La Jornada,
Con todo respeto señor Presidente: México no está en crisis ni en quiebra | Heriberto M. Galindo Quiñones
La ceremonia inaugural del presidente Andrés Manuel López Obrador, no obstante haber tenido aspectos trascendentes y positivos, perdió parte de su solemnidad al verse empañada por excesos discursivos.
Por ejemplo, no es justo ni correcto hablar de crisis o de quiebra, o dar a entender que nuestro país está deshecho o en bancarrota, cuando la economía de México es reconocida como una de las principales del mundo, y por ello somos integrantes del Grupo de los 20 países con economías más sólidas, (el G20); tenemos un crecimiento sostenido de más de 2 por ciento anual del PIB (aunque lo deseable es que sea mayor); contamos con impresionantes obras de infraestructura; con una reserva monetaria de más de 170 mil millones de dólares; recientemente se recibió una línea de crédito por más de 70 mil millones de dólares por parte del FMI; los pasados seis años se generaron más de 4 millones de empleos; se registraron avances notables en la reducción de la pobreza extrema y en general con los programas sociales; hubo niveles altísimos en inversión privada, nacional y extranjera, por la apertura de la
economía; los avances en vivienda, salud, educación, cultura y campo, no tienen paralelo; ocupamos uno de los primeros lugares en captación de divisas por concepto de turismo; y a pesar de la caída en la producción de hidrocarburos seguimos siendo un país respetado mundialmente en esta materia, lo mismo que por la apertura económica, por la evolución científica y por los logros en educación superior; por el monto de las exportaciones, tanto de productos primarios como manufacturados; por la seriedad mostrada en el ámbito internacional en el cumplimiento de los compromisos, acuerdos y tratados comerciales y diplomáticos y, finalmente, por los avances democráticos alcanzados, que permitieron la celebración de las elecciones más limpias, tranquilas y pacíficas de la historia, que mostraron el grado de civilidad, avance cívico y democrático de nuestra sociedad, tema que el mismo presidente López Obrador reconoce.
Por supuesto que México tiene problemas, y muchos de ellos son graves; tenemos rezagos, desafíos y retos de la mayor importancia que se deben atender. Tampoco hay duda de que han habido fallas en los ejercicios gubernamentales.
No obstante los avances, el país carga con los problemas propios del subdesarrollo, como son: desigualdad, injusticia, pobreza, falta de mínimos de bienestar en millones de compatriotas; corrupción, impunidad e inseguridad; pero no es válido decir que México esté en crisis, o que sea un país quebrado, como se pintó el panorama. Si Pemex está quebrado, México no lo está.
Por supuesto que es imperativo hacer cambios, ajustes y reformas; pero deben hacerse a partir de reconocer lo positivo y lo negativo, para mejorar y para seguir avanzando. Es incontrovertible que hay mucho por hacer, corregir y mejorar, poniendo en la mesa del debate los aciertos y los errores.
Durante los pasados 36 años, referidos por el nuevo Presidente, como el periodo más nefasto de las políticas neoliberales, –a las que yo también cuestiono–, hubo avances importantes, sobre todo en estabilidad, y es justo reconocerlo. Algo de populismo bien sustentado y algo de liberalismo económico –monetarismo– con sentido social, tienen sus aspectos positivos como base de una tercera vía. Lo más negativo es el desorden económico.
Lo más inconveniente son las imprudencias y los excesos de uno y de otro signo; pues trastocan la estabilidad social, económica y política, y destruyen la armonía y el crecimiento sustentable.
Después de haber escuchado el posicionamiento del diputado René Juárez Cisneros, (PRI) fue lamentable no ver a más representantes de los partidos políticos de oposición, que defendieran suficientemente lo logrado, que es de todos, ante las rudas críticas expresadas y en las que el Presidente se excedió al abandonar la mesura que él mismo ha recomendado, y por asumir señalamientos y adjetivos ofensivos hacia la pasada administración de la que, si no todo fue bueno, tampoco fue malo.
AMLO tuvo razones en varias de sus expresiones y denuncias pero, en mi opinión, hubo rudeza innecesaria en varias de las aseveraciones de su discurso inaugural, y ello distrajo los buenos deseos, planes y anuncios del mensaje presidencial.
Recordemos que desde antes de que AMLO tomara posesión, hubo declaraciones, iniciativas y decisiones inconvenientes que propiciaron que cayeran la Bolsa de Valores y el peso.
Los cuestionamientos de empresarios y de los mercados financieros no se hicieron esperar, y ello generó un clima de relativa zozobra y desconfianza en gran parte de los sectores productivos, lo cual no es saludable, y debe superarse.
Por todo lo anterior, lo más recomendable es que el poder se asuma con humildad, firmeza, tolerancia y flexibilidad, como la que asumió AMLO recientemente con los gobernadores, al tiempo que se abandonen lacras: como arrogancia, vanidad y prepotencia. Siempre serán apreciadas la civilidad, la madurez, la prudencia y las buenas maneras.
A la solicitud de apoyo que hizo el Presidente, habrá que responderle positivamente, pero el impulso y el jalón deben ser parejos, es decir de la sociedad y del gobierno, por el bien de la patria.
Ego sum qui sum; analista político, un soñador enamorado de la vida y aficionado a la poesía.
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