18 mar 2012

No queremos “arrepentidos”, queremos justicia/ Rodrigo Vera


No queremos “arrepentidos”, queremos justicia/ Rodrigo Vera
Revista Proceso # 1846, 18 de marzo de 2012
Un grupo de jóvenes que fueron objeto de abusos sexuales de sacerdotes mexicanos buscarán entrevistarse con Benedicto XVI durante la visita que realizará a México. En sus viajes a otros países, el Papa ha escuchado los testimonios de víctimas de clérigos pederastas y ha prometido “orar” por ellas. Pero “nosotros –aclara Joaquín Aguilar, quien dirige en México la Red de Sobrevivientes de Abusos Sexuales de Sacerdotes– no queremos rezos ni muestras de arrepentimiento: sólo exigimos que se haga justicia”.
Un grupo integrado por víctimas de sacerdotes pederastas gestiona una reunión privada con el Papa Benedicto XVI para hablar con él durante la visita que realizará a Guanajuato del viernes 23 al lunes 26. Su objetivo es informarle que el episcopado mexicano “protege” y “solapa” sistemáticamente a sus curas pederastas, lo cual afecta a la feligresía y viola los lineamientos del Vaticano.


El pasado viernes 16, las víctimas entregaron a la nunciatura apostólica en México su petición de audiencia con Joseph Ratzinger, esperanzadas en que una orden papal logre por fin hacerles “justicia” y “castigar” a los sacerdotes violadores mexicanos que siguen delinquiendo con total impunidad.

Joaquín Aguilar, quien encabeza el grupo y dirige en México la Red de Sobrevivientes de Abusos Sexuales de Sacerdotes (SNAP, por sus siglas en inglés), revela a Proceso:

“Acabo de entregar personalmente a la nunciatura la solicitud de audiencia con el Papa. Le quitaremos poco tiempo; en media hora podremos exponerle nuestras quejas, pues sabemos que andará muy ocupado.”

–¿Considera probable que el Papa los reciba?

–Sí, es casi seguro, ya que en sus últimos viajes a varios países ha dialogado con víctimas de abuso sexual. Por lo general las recibe fuera de su agenda formal. Esas reuniones privadas ya se han convertido en la tónica de sus viajes. Quizá las realiza porque intenta lavar la mala imagen que la pederastia le dejó a la Iglesia.

“Si hace esto en otros países con mayor razón en México por ser la tierra de Marcial Maciel, que a nivel mundial es considerado el principal exponente del sacerdote pederasta y depredador. Aquí se formó y aquí empezó a crear a los Legionarios de Cristo. Incluso sus restos están en México. Por eso tengo la seguridad de que el Papa nos recibirá. Le serviría para mandar un mensaje de que está dispuesto a limpiar la Iglesia.”

–¿Y qué le plantearán al Papa durante la reunión?

–En lo personal, no le expondré mi caso, ya que es muy conocido. Eso sería perder el tiempo. Más bien le informaré sobre la grave situación de la pederastia sacerdotal en México, que ha proliferado debido al encubrimiento y a la complicidad de la cúpula eclesiástica. Tan pronto se denuncia un caso, el obispo teje toda una red de complicidades para proteger a su sacerdote.

“Hasta el momento, que yo sepa, ningún sacerdote mexicano ha sido arrestado por abuso sexual, siendo que hay muchos. Claro, eso depende de las autoridades civiles. Pero las eclesiásticas impiden en buena medida que estos abusos lleguen a ser juzgados por aquéllas. Y no sólo eso, la Iglesia incluso emprende un linchamiento social contra nosotros las víctimas.

“Mi caso es muy representativo. El cardenal Norberto Rivera protegió durante años a su párroco Nicolás Aguilar que abusó de mí y de muchos otros niños. Y todavía sigue libre gracias a esa red de complicidades. Llevo 18 años tratando de que se le castigue y no he conseguido absolutamente nada. En la misma situación están las demás víctimas. Lejos de conseguir justicia, somos blanco del escarnio y la humillación. Marcelino Hernández, quien era obispo auxiliar de Rivera Carrera, decía burlonamente que de qué nos quejábamos, si a muchas víctimas ni siquiera las habían penetrado los sacerdotes.”

–¿Quiénes lo acompañarán a la reunión con el Papa?

–Por lo pronto, hay otras tres víctimas que irán conmigo. Otras dos están por confirmar. A lo mucho seremos seis en total. No puedo mencionar sus nombres porque quieren mantener el anonimato, por su seguridad y la de sus familias.

“Solo puedo decir que todos somos jóvenes; nuestras edades fluctúan entre 25 y 31 años, que son los que yo tengo. Todos sufrimos abuso sexual siendo niños: unos en el Distrito Federal, otros en Puebla o en el Estado de México.”

–¿Las otras víctimas relatarán sus testimonios personales al Papa?

–No lo sé. Estarán en libertad de exponerle brevemente lo que mejor les convenga. Respecto a mi caso, sólo denunciaré ante el Papa al cardenal Norberto Rivera, para ejemplificar la protección que la jerarquía eclesiástica brinda a los párrocos pederastas.

Aguilar comenta que planean viajar a Guanajuato de manera muy discreta, pues temen ser agredidos entre la multitud de católicos que se congregará para ver al Papa y que quizá vea con desagrado sus denuncias contra el episcopado. A la cita acudirán en el mayor sigilo.

Añade que sólo esperan la respuesta del nuncio apostólico en México, Christophe Pierre, y su indicación sobre el lugar, día y hora en que los recibirá Benedicto XVI.

“Hay algunos lugares idóneos para el encuentro: la catedral de León, alguna oficina de la arquidiócesis o el colegio Miraflores, donde descansará y pernoctará el Papa. No lo sabemos. La nunciatura decidirá”, dice Aguilar.

–Sin embargo, el nuncio acaba de adelantar que el Papa ni siquiera tocará el tema de la pederastia…

–Eso lo dice para que el espinoso problema pase inadvertido, como hasta el momento ocurre. Pero por respeto a las víctimas el tema tiene que tocarse. Y con mayor razón en el país de Maciel. El mismo Papa lo está abordando abiertamente en sus viajes. Y no sólo eso, también implementa medidas severas para castigar la pederastia sacerdotal.

Aguilar se refiere sobre todo a una instrucción que la Congregación para la Doctrina de la Fe emitió en mayo de 2011. En ella se exige a las conferencias episcopales de cada país denunciar a sus sacer­dotes pederastas ante las autoridades judiciales y, además, que les impidan ejercer su ministerio.

La instrucción dice textualmente:

“El abuso sexual de menores no es sólo delito canónico, es también un crimen perseguido por la autoridad civil. Si bien las relaciones con la autoridad civil difieren en los diversos países, es importante cooperar en el ámbito de las respectivas competencias.”

El documento exige que “los miembros del clero sospechosos de pedofilia comparezcan ante las autoridades civiles competentes, siguiendo siempre las prescripciones de las leyes civiles”.

Luego de recordar que Benedicto XVI también endureció las penas canónicas contra los pederastas, el documento instruye a los episcopados nacionales para que incorporen estos lineamientos en sus respectivas directrices internas.

Y agrega: “Al encubrir a sus sacer­dotes delincuentes, el episcopado mexicano desa­cata las mismas instrucciones del Vaticano. Este punto se lo quiero dejar muy claro al Papa”.

–¿Será el punto central del encuentro?

–Sí. Le diré que aquí no se cumplen sus ordenamientos y que las víctimas seguimos pidiendo justicia.

Impunidad

De víctima, Aguilar pasó a ser un activo luchador social enfocado en combatir los abusos sexuales perpetrados por clérigos. En 1994, siendo un monaguillo de 13 años de edad en una parroquia del Distrito Federal, el sacerdote Nicolás Aguilar abusó de él. Sus padres pusieron una demanda por abuso sexual ante el Ministerio Público y también acudieron a instancias de la arquidiócesis de México para que se castigara al violador. No lograron nada.

Con el tiempo empezaron a documentarse las alrededor de 86 violaciones contra niños cometidas por el padre Nicolás. Pero sobre todo la protección que le brindó Norberto Rivera desde mediados de los ochenta, cuando éste era obispo de Tehuacán y el violador un párroco adscrito a su diócesis.

Tan pronto se descubrían sus abusos sexuales, al padre Nicolás simplemente se le cambiaba de parroquia o de diócesis: de Tehuacán pasó a la arquidiócesis de Los Ángeles, California, donde violó a 26 niños y logró escapar de la policía estadunidense; luego llegó prófugo a la arquidiócesis de México para volver a delinquir; después regresó a la diócesis de Tehuacán, donde se supone que radica actualmente (Proceso­ 1514).

En su prolongada lucha por conseguir justicia, Joaquín estudió la carrera de derecho y se hizo miembro activo de la organización internacional SNAP.

En septiembre de 2006 demandó a Rivera Carrera por “encubrimiento” y “negligencia” ante la Corte de Los Ángeles. La demanda causó revuelo en México porque nunca antes la justicia estadunidense había puesto en el banquillo de los acusados a un prelado mexicano. El litigio aún continúa en una corte federal de Estados Unidos.

Actualmente, el joven Aguilar es el director de SNAP–México y está enfrascado en defender los derechos de las víctimas. Comenta sobre su trabajo:

 “En los cinco años que llevo al frente de SNAP-México he logrado documentar ampliamente más de 130 casos de abusos sexuales cometidos por sacerdotes mexicanos contra menores de edad, sin contar los del padre Nicolás. Por fortuna, a muchos de esos niños los estamos enviando a terapia psicológica, dentro de la red de organizaciones humanitarias que hay en el país.”

–¿Usted supone que el Papa ayudará a resolver este problema?

–¡Claro! Si es que realmente está dispuesto a hacerlo. Él es el jefe máximo de la Iglesia católica. Está muy por encima del cardenal Rivera Carrera y de los demás obispos y arzobispos solapadores. Tiene el poder para sancionarlos y meterlos en cintura.

–Algunos consideran, sin embargo, que Benedicto XVI solapa esos abusos.

–Sí, lo sé. Y por ese motivo hay contra él una demanda en la Corte Internacional de la Haya. Pero también es cierto que está obligado a resolver el problema, pues de lo contrario los fieles le perderán la confianza a la institución eclesiástica. Por lo pronto, el Papa se está acercando a las víctimas… Y eso debemos aprovecharlo.

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