Con dirección a la barbarie/ |
Jesús Silva-Herzog Márquez
Reforma, 10 Ene. 2011
Una sociedad se retrata en sus escuelas, en sus prisiones, en sus parques. En todos esos ámbitos puede dibujarse el sentido de la vida en común: el sitio de los niños, los derechos de los malos, los espacios del juego. Pero es difícil imaginar un cuadro más crudo y más revelador de una sociedad que el que emerge de su morgue. ¿Qué historia cuentan esos almacenes malolientes? El depósito de los cadáveres nos describe mejor que nuestras plazas. ¿Quiénes mueren? ¿Por qué han muerto? ¿Cómo han sido separados de la vida? ¿Qué edad tenían al cerrar para siempre los ojos? ¿Hay castigo para quienes envían a la morgue los cuerpos sin vida?
Fernando Escalante se ha empeñado en contar los asesinatos en México y en entender lo que las cifras dicen de nuestros medios, de nuestra política, de nuestra sociabilidad. En septiembre de 2009 publicó en la revista Nexos un estudio meticuloso que era una geografía y una historia del homicidio en México. Los datos que Escalante recuperó de los archivos públicos contrastaban con el ánimo colectivo: México era un país mucho más pacífico de lo que había sido anteriormente. Desde los años noventa, las tasas de homicidio descendían. No eran cambios menores ni accidentales. En 1992 había 19 homicidios por cada 100 mil habitantes; en 2007 eran 8. Los datos parecían reflejar una tendencia firme de la sociedad mexicana en donde los conflictos territoriales, políticos, religiosos, familiares, desembocaban cada vez menos en la violencia y en la sangre. Por supuesto, la geografía ponía en claro las diferencias territoriales, pero la tendencia nacional era clara: México caminaba a la paz. La historia que contaban los datos de Escalante era la historia de un país que se alejaba de sus hábitos más brutales y en donde el respeto a la vida era crecientemente valorado. Poniéndolo en otros términos, era la historia de un país que daba pasos civilizatorios.
Ahora, en la edición actual de Nexos, Fernando Escalante regresa al tema para revisar la información que ha salido tras la publicación de su estudio inicial. Los datos que difunde (provenientes de la misma fuente) son verdaderamente alarmantes. El cambio en la tendencia es pavoroso. México ha regresado a los niveles de violencia que tenía hace 20 años. Lo que sistemáticamente se fue ganando a lo largo de dos décadas ha sido revertido en un par de años. No sólo se ha roto una tendencia terca y venturosa, sino que se ha roto de manera "violentísima". En un par de años la tasa nacional de homicidios regresa a los niveles de 1991. Las gráficas publicadas por la revista son demoledoras: una pendiente constante se interrumpe en 2008 para dar paso a una línea en ascenso casi vertical.
Existe una conexión obvia entre la "guerra contra el crimen organizado" y el repunte de la violencia asesina. Más aún: ahí donde el gobierno federal ha desplegado tropas, los homicidios han escalado con mayor dramatismo. El caso de Chihuahua es terrible: antes de los operativos la tasa de homicidios en el estado era 19.6 por cada 100 mil habitantes. Tras los operativos, el índice bajó a 14.4 en 2007, pero para el año siguiente brincó a 75.2 y en 2009 a 108.5 homicidios por cada 100 mil habitantes. El desplazamiento de los cuerpos policiacos locales (sin duda corrompidos por los narcotraficantes) ha tenido efectos siniestros. Los antiguos mecanismos de mediación política fueron devastados por una intervención federal descoordinada y, sobre todo, ineficaz. Pero lo que advierte Escalante es que este repunte de la violencia no puede ser explicado solamente como resultado de la lucha entre las mafias ni como indicador de la exitosa presión gubernamental a los contrabandistas. El incremento de los asesinatos supera el monto de los crímenes del crimen organizado que la prensa contabiliza puntualmente. No es que la muerte tenga permiso en México, como dice el título del estudio de Escalante. La muerte da permiso. La muerte autoriza la muerte. El homicidio que carece de consecuencias, el que se exhibe ostentosamente como mecanismo impune para resolver los conflictos, es invitación al homicidio. México dio en 2008 una vuelta en sentido contrario en la senda de la civilización. Seguimos avanzando en la ruta de la barbarie.
Pero para no terminar en mal tono, citemos al presidente Calderón en su alentador mensaje de año nuevo: "Puedo asegurarles que estamos avanzando por la ruta correcta y que vamos a derrotar a los criminales, para construir finalmente un México de paz, un México seguro, un México donde nadie esté al margen de la ley y donde nadie viva con temor".
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http://www.nexos.com.mx/?P=leerarticulo&Article=1943189
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