Trump contra el mundo/Roger Senserrich, es licenciado en Ciencias Políticas y editor de ‘Politikon’.
El Español, 5 de agosto de 2016..
Hace unos días, hablando con unos compañeros de trabajo, decidimos hacer dos listas. En la primera íbamos a incluir todos los colectivos profesionales, grupos étnicos, religiones y países que Trump había ofendido desde que empezó su campaña presidencial. La segunda contenía todas las ocasiones en que tras una de sus declaraciones alguien en la oficina había dicho que esto marcaba el fin de su carrera política.
No hace falta decirlo,
pero ambas listas son extraordinariamente extensas. Desde el 16 de junio del
año pasado, cuando Trump lanzó su campaña presidencial asegurando que la
mayoría de inmigrantes mejicanos eran asesinos o violadores, el candidato
republicano ha despreciado religiones enteras, criticado a una periodista
porque seguramente tenía la regla, se ha mofado de un periodista minusválido,
burlado de un héroe de guerra por haber sido capturado, dicho que un juez
federal no puede hacer su trabajo por ser latino, acusado al padre de un
oponente de participar en el asesinato de Kennedy y soltado una larga variedad
de epítetos malsonantes en Twitter, radio y televisión contra todo lo que se
moviera, a menudo usando términos vagamente racistas.
Lo
más delirante es que esta lista es sólo una pequeña muestra de todas las
tonterías, falsedades, insultos, medias verdades y comentarios completamente
irresponsables que Donald Trump ha utilizado en estos trece meses. James
Fallows, en el Atlantic, lleva compilando una larga lista de acciones, eventos
y declaraciones sin precedentes en la historia americana reciente alrededor del
candidato del Partido Republicano. Lleva 67, y la mayoría de ellas, en un año
normal, hubieran servido para acabar con la carrera de cualquier político.
Sin embargo, Trump ahí
seguía. The Donald ganó las primarias contra lo que muchos (erróneamente)
consideraban el mejor banquillo de candidatos de cualquier partido en décadas,
siguió insultando a sus oponentes incluso después de derrotarles, y empieza la
carrera en las generales relativamente cerca de Hillary en los sondeos. A
finales de julio, gracias a la combinación entre el escándalo de los correos
electrónicos de Clinton y la Convención Republicana, Trump llegó a empatar con
su oponente en las encuestas.
Podemos decir, por
tanto, que cualquier escándalo debe ser tomado con cierta cautela. Es un
candidato que a pesar de ser detestado por amplios segmentos del electorado
parece sobrevivir a todo, sin que ataques, críticas y condenas unánimes
parezcan hundirle.
Dicho esto, hay señales
que pueden indicar que esta vez es diferente. Los escándalos, feudos y batallas
de Trump esta última semana parecen haber despertado una reacción más airada
que en ocasiones anteriores, incluso en las filas de su propio partido. La
cobertura mediática ha sido más intensa y duradera. Los sondeos muestran un
efecto negativo casi inmediato, siguiendo la bien recibida Convención
Demócrata. De forma más significativa, el comportamiento de Trump esta vez parece
ser aún más errático e inestable que en ocasiones anteriores.
Empecemos por la
principal polémica estos días, la guerra de declaraciones con el matrimonio
Khan tras su celebrado discurso en la Convención Demócrata. Si hay algo sagrado
en el debate político americano es un respeto casi reverencial por las fuerzas
armadas. Se puede criticar la política exterior del país abiertamente, pero
nunca se puede cuestionar el patriotismo de las tropas y sus familias.
Al criticar a los Khan,
Trump ha cruzado esta línea invisible. Un político medio cuerdo hubiera
respondido elogiando a los padres de un soldado muerto en combate y criticando
la política exterior de Hillary Clinton. Trump les insultó mientras insistía
que él, millonario hijo de millonarios, había hecho muchos sacrificios en su
vida.
El escándalo sería ya de
por sí un revés serio en solitario, pero el problema es que Trump ha seguido
insistiendo, una y otra vez. La polémica empezó el viernes. Lejos de echarse
atrás, el candidato republicano aumentó sus ataques en una desastrosa
entrevista en la cadena ABC durante el fin de semana. En vez de reaccionar al
clamor creciente de voces de los propios republicanos, Trump volvió a quejarse
de los Khan el lunes, tanto en mítines como en redes sociales, y siguió
insistiendo el martes en otra entrevista mientras poco menos que declaraba la
guerra a varios compañeros de partido. Su respuesta ante las críticas en unas
declaraciones que cualquier observador imparcial señalaría como un error
político ha sido volver a la carga, una y otra vez.
A esta quijotesca
insistencia en insultar a los padres de un militar muerto hay que sumar una
larga serie de declaraciones absurdas durante toda la semana. Trump ha
demostrado su olímpico desconocimiento sobre la situación en Ucrania, advertido
ante un posible pucherazo electoral en noviembre, creado una polémica absurda
con mentiras innecesarias sobre los debates presidenciales de otoño y negado
conocer a Vladimir Putin en persona tras pasarse todas las primarias hablando
sobre su estrecha relación.
Esta no es una lista
exhaustiva; Trump también echó a un bebé de un mitin, metió la pata
espectacularmente hablando sobre acoso sexual y seguramente insultó a un par de
grupos étnicos en algún momento, pero los periodistas ya no dan abasto. El
colofón ha sido negar su apoyo en primarias a Paul Ryan, líder de los
republicanos en la cámara de representantes, y al senador John McCain, como
respuesta a sus críticas de estos días. Trump había tenido alguna semana
gloriosa de salidas de tono durante las primarias, pero no a esta escala, ni
con polémicas tan obviamente estúpidas, ni con un comportamiento tan errático.
Esta larga serie de
errores se produce además justo cuando los medios de comunicación y la atención
del electorado se centra por primera vez en la campaña presidencial. Las
primarias las cubren de forma obsesiva las cadenas de noticias por cable (CNN,
Fox, MSNBC), pero tienen audiencias relativamente limitadas. No es hasta las
convenciones (con audiencias por encima de los 30 millones cada noche) cuando
los votantes americanos empiezan a pensar realmente en las elecciones de
noviembre. Trump lejos de mejorar como candidato parece haber escogido esta
semana para dar un recital de sus peores defectos, ante la mirada horrorizada de
su partido y su propio equipo de campaña. No hay pocos observadores que están
preguntándose en voz alta si el hombre tiene problemas serios de salud mental.
Es por todo ello por lo
que, a pesar de que el candidato del GOP ha sobrevivido semanas parecidas con
anterioridad, esta vez parece que sus disparates sí le harán daño. No es tanto
porque alguien haya aprendido o descubierto nada nuevo sobre Trump, un tipo
que, insisto, lleva diciendo cosas parecidas desde hace un año, sino porque
todo parece confirmar que el hombre no va a cambiar de aquí a las elecciones, y
ahora sí que los votantes están empezando a prestar atención.
Esto no traerá consigo
el hundimiento total y definitivo de Trump en las encuestas. La pura inercia
partidista, la impopularidad de Hillary Clinton y el resentimiento contra las
élites de amplios sectores del electorado seguramente le proporcionan un suelo
electoral sólido, por encima del 40% del voto.
A efectos prácticos,
Trump probablemente está a entre 5 y 7 puntos de Clinton en los sondeos, una
distancia considerable pero no completamente insalvable de aquí a noviembre. Un
par de debates presidenciales espantosos, un escándalo inesperado, una crisis
(financiera o internacional) imprevista y varios errores no forzados de Clinton
podrían colocar a Trump en posición de ganar las elecciones.
Aun así, las polémicas
de estos últimos días sugieren que si alguien va a cometer errores de aquí a
noviembre lo más probable es que sea Trump. Las élites republicanas, ya
escépticas, parecen haber perdido casi por completo la confianza en el
candidato. No creo que muchos hagan caso a Obama y lo repudien abiertamente (es
más, creo que Obama lo ha pedido públicamente para obligarles a cerrar filas),
pero dudo que alguien vaya a salir en defensa de Trump cuando inevitablemente
cometa otro error o insulte a otro grupo étnico más o menos al azar.
Los republicanos podrían
haber ganado estas elecciones con relativa facilidad de haber presentado a un
candidato medio decente. Trump va camino de perderlas, y además llevarse el
buen nombre del partido por delante. Tiene mérito.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario