentrado, precisamente, en las garantías individuales del procesado.
No ha sido, sino hasta recientemente en la reforma aprobada en materia de procuración de justicia a nivel constitucional, en donde se ha iniciado el reconocimiento formal de los derechos de las víctimas y donde queda también, a mi juicio, un enorme tramo por recorrer.
Proteger los derechos de las víctimas, a mi juicio, darles, incluso espacio en los procesos penales, implica no sólo el reconocimiento de un derecho fundamental humano de quien sufre un delito, también implica agregarle al Sistema Judicial un estímulo medular. Qué más prueba queremos de ello que el impulso que da, precisamente, a la investigación de los casos, la propia señora Isabel Miranda de Wallace, en el caso de Hugo; o Alejandro Martí en el caso de Fernando, o Nelson Vargas en el caso de Silvia.
El hecho de que las víctimas tengan voz y tengan una voz clara, que sea protegida, que tengan derechos que se reconozcan y que se mueva el aparato de justicia, no únicamente para garantizar los derechos de quien es acusado, sino y sobre todo, para garantizar los derechos de quien ha sido víctima, es, a mi juicio, uno de los mayores desafíos aún pendientes del sistema de procuración de justicia en nuestro país.
Con su tenacidad, con su fortaleza de espíritu, con su elevada estatura moral, la señora Wallace ha enviado un mensaje fuerte y claro a toda la sociedad: que nadie, bajo ningún motivo, bajo ningún pretexto, bajo ninguna circunstancia, debe escapar de la acción de la justicia.
La imagen que todos tenemos de Isabel Miranda de Wallace es la de una mujer íntegra, una mujer valiente y una mujer decidida. Como bien lo decía hace un momento el Presidente de la Comisión, la definen palabras de amor y coraje.
Y ese coraje y ese amor, no sólo por los suyos, sino por los valores en los que cree, nos presentan a una mujer que es congruente, congruente entre lo que piensa, entre lo que dice y entre lo que hace.
Y con esa profunda convicción y congruencia ha fundado y dirigido organizaciones ciudadanas, en las que ha dejado constancia de su compromiso con las mejores causas de México.
En esa lucha por un México más justo ha participado activamente en diversos foros, siempre poniendo el dedo en la llaga, pero, a la vez, aportando, de manera constructiva y propositiva, a la búsqueda de soluciones.
Así lo hizo, por ejemplo, en lo más reciente, en los Diálogos por la Seguridad, en los debates en torno a la reforma misma en materia de secuestro, en los Diálogos Ciudadanos en torno a la aplicación de la reforma en materia de justicia y muchos, muchos otros eventos.
Hoy que México enfrenta un enorme desafío en materia de seguridad, las valiosas aportaciones de doña Isabel son de gran relevancia en el perfeccionamiento de nuestro marco legal. Sus opiniones y recomendaciones han sido cruciales, por ejemplo, como ya se dijo aquí, para la elaboración, discusión, perfeccionamiento y, finalmente, aprobación de la Ley para Prevenir y Sancionar los Delitos en Materia de Secuestro.
Sabemos que ahora ella trabaja en la reforma, importantísima también, a la Ley de Amparo, en la que se busca generar un equilibrio, precisamente, entre los derechos de las víctimas y los derechos de la sociedad entera.
Otra muestra de su compromiso con la seguridad es también su reciente integración a la Comisión Ciudadana de Revisión de Unidades Antisecuestro, desde la cual seguramente contribuirá para que estas unidades funcionen, para que finalmente el delito de secuestro verdaderamente se persiga, y se persiga por cuerpos especializados, dedicados integralmente a esa función.
Que, verdaderamente, el delito de secuestro sea perseguido como lo que es, el delito que quizá es el que más agravia a la sociedad mexicana.
Por todas estas razones, señora Isabel Miranda de Wallace, es un gran honor entregarle este máximo reconocimiento en materia de derechos humanos.
Aquí está, a mi juicio, una prueba indiscutible del enorme poder que tiene la ciudadanía para transformar a México.
Mi Gobierno está decidido a construir una verdadera política de Estado en materia de derechos humanos y seguridad. Y para ello es indispensable la participación activa y corresponsable de los Poderes Públicos y órdenes de Gobierno, pero también la inclusión de la sociedad y su visión.
La urgencia de actuar con una visión integral y de largo plazo, es el único camino para garantizar que el respeto a los derechos fundamentales sea una práctica, verdaderamente, de Estado.
Es, precisamente, la defensa de esos derechos básicos, lo que motiva, también, el combatir frontalmente todas las expresiones de delincuencia. La lucha por la seguridad y la tranquilidad de los mexicanos es para defender el derecho a la vida, el derecho a la libertad, a la libertad de expresión, a la libertad de tránsito, a la libertad de vida; es para defender el patrimonio de los mexicanos. Porque, hoy por hoy, la criminalidad es la principal amenaza a la plena vigencia del Estado de Derecho en México y a los derechos humanos de los mexicanos.     
Nosotros partimos de la premisa de que la impartición de justicia, y la defensa de los derechos humanos no son excluyentes. Y por eso, no toleraremos que se combata al crimen violando la ley, ni admitiremos que se aplique la ley atropellando garantías individuales. Sólo habrá justicia, como bien lo decía el doctor Raúl Plascencia, cuando los servidores públicos cumplamos con el deber que tenemos encomendado.
Coincido, también, señora Wallace, en lo que usted manifiesta. La clave está en la prevención. La clave es cómo poder construir, nuevamente, una sociedad que ha visto un enorme deterioro en sus valores, que ha visto un enorme deprecio en el respeto a la vida, una sociedad que ha mermado elementos fundamentales de la cohesión social, de la convivencia pacífica. Una sociedad que contempla, creo que sin la suficiente capacidad de asombro, el involucramiento y la participación de menores, incluso niños, en los más crueles y desapiadados actos de violencia, y de violencia que no puedo calificar, finalmente, formalmente de criminales, eso dependerá de los jueces, pero que es una violencia que está, precisamente, en el corazón de nuestra sociedad y que hay que erradicarla de ahí.
Eso requiere una enorme labor de todos. Requiere, como usted dice, labores de educación, de prevención social, de participación ciudadana, de cultura de la legalidad y, a final de cuentas, una vuelta a valores fundamentales de respeto a la vida, a los demás, al trabajo, a la responsabilidad.
Se ha hecho mucho, pero falta mucho más por hacer. Por eso el esfuerzo, por ejemplo, de elevar la cobertura educativa para los jóvenes, de pasar del 47 por ciento de cobertura en educación media superior, al 66 por ciento que estamos logrando ahora.
De elevar la cobertura en educación universitaria, del 24 por ciento al 30 por ciento que tenemos ahora, con las 75 nuevas universidades que se han hecho en estos cuatro años y las 35 ampliaciones de campus de otras tantas existentes.
Pero falta mucho más, porque son mucho más los jóvenes aún que no tienen, precisamente, las debidas oportunidades, ni tienen, quizá, los valores y los principios que, en familia, muchos mexicanos han adquirido en el pasado, y los valores y principios que usted misma, señora Isabel Miranda, adquirió en su familia y ha prodigado a los propios suyos, a sus descendientes.
Necesitamos un verdadero esfuerzo social, de Gobierno y sociedad, de Gobierno en todos sus niveles, para poder, precisamente, crear ese ambiente que restituya la tranquila convivencia en el orden donde unos seamos respetuosos de otros.
Esa labor qué implica. Seguir adelante, seguir adelante con programas que están en marcha y requieren apoyo y soporte. Programas como Escuela Segura, para alejar las armas, las pandillas y las drogas de los centros escolares.
Programas como el Rescate de Espacios Públicos, para poder arrancarlos de la mano de los delincuentes y dárselos a una sociedad participativa que los use, practique deporte, ejerza, precisamente, su libertad en estos espacios.
Esfuerzos de prevención y tratamiento de adicciones, como los Centros Nueva Vida.
Es mucho lo que falta por hacer. Y aquí requerimos, precisamente, un enorme esfuerzo colectivo, donde el Gobierno, sí, tiene que ir al frente y donde también la sociedad tiene que tener un lugar.
Recojo también, señora, con muchísima atención sus señalamientos acerca del imprescindible esfuerzo que debemos seguir realizando en materia de fortalecimiento institucional.
Creo que hemos avanzando, por ejemplo, en el propósito de ir construyendo una Policía Federal mucho más moderna, mucho mejor integrada. Falta mucho por hacer ahí, pero también tomo como puntual su señalamiento para fortalecer la Subprocuraduría de Investigación en Delincuencia Organizada.
Esta organización, la SIEDO, como otras, como las propias policías ministeriales, requieren un enorme esfuerzo de revisión, de depuración, de fortalecimiento que nos permita, a nivel Federal, ser cada vez más eficaces.
Y, a la vez, necesitamos, todos, poner los ojos y nuestra exigencia para que en todo el país, en todos los órdenes de Gobierno, en todas las policías, en todas las procuradurías, en todos los tribunales de justicia, en todas las instancias competentes de la seguridad y la justicia en México haya un esfuerzo similar, en donde no descansemos los mexicanos hasta tener las instituciones de seguridad y justicia que merecemos.
Porque es ahí donde se ha incubado, precisamente, la impunidad de la delincuencia; porque es ahí, precisamente, donde los mexicanos tenemos truncos nuestros instrumentos y nuestra capacidad para alcanzar a los delincuentes.
En ese esfuerzo estamos comprometidos, doña Isabel.
Y déjeme decirle dos cosas. La primera es que siempre, siempre serán bienvenidas sus observaciones, las de otros ciudadanos comprometidos con el tema de la seguridad, porque sé que el ímpetu, el motor, la fuerza que se requiere para impulsar una transformación tan profunda, tan compleja, tan riesgosa en algunos casos, como la de las instituciones de seguridad y de justicia, el único motor que puede impulsar ese cambio es el motor ciudadano. Y requerimos de usted y de todos para seguir impulsando día con día esas transformaciones.
Y la segunda es, señora, que usted es una fuente de inspiración de millones y millones de mexicanos; que es usted una fuente de inspiración también para mí.
Que su testimonio, su entrega, su valor, su perseverancia nos inspiran, a mí en lo personal, para seguir avanzando día con día, para seguir buscando y luchando por cambiar a nuestro país, por transformar a México de esta realidad de dolor, que a usted le ha tocado vivir en carne propia, en una realidad distinta donde las mexicanas y mexicanos del mañana puedan, verdaderamente, ver un panorama diferente.
Un México distinto y mejor en materia de seguridad, un México donde la gente pueda, verdaderamente, caminar y convivir y trabajar y estudiar libremente, sin miedo, sin temor; sin estar, precisamente, las calles dominadas por los delincuentes; sin estar las instituciones dominadas por los delincuentes, como por desgracia ocurre en algunos puntos del país.
Necesitamos, señora Wallace, que siga presente y siga vivo su testimonio, su fuerza y su ímpetu. Y estoy seguro que con ello, con su fuerza, y con la de otros ciudadanos igualmente comprometidos en este esfuerzo, terminaremos, a final de cuentas, transformando a México, transformando sus instituciones y logrando el México que queremos, que es un México mejor, un México más seguro, un México más libre, más próspero y más fuerte, como ha señalado usted.
Cuente conmigo, señora Wallace, en ese empeño. Yo sé que cuento con usted.Y nuevamente enhorabuena, enhorabuena por este merecidísimo reconocimiento, por este Premio Nacional de los Derechos Humanos.
Muchas gracias.
Y olvidé comentarlo. Por supuesto que me parece una excelente idea, que hagamos un lugar específico para conmemorar, para recordar, para querer y para inspirarnos también en todos aquellos que han sido víctimas de este delito, de este delito que es el que más agravia a la sociedad.
Muchas gracias por su recomendación, señora. Y por supuesto que vamos a hacerlo así.___
-MODERADOR: Toma la palabra el ciudadano doctor Raúl Plascencia Villanueva, Presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos.

-DR. RAÚL PLASCENCIA VILLANUEVA: Muy  buenos días.
Ciudadano Felipe Calderón Hinojosa, Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos; licenciada Margarita Zavala, esposa del señor Presidente; licenciado José Francisco Blake Mora, Secretario de Gobernación; estimada Isabel Miranda de Wallace, Premio Nacional de Derechos Humanos 2010; distinguidos integrantes del Consejo Consultivo de la Comisión Nacional de Derechos Humanos; Presidentes de las Comisiones y Procuradurías de Derechos Humanos de las entidades de la República; Senador de la República, Pedro Joaquín Coldwell, Diputada Federal Diva Hadamira Gastélum; representantes de los organismos no gubernamentales que nos acompañan el día de hoy.
Amigas y amigos:
Es un gran honor para mí estar el día de hoy en este evento, como un mexicano orgulloso, que da testimonio del reconocimiento que se otorga a quien ha consagrado una parte de su vida a la lucha incansable por los derechos de las víctimas del delito.
Isabel Miranda Torres de Wallace, para quienes la conocemos, quienes la admiramos, podríamos identificarla con dos palabras: amor y coraje.
El amor de una  madre, ante la tragedia y la pérdida irreparable de su hijo Hugo Alberto Wallace Miranda. Amor que despertó su gran compromiso por defender, y trabajar en la defensa de los derechos de las víctimas del delito.
Pero, también, el coraje. El coraje de una víctima, que cuando se enteró del secuestro de su hijo, el 11 de julio de 2005, ante la indolencia de algunas autoridades para buscar a su hijo, de localizar a los responsables, y de hacer justicia, esto hizo que tomara la decisión de actuar por su cuenta, arriesgando no solamente  su vida, sino también, la seguridad de su familia.
Por ello, el valor de una mujer mexicana, comprometida con su familia, y con su país, son dignos de reconocimiento el día hoy.
Isabel Miranda Torres de Wallace, con su actitud, le ha dado voz pero, sobre todo, esperanza, a  las víctimas que hay a lo largo y ancho de todo el país.
El caso de Hugo Alberto Wallace Miranda, a quien evocamos con respeto, es una historia real, que evidencia uno de los muchos casos en donde se muestran las debilidades de nuestro sistema de justicia.
Isabel, en estos últimos años, se distinguió por una carrera incesante en la búsqueda de la tan anhelada justicia. Desde su trinchera creó la Asociación Alto al Secuestro. A través de ella, se ha involucrado activamente promoviendo mejoras sustantivas a la legislación, pero también, se ha dado a la tarea para ayudar a otras víctimas de este terrible flagelo como lo es el secuestro.
Con su tenacidad, contribuyó a forjar la iniciativa de Ley General para Prevenir y Sancionar los Delitos en Materia de Secuestro, una ley que fue publicada el pasado 30 de noviembre y que ha venido a configurar una importante herramienta para desarrollar políticas públicas que permitan atender de una mayor y mejor manera, a todo aquel que es víctima, lamentablemente, del secuestro.
Además, como justo reconocimiento al notable esfuerzo que ha llevado a cabo y que es muy meritorio, también, ha constituido una muy innovadora y avanzada estrategia de investigación para poder profesionalizar a aquellos servidores públicos que se encuentran en las áreas de investigación del delito del secuestro.
Esto, le ha merecido que se le haya incluido como participante del Consejo para la Aplicación del Nuevo Modelo de Policía de Investigación. Un trabajo arduo que ha estado llevando a cabo en diversos estados de la República, y por supuesto, también con diversas corporaciones del ámbito Federal, buscando que podamos contar con policías debidamente certificados, capacitados, pero sobre todo, avocados a servir de manera adecuada a quien sea víctima de un delito.
No podemos sino aplaudir y complacernos como sociedad por la notable vocación de servicio, por la ejemplar dedicación y entrega personal de Isabel Miranda Torres de Wallace, cuando ha decidido continuar su perseverante combate al secuestro.
Señoras y señores:
El secuestro es un flagelo que preocupa a la sociedad mexicana por la violencia con la que se comete y el impacto devastador que genera en las víctimas directas y en sus familiares.
No solamente el secuestro implica privar de la libertad a la víctima, sino también lastimar su proyecto de vida y con toda certeza, lastimar también el proyecto de vida de los familiares, de los amigos, de los conocidos.
La Comisión Nacional de los Derechos Humanos se une al clamor social de perfeccionar y hacer efectivo el marco jurídico mexicano para combatir los delitos, en especial, el secuestro.
Proporcionar apoyo oportuno a las víctimas y hacer realidad la reparación del daño, que por derecho les corresponde. Compartimos la angustia y el sufrimiento de miles de personas que han sido víctimas de la delincuencia.
Para una sociedad democrática sólo habrá justicia si los responsables de los delitos son detenidos, procesados y se aplican las sanciones previstas en la ley. Pero también, si se logra que los ofendidos puedan ver restituidos los derechos que fueron lastimados por parte de los delincuentes.
Pero también, solamente habrá justicia cuando los servidores públicos cumplan con el deber que se les ha encomendado. No olvidemos que cuando una autoridad viola los derechos humanos, no solamente lastima a quien es víctima, sino que lastima a las instituciones, lastima a la sociedad, lastima al Estado, pero, sobre todo, lastima el proyecto de Nación que tenemos todos los mexicanos.
De ahí, que hoy por hoy la Comisión Nacional de los Derechos Humanos esté trabajando para apoyar a quienes son víctimas del delito, víctimas del abuso del poder, o víctimas de la indolencia de las autoridades.
El enfoque correcto para su atención nos obliga a continuar uniendo esfuerzos, así trabajando de la mano con la sociedad civil, para que juntos podamos hacer del tema de los derechos de las víctimas, una realidad y que logremos superar esto como un tema meramente grave.
El cambio que anhelamos en este país comienza por nosotros mismos. Una muestra de ello es lo que ha logrado una mujer valiente, que luchó por la justicia y sigue luchando, y que ha luchado en contra de la corrupción y de la impunidad, y esta mujer es Isabel Miranda de Wallace.
Muchas gracias.
-MODERADOR: A continuación se proyectará el video Semblanza de la señora Isabel Miranda de Wallace.
(PROYECCIÓN DE VIDEO)

-MODERADOR: Invitamos al ciudadano Presidente de los Estados Unidos Mexicanos en compañía del doctor Raúl Plascencia Villanueva, Presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, a que realice la Entrega del Premio Nacional de Derechos Humanos 2010.
Recibe la señora Isabel Miranda de Wallace.
(ENTREGA DE PREMIO)
-MODERADOR: Toma la palabra la señora Isabel Miranda de Wallace, Premio Nacional de Derechos Humanos 2010.
-SRA. ISABEL MIRANDA DE WALLACE: Espero poder hablar.
Educar para los derechos humanos, es mucho más que lecciones en las escuelas o un tema de moda, es el proceso de equipar a la gente con las herramientas necesarias para vivir seguros dignamente: Kofi Annan.
Maestro Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos; licenciado José Francisco Blake Mora, Secretario de Gobernación; licenciada Margarita Zavala Calderón, Primera Dama de los Estados Unidos Mexicanos; doctor Raúl Plascencia Villanueva, Presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.
Estimados miembros del presídium y estimados miembros del Consejo de Premiación; estimado y muy querido Pedro Joaquín Coldwell, Senador.
Gracias Diputada.
Estimados y distinguidas personalidades que se encuentran aquí el día de hoy, pero sobre todo, a mi familia.
Buenos días.
Es un gran honor poderme dirigir a ustedes al momento de recibir esta distinción que me hace la Comisión Nacional de los Derechos Humanos y la Presidencia de la República, aún cuando el motivo de haberme involucrado en temas de seguridad es el más doloroso de mi vida: El secuestro y muerte de mi hijo, Hugo Alberto Wallace.
Un hombre en plenitud de vida, un gran padre, un gran hijo, hermano, en fin, un gran ser humano, al que hoy recuerdo como la persona excepcional que fue.
Las víctimas, no obstante, haber sufrido los estragos de la delincuencia y vivir ese dolor, nos enfrentamos con la situación de ser ignorados, desacreditados y sentirnos desprotegidos. Como siempre lo he dicho, tal pareciera que los delincuentes en México tuvieran más derechos que las propias víctimas y los ciudadanos honestos.
Por eso es que hoy quiero especialmente dar gracias a la Comisión Nacional de Derechos Humanos, que ha trabajado tan arduamente por defendernos y proteger a las víctimas en México.
Y es preciso señalar que invariablemente, muchos cuerpos policiacos de todos los niveles, tratan de minimizar a las víctimas; situación que no tan sólo es ruin en sí misma, sino que demuestra sus limitaciones para cumplir con sus obligaciones y únicamente se concreta a desacreditar con una cascada de rumores, los cuales nunca prueban, por no ser verdad, pero que dañan en lo más profundo a las familias, que además de haber vivido y haberse perdido la confianza, también pierden en lo económico y muchas veces hasta la vida y aún así tienen que lidiar con la incompetencia y mala fe de quienes deberían procurar y administrar justicia.
Recibir el Premio Nacional de los Derechos Humanos es un honor, ya que los derechos humanos no son cualquier tipo de derecho, como su nombre lo dice, son, precisamente, aquellos fundamentales que nos permiten vivir como humanos, como personas, y sin embargo, son los derechos que primero les son coartados a las víctimas.
La libertad es un derecho humano, violado y burlado constantemente en México. Si los mexicanos no podemos salir y transitar libremente debido al miedo a ser víctimas del crimen, entonces estamos subejerciendo ese derecho humano fundamental, es más, de qué sirve la libertad de expresión si son las balas del crimen organizado quienes callan las palabras de los periodistas; de qué sirve en nuestras leyes que los derechos humanos sean un bien público, irrenunciable, si en la práctica, la intimidación, el amedrentamiento y la violencia pueden más que la ley.
Señor Presidente:
Por favor no tome mi crítica como una alusión en específico al Ejecutivo Federal, tome mi crítica como una reflexión hacia todas las autoridades de los tres Poderes y de los tres órdenes de Gobierno, y también, como un llamado a la responsabilidad de todos los ciudadanos que con su apatía, hemos permitido que estemos viviendo el México inseguro que tenemos.
Pero cómo se hace un llamado a la responsabilidad cívica cuando las autoridades no afrontan la propia.
Y el ejemplo claro lo vivimos usted y yo señor Presidente, durante los Diálogos por la Seguridad, en la que algunos de los Gobernadores hicieron todo lo posible por evadir su responsabilidad y endosársela al Gobierno Federal.
Señor Presidente:
Usted, mucho más que yo, conoce a profundidad los problemas de la Nación. Desde mi humilde punto de vista, la solución a estos problemas empieza en la Residencia Presidencial, en las reuniones del Gabinete de Seguridad. Es necesario despolitizarlas y ciudadanizar las tomas de decisiones.
La adopción y aplicación de los derechos humanos en México no ha sido integral. Hemos tratado de adaptar los derechos humanos a nuestra realidad, permitiendo injusticias, en ocasiones, solapando la ilegalidad. El ideal sería que nuestra sociedad se adaptara a los derechos humanos, y no los derechos humanos a nuestra sociedad.
Para lograr que México sea un país con pleno respeto a los derechos humanos, es claro que necesitamos mejores Gobiernos. Es más, me atrevo a decir, necesitamos mejores ciudadanos. México necesita volver a sentar las bases de su sociedad.
Mi caso es un claro ejemplo de que las autoridades y sociedad deben de trabajar en equipo. Estoy segura que las autoridades por sí solas nunca hubieran encontrado a los responsables del secuestro de mi hijo. Y por otro lado, yo sin las autoridades, hubiera tenido que hacer justicia por mi propia mano, alejándome de quien soy, convirtiéndome en un verdugo, atentando contra los derechos humanos de alguien más.
Lo que quiero expresar es que los ciudadanos necesitamos a las autoridades para que garanticen las condiciones de seguridad, justicia y libertad que le hacen falta a México. Las autoridades, por su parte, necesitan a los ciudadanos para que la realidad en nuestro país nunca sea  la anarquía y el colapso nacional.
Ambas partes deben de poner lo mejor de sí mismos. La sociedad debe educar y generar ciudadanos sanos, responsables y trabajadores. Y en esta tarea, quiero resaltar el  loable esfuerzo que está realizando la Comisión Nacional de Derechos Humanos, mediante el impulso de la Cartilla de Derechos y Obligaciones de las Personas.
No podemos como ciudadanos exigir cuentas y acciones a las autoridades, si desde nuestra casa fomentamos la corrupción, solapamos la irresponsabilidad y   fomentamos la apatía cívica.
El Estado, por su parte, debe asegurar nuestra integridad y libertad, y son las autoridades quienes deben dar el paso muy importante para retomar la confianza de los ciudadanos.
Señor Presidente:
Personalmente, he podido atestiguar que México tiene un Presidente humano y con valores. Y por lo mismo, le hago una respetuosa petición para construir un memorial con los nombres de Hugo Alberto Wallace, Silvia Vargas, Fernando Martí, el niño Equihua y todos los nombres de las víctimas que han sido secuestradas y que perdieron la vida.
Necesitamos un lugar en donde se muestre la indignación que sentimos los mexicanos ante estos cobardes delitos. Necesitamos un lugar que nos permita recordar a dónde no queremos llegar como sociedad, y que nos permita tener presente, a diario, que tenemos mucho que cambiar.
Estoy segura que usted está enfrentando al crimen de forma frontal, como nunca se había hecho en México. Aplaudo y reconozco su valor y entrega. En la historia reciente la lucha contra el narcotráfico ha sido la única decisión de largo plazo implementada por las autoridades.
Probablemente pocos se dan cuenta actualmente de las bondades de cortar de tajo ese cáncer en la sociedad. Por lo que debo de hacer pública mi admiración ante la responsable decisión de haber sacrificado popularidad y de haber incurrido en altos costos políticos, con el objeto de erradicar a la delincuencia.
Sin embargo, no podemos dejar de ver que el problema de fondo de nuestro país no es el combate al crimen, sino su prevención. Si bien el ataque a la delincuencia debe formar parte de las prioridades nacionales, no se puede dejar de lado los programas sociales, la creación de oportunidades, el fomento a la integración familiar, que son los mayores inhibidores del crimen.
En este aspecto, quiero reconocer el arduo trabajo encabezado por la licenciada Margarita Zavala, que me consta, ha puesto todo su empeño en fortalecer y cohesionar a las familias mexicanas, lo cual debe ser siempre el principio y el fin de toda política pública y acción de Gobierno.
Así, no tenemos ni un segundo más que perder. Estoy cierta que si México hubiera sido un lugar seguro y con un sistema judicial que realmente desincentivara el crimen, Hugo jamás hubiera sido secuestrado y yo no hubiera emprendido la causa que me hizo merecedora a recibir esta condecoración.
Si México no hubiera perdido el rumbo hace muchos años, hoy tendríamos mucho más empleos y condiciones diferentes para los mexicanos.
Por esta razón yo me pregunto: Si no es el momento para detenernos y reconstruir nuestro sistema político y social, en vez de reparar lo irreparable. Necesitamos políticos con alma de cristal, corazón de oro y fortaleza de acero, como lo describió Efraín González Luna.Desde mi punto de vista, debemos replantear el rumbo y analizar de qué elementos  disponemos para hacer de México un país sano, productivo y seguro. Considero que debemos adaptarnos y rediseñar estrategias para lograr este objetivo.
Necesitamos un nuevo pacto social, donde los políticos y autoridades puedan ponerse de acuerdo sin sacrificar los intereses de la sociedad, y donde a los ciudadanos se nos dote de mayor herramienta para expresarnos, para proponer y para involucrarnos en la toma de decisiones.
Estoy convencida que la participación de todos y cada uno de los mexicanos, es la única salida que nos queda para superar las condiciones en las que se encuentra nuestro país.
Es menester afrontar nuestras obligaciones y exigir nuestros derechos. Debemos lograr que los políticos sean más ciudadanos y que los ciudadanos sean más políticos.
Debemos reconocer a los gobernantes y las autoridades que cumplen con su deber, pero también, debe de haber un sistema más eficaz para castigar al irresponsable y al negligente. En suma, debemos transformar a México, debemos motivar a México.
Hay un largo camino que nos queda por recorrer en específico. Todavía el fortalecimiento de las instituciones, entre ellas las de SIEDO, la capacitación de los policías que se ha prometido para poder sacar al Ejército de las calles, apremia que nuestras policías estén calificadas y preparadas para poder hacer frente al secuestro y al resto de los delitos que atormentan a México.
Urge rediseñar la manera en que se asigna el presupuesto a las entidades federativas, para que no solamente estiren la mano, sino que también se les exijan resultados, la rendición de cuentas y la transparencia, la inclusión de la sociedad civil en el Consejo de Seguridad Nacional.
Sin embargo, aún cuando este camino es muy largo, no es momento de desmotivarse, sino de redoblar el paso. Y veremos que la historia le hará justicia a los valientes que luchen por el bien común.
No quiero  concluir sin agradecer a Dios por darme la fortaleza de seguir luchando.
A la Comisión Nacional de Derechos Humanos, en especial, a mi padre que es el tronco del cual proviene mi familia, a la que tanto me enorgullece pertenecer.
Quiero darle las gracias a mi esposo por su acompañamiento; a mi hija Claudia, aquí presente; a mis nietos: Andrea, a Renata, a Carlo y a Luca, y en especial a Roberto y a Nina que aquí me acompañan, por todo el apoyo incondicional que me han brindado en estos cinco años y medio y a todos los ciudadanos que se han solidarizado conmigo, y especialmente a Hugo, por darme la entereza y ser el motor de mi actuar.
Mi amor por Hugo se hizo aún más grande después de su muerte y este amor se expandió al amor que ahora tengo a mi país.
Estoy convencida que todos tenemos ese amor por México y todos tenemos algo que nos mueve hasta lo más profundo de nuestro ser. En mi caso fue el amor de madre, pero en todos los casos existe un motor que nos invita a actuar a favor de nosotros mismos y de nuestras comunidades.
Los invito a reflexionar y a sacar esa fuerza y motivación para ser mejores mexicanos.
No podemos agachar la cabeza y pretender que los problemas son de alguien más. Necesitamos muchas manos, necesitamos muchas almas para hacer que nuestros sueños se hagan realidad y las necesitamos ahora, no después.
Gracias.

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