La
furia apocalíptica del ISIS/Ignacio Álvarez-Ossorio es profesor de Estudios Árabes en la Universidad de Alicante y coordinador de Oriente Medio y Magreb en la Fundación Alternativas.
El
País, 29 de junio de 2016
Dos
años después de proclamar su califato, el autodenominado Estado Islámico (ISIS
en sus siglas en inglés) sigue siendo un gran desconocido. A pesar de los ríos
de tinta que se han vertido sobre sus atrocidades, poco o nada se sabe sobre su
ideología. Si bien es cierto que la creciente presión militar de la que es
objeto le ha hecho perder una parte significativa de sus dominios en Irak y
Siria, también lo es que todavía queda mucho camino por recorrer a la hora de
combatir su narrativa.
Los
ulemas wahabíes también persiguieron a los chiíes, a los que consideraban
infieles. Este mismo argumento fue desempolvado por Abu Musab Al Zarqawi,
creador de Al Qaeda en Mesopotamia y padre intelectual del ISIS, para lanzar
una guerra sin cuartel contra la comunidad chií iraquí. En una misiva fechada
en febrero de 2004 fijó la hoja de ruta a seguir: “La única solución es golpear
a los cuadros religiosos, políticos y militares chiíes una vez tras otra hasta
doblegarlos: son como la serpiente al acecho, el escorpión malicioso y el
veneno penetrante”. También consideró que los chiíes representaban una amenaza
mucho mayor que los propios ocupantes estadounidenses, ya que tarde o temprano
las tropas extranjeras se verían obligadas a abandonar el país, mientras que
los chiíes permanecerían en él y forjarían una alianza con Irán.
No
mejor suerte corren otras corrientes más o menos emparentadas con el chiísmo
como los alauíes, los ismailíes o los drusos, que son tachados de apóstatas y,
en consecuencia, merecen ser aniquilados. El ISIS suele recurrir a Ibn Taymiya
para justificar sus posiciones. Dicho teólogo medieval consideró que estas
minorías eran peores que los infieles y los idólatras y emitió un fatua según
la cual “sus mujeres pueden ser tomadas como esclavas y los hombres tienen que
ser asesinados allá donde se les encuentre, siendo lícito requisar sus
propiedades”. Un trato similar se reserva a los yazidíes —a los que por
desconocimiento se acusa de adorar al diablo—, contra quienes el ISIS ha
emprendido un auténtico genocidio que contempla la eliminación física de los hombres
y la esclavización de las mujeres. A las comunidades cristianas, cada vez más
hostigadas en Irak y Siria, se les permite elegir entre la conversión al islam
o el pago de un impuesto de capitación (el mismo que fue abolido por los
sultanes otomanos a mediados del siglo XIX por las presiones de las potencias
europeas).
El
ISIS no solo persigue a las minorías confesionales, sino también a todo aquel
que se opone a su proyecto mesiánico. Abu Muhammad Al Adnani, portavoz del
grupo, advirtió: “Si combates al ISIS, te conviertes en apóstata”. De hecho, no
ha dudado en declarar como tales a la mayor parte de las fuerzas rebeldes que
luchan contra el régimen de Bachar el Asad, incluidas aquellas de tendencia
islamista. También quienes defienden los valores democráticos o comulgan con el
nacionalismo, el socialismo o el liberalismo son considerados herejes y se
convierten en un objetivo legítimo, puesto que no son leales al islam ni
tampoco aceptan la preeminencia de la sharía en los asuntos políticos, sociales
y económicos.
La
yihad es el principal pilar del ISIS, que la considera una obligación para
todos los musulmanes. Esta yihad no solo es defensiva, sino sobre todo
ofensiva. Además de contra los occidentales, debe dirigirse contra los
musulmanes reacios a aceptar el credo wahabí. Se considera que aquellos
musulmanes que no respetan esta rigorista y puritana interpretación de la
sharía viven en la ignorancia y, por tanto, deben ser sometidos por medio de la
violencia para que vuelvan al redil.
El
ISIS combate tanto al enemigo interior como al exterior. El primero lo
representan los gobernantes que no aplican la sharía, que son tachados de
tiranos y deben ser derrocados. Abu Umar Al Bagdadi, otrora líder del Estado
Islámico de Irak, señaló: “Los gobernantes de los territorios islámicos son
traidores, infieles, pecadores, mentirosos y criminales” y “la lucha contra
ellos es más importante que la lucha contra los cruzados ocupantes”. El segundo
enemigo son los occidentales, a los que el propio Abu Umar tachó de “infieles a
los que se debe atacar en su propio territorio”. Los yihadistas advierten de
que ningún país islámico debería establecer alianzas con, o depender de, los
países occidentales y si lo hacen se convierten inmediatamente en infieles
contra los que debe emprenderse la yihad.
Pero
quizás uno de los elementos más desconocidos del ISIS es su visión apocalíptica
del mundo, ya que interpreta que está librando un combate crucial entre
musulmanes e infieles que precederá el fin de los tiempos. Esta batalla, según
ciertas profecías apócrifas, tendrá lugar en la localidad siria de Dabiq,
precisamente el nombre que recibe la revista del grupo, y se desarrollará tras
el restablecimiento del califato, algo que Abu Bakr Al Bagdadi hizo hace ahora
dos años. Tras este episodio se librará una devastadora guerra que terminará
con la llegada del Mesías. Al Adnani ha arengado a las tropas yihadistas para
que “estuviesen preparadas para la batalla final contra los cruzados” en el
curso de la cual “conquistaremos Roma, destruiremos sus cruces y esclavizaremos
a sus mujeres con el permiso de Dios”.
Como
era de imaginar, esta retórica apocalíptica no ha conseguido movilizar a gran
escala a las comunidades musulmanas, que se han desmarcado de manera clara del
grupo terrorista y han denunciado su barbarie. Incluso el lema del ISIS
—Permanecer y expandirse— está cada vez más en entredicho, puesto que en los
últimos meses ha perdido una tercera parte de sus territorios. Todo parece
indicar que la derrota del ISIS es una mera cuestión de tiempo, pero también de
voluntad política. Hasta el momento, las divisiones entre los actores
regionales e internacionales con intereses en la región han impedido que se le
dé el golpe de gracia. Una vez que dejen de lado sus intereses particulares y
sus estrategias cortoplacistas, el mencionado califato podría desmoronarse como
un castillo de arena
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