Colombia
y Venezuela, conflictos cruzados/Joaquín Villalobos fue guerrillero salvadoreño y es consultor para la resolución de conflictos internacionales.Publicado en El
País |13 de junio de 2014
¡Señor
ministro de Defensa! ¡muévame 10 batallones hacia la frontera con Colombia!,
¡de inmediato!, ¡batallones de tanques!, ¡la aviación militar que se
despliegue!”. Ésas eran las órdenes que el fallecido coronel Hugo Chávez dio a
su ministro de Defensa el 3 de marzo de 2008, al tiempo que también instruía
retirar a todo el personal de la Embajada de Colombia. El motivo fue una
incursión de fuerzas militares colombianas en territorio ecuatoriano para
atacar un campamento de las FARC. La presión militar hizo perder estabilidad y
territorios a las FARC dentro de Colombia y esto las empujó a utilizar a
Ecuador y Venezuela como santuarios provocando una crisis regional de grandes
proporciones.
Se
realizaron reuniones de emergencia de la OEA, Ecuador abrió un juicio a Juan
Manuel Santos, entonces ministro de Defensa de Colombia, se cerraron fronteras,
se afectó severamente el comercio entre los países y Colombia tuvo que sopesar
las capacidades de sus Fuerzas Armadas, que estaban concentradas en la guerra
irregular, frente al hecho de que Venezuela había multiplicado su poder de
fuego convencional. En marzo de este año el Gobierno de Venezuela rompió
relaciones con Panamá a raíz de que el Gobierno panameño dio espacio en la OEA
a un representante de la oposición venezolana; esto ocurrió en el momento en
que el Gobierno de Maduro enfrentaba violentas protestas callejeras.
Cualquier
país es altamente sensible frente a acciones desestabilizadoras originadas en
sus países vecinos. Centroamérica vivió 10 años con guerras en Guatemala, El
Salvador y Nicaragua que convirtieron las fronteras de Honduras y Costa Rica en
zonas de guerra y campos de refugiados, mientras Estados Unidos estableció
bases militares en Honduras, minó los puertos de Nicaragua y terminó invadiendo
Panamá. Los guerrilleros salvadoreños operaron en territorio hondureño y las
tropas nicaragüenses realizaron una incursión militar a gran escala contra los
campamentos de la Contra en Honduras. Respaldar a los opositores de un país
vecino cuando éste padece una crisis es algo muy peligroso.
En
los últimos cuatro años el escenario regional Colombia-Venezuela-Ecuador ha
sido modificado sustancialmente por una política de cooperación y paz entre los
países basada en el respeto a la política interna de todos. La seguridad y el
comercio han mejorado. Colombia hizo las paces con sus vecinos e inició
negociaciones con las guerrillas de las FARC y el ELN. Los Gobiernos de
Venezuela, Ecuador y Cuba han apoyado seriamente estos esfuerzos de paz y su
cooperación ha resultado vital para obtener progresos extraordinarios en las
conversaciones de La Habana.
La
oposición venezolana está dividida entre quienes están a favor del diálogo y el
camino electoral y los radicales que quieren “la salida” inmediata de Maduro.
“La salida” supone una división de los militares. Luego de 15 años de chavismo,
una división en la milicia podría derivar en un enfrentamiento armado que
instalaría la violencia política en el país durante muchos años. Paralelamente,
en Colombia el proceso electoral ha dividido al país entre quienes están a
favor de una negociación con las guerrillas y quienes piensan que es el momento
de derrotarlas por considerar que una negociación entregaría al país a lo que
llaman “castro-chavismo”. En esta situación también han comenzado a intervenir
los intereses de grupos radicales anticastristas de la Florida que, frente a la
posibilidad de una transición suave del régimen cubano, prefieren su colapso.
De nuevo la confrontación, en vez de la pacificación, amenazan con tomar
control de las relaciones regionales. Si los extremismos cobran fuerza, los
interesados empezarán a usar los territorios de un país para atacar al Gobierno
de otro y de allí a perder el control se estará a un paso.
La
idea de que Colombia no tiene un conflicto sino una amenaza terrorista está coincidiendo
con la idea de que Venezuela es una dictadura y no un país que ha tenido 15
elecciones en 15 años. A esto se suma la creencia de que en este momento en
Cuba son más importantes los cambios democráticos que la profunda e
irreversible transformación social que están dejando los cambios económicos. A
la fecha existen en la isla casi 500.000 pequeños empresarios. Impaciencia,
retórica y emociones contra paciencia, pragmatismo y racionalidad.
Los
avances en las negociaciones con las FARC no tienen precedentes. Las FARC ya
aceptaron dejar las armas y las drogas y transformarse en partido político. El
Gobierno por su parte aceptó implementar un programa de paz territorial con una
reforma agraria integral que llevaría por fin el desarrollo y el Estado a la
Colombia rural, profunda y salvaje. Ambas partes priorizarán los derechos de
las víctimas y no harán intercambio de impunidades. Tirar todo esto a la basura
sería una locura. La idea de que Venezuela es una dictadura que debe ser
derrocada tiene escasos adeptos en el continente y en los Estados Unidos. Los
comparativos frente a los 30.000 desaparecidos en Argentina, los escuadrones de
la muerte de Brasil, el genocidio en Guatemala y los miles de descuartizados
que aparecían en las calles de El Salvador dejan poco espacio para pensar a
Venezuela como dictadura.
Un
cambio de correlación en la oposición venezolana y en la política colombiana
implicaría, en principio, un cambio hacia una retórica más agresiva. Dice el
profesor David Apter que “el discurso de la violencia como política y la
violencia política como discurso constituyen una intervención perturbadora que
da por sentadas las causas, los efectos y las probabilidades. Es en ese momento
que las palabras pueden matar”. Las palabras crean actitudes, las actitudes
generan hechos y los hechos desencadenan procesos; si la retórica es de
confrontación el resultado es la guerra. Es cierto que hay paranoias en Cuba y
Venezuela, pero los errores de la invasión de Bahía Cochinos a Cuba en abril de
1961 y el intento de golpe de Estado contra Chávez en abril del 2002 dieron
credenciales de verdad a todo lo que estos regímenes dijeran después. Hay una
relación entre hechos históricos, creencias, retórica y violencia.
En
Centroamérica el diálogo y las soluciones negociadas fueron el único camino
para resolver conflictos que dejaron más de 400.000 muertos. Esto fue posible
porque México, Colombia, Panamá y Venezuela, apoyados por Europa, respaldaron
el diálogo contra la voluntad de guerra de los Estados Unidos. Si en la nueva
realidad Estados Unidos dialoga y negocia con los talibanes, ¿por qué no debe
entonces negociarse con las FARC? ¿Por qué no debe ser el dialogo la salida a
la crisis venezolana? La comunidad internacional debe persistir, como lo hizo
en Centroamérica, para que el diálogo y la negociación prevalezcan sobre la
violencia.
Venezuela
lleva 15 años bajo una polarización política extrema con un régimen que ha
limitado las libertades democráticas y creado un desastre económico. Esto ha
terminado en una crisis de violencia callejera que ha dejado 32 civiles y 9
policías muertos en los enfrentamientos. Colombia tiene 54 años viviendo un
conflicto que ha dejado 4.744.000 desplazados junto a 178.220 civiles y 41.000
militares y policías muertos. Los colombianos necesitan terminar su conflicto y
los venezolanos deben ahorrarse el de ellos.
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