28 jul 2023

Scherer, el intocable, traicionó el legado de su padre

Scherer, el intocable, traicionó el legado de su padreBLAS ALEJO BUENDÍA

Solo le bastaron tres años para que el intocable Julio Scherer Ibarra cometiera toda clase de subterfugios bajo el amparo de Andrés Manuel López Obrador, de quien, afirman analistas políticos, aquél “se lo llevó al baile” ya que ante la influencia de su padre, Don Julio Scherer García, que fuera director del periódico Excélsior en el periodo de la Guerra Fría echeverrista contra los medios de comunicación, Julito  abusó del poder al transfigurarse como el segundo hombre más poderoso del país, impulsando ilegalmente una tejido de servicios extrajudiciales a espaldas del mismísimo Jefe del Ejecutivo federal.



O tal vez, como atestiguan prestigiados abogados, Scherer ponía la mano para que no se “quemara” la popularidad el C. Presidente, que en pocas y llanas palabras, en lo oscurito ambos personajes se repartían el “botín de guerra”, obtenido ilícitamente por el poderío que ejercía Julio sobre la División de Poderes y las cúpulas empresariales.

En el explosivo libro del analista Hernán Gómez Bruera, denominado “Traición en Palacio”, de 274 páginas y cuyo abundante e inédito tiraje estuvo a cargo por Editorial Grijalbo, detalla con pelos y señales, desde un sitio del exclusivo suburbio residencial de las Lomas de Chapultepec, cómo Julio fraguaba amplias negociaciones de justicia explotando la imagen de la 4T.

Si bien es cierto que el régimen de López Obrador ha tenido más desaciertos que contenciones de desarrollo ético, su decisión de otorgarle la Consejería Jurídica de la Presidencia al hijo de su amigo de izquierda, el desaparecido Don Julio Scherer García, tal vez fue un graso error ya que operó con una envidiable destreza que lo convirtió en el “invisible vicepresidente” de México, por las propias decisiones que asumía sin tomar consideraciones al Ejecutivo, lo que le permitió amasar una incalculable fortuna gracias al cobijo Presidencial.

El desvergonzado abogado, con cédula profesional 1767719, expedida por la SEP, su carrera de Derecho en la UNAM, le permitió montar un “despacho” alterno a Palacio Nacional, para dominar y explotar todo el aparato de justicia del país

El abogado Julio, a comparación de su padre que, según la Dirección General de Profesiones no contaba con una cédula profesional acreditada en la SEP, sino que su carrera en el periodismo fue evidentemente empírica pero con un alto e indiscutible espíritu y amor por sobresalir en la prensa nacional forjándose el lema “periodista que no huele a tinta, no es periodista”, su vástago, cuán “tigrillo”, le resultó ser más fiero por el dinero proveniente de corruptelas.

Julio —narra el analista político, periodista y entrevistador Hernán Gómez Bruera— dispuso de su enorme influencia sobre el aparato de procuración e impartición de justicia, y de haber sido, quizás, el segundo hombre más poderoso de México durante los tres primeros años del sexenio obradorista.

Una historia —agrega— traición al ejemplo que ha buscado dar el presidente, a su movimiento político, así como a la narrativa central de erradicar la corrupción y separar el poder económico del poder político.

Pero Julio —acusa— también traicionó el legado de su padre, Don Julio Scherer García, un viejo amigo de López Obrador, por quien logró acercarse al hoy presidente.

Hernán Gómez Bruera, al confesar que comenzó a interesarse por el Consejero Jurídico unos meses después de iniciado el gobierno de López Obrador, “personajes del entorno presidencial, leales al mandatario, me compartieron, con estricta reserva, historias sobre presuntas conductas irregulares y negocios en los cuales estaba involucrado el Consejero Jurídico de la Presidencia.

“Me sorprendió sobremanera escuchar que cuadros tan convencidos del ideario obradorista pudieran hablar de esa forma de un hombre tan cercano al mandatario. ¿Se trataba de uno de esos pleitos internos, o había un verdadero trasfondo que justificaba sus aseveraciones?”, presumió.

Empero, abunda: “En un principio me resultó difícil creer todo lo que escuchaba, pero lo que llegaba a mis oídos de forma reiterada se volvió imposible de ignorar. Eran historias dolorosas para alguno de los hombres y mujeres que han seguido luchando todos estos años junto a López Obrador.

“Por eso empecé a recopilar información y testimonios de cuadros destacados de la 4T en distintos niveles; personas preocupadas por la conducta de un personaje que daba la apariencia de haber llegado a servirse con la cuchara grande”.

Menciona que la lucha contra la corrupción estructural y la separación del poder económico del poder político han sido quizás los mantras más importantes del obradorismo. “Lo que a partir de entonces se me revelaba acerca de Julio Scherer Ibarra, sin embargo, se apartaba cada vez más de ello”.

Más aun —agrega— la forma en la que Scherer actuaba dentro del gobierno, a juzgar de los testimonios que fui logrando recopilar, dice mucho acerca de la manera en que esas dos expresiones del poder —el económico y el político— están íntimamente vinculadas en México y son muy difíciles de separar.

El presidente le confirió a Scherer Ibarra, en su carácter de funcionario público, un gran número de tareas. Resultaba estremecedor atestiguar la cantidad de poder que concentraba un personaje oscuro dentro de un gobierno que ha buscado ser diferente.

Todos lo iban a ver: políticos del oficialismo y la oposición, líderes sindicales o empresarios pasaban por la oficina de un funcionario que comenzó a ser percibido como una suerte de vicepresidente. “Julio sí resuelve, Romo no”, se escuchaba en el empresariado. “Es él quien realmente tiene acceso a López Obrador”.

Aprovechándose de esa posición, el personaje tuvo una intensa actividad en los negocios. Varios elementos permiten suponer que no solamente se fue topado a lo largo del camino con oportunidades para hacerlos en grande, sino que, desde antes de llegar al poder, ya se venía preparando para beneficiarse económicamente, a pesar de que ello implicaba engañar u omitir verdades inconvenientes al presidente López Obrador.

Si algo me llamó la atención desde entonces era que el Consejero raramente aparecía en público y casi nunca daba entrevistas. ¿Por qué alguien con tanta influencia, que ocupaba las funciones de un secretario de Gobernación, raramente mostraba la cara?

Comencé a ver también que, dentro de MORENA y el gobierno, muchos le tenían un gran temor (algunos todavía se lo tienen), lo que probablemente lo han hecho doblemente poderoso, pues no hay poder comparable al que emana del miedo. Incluso a muchos todavía les resulta inconcebible cuestionar siquiera a una figura como esta.

En plena era de la 4T había un personaje intocable, alguien de quien no se podía hablar y, cuando se hacía en comidas o cenas, los comensales invariablemente bajaban la voz. “No te metas con Julio, no te conviene”, me decían ciertos integrantes de la 4T, e incluso ejecutivos de algunos medios cuando empecé a hablar y escribir sobre este personaje.

Nada me motivó más a publicar este libro que ese tipo de comentarios, en muy buena medida porque, si voté por López Obrador en 2018, y por todos los candidatos de su partido en 2021, no fue para seguir viviendo en un país de intocables. ¿Por qué Scherer Ibarra parecía serlo? La curiosidad de averiguarlo no me dejaba tranquilo.

Los testimonios que comencé a reunir apuntaban a que Scherer Ibarra habría montado una red de negocios judiciales con una serie de despachos asociados, junto con los cuales incurrió en presuntos casos de corrupción, extorsión y tráfico de influencias. Así lo vino a plantear el abogado Paulo Díez Gargari, el primero en señalar esto públicamente, en una entrevista concedida a Carmen Aristegui en octubre de 2021.

Julio se develaba en los testimonios como un personaje poseído por una ambición desmedida por el dinero, la cual lo llevaría a ocupar todos los espacios posibles y tratar de aprovechar cuanta oportunidad de hacer negocios se presentara en el camino.

A tal punto crecería su ambición por su proceder empezó a ser cada vez más torpe y a dejar cada vez más rastros. Nada de eso se hizo visible, sin embargo, porque el personaje supo blindarse con la moralidad de la 4T y refugiarse detrás del nombre del presidente López Obrador, igual que alguna vez lo hizo detrás de su padre, un referente de la ética periodística en México.

Muy convenientemente, Scherer Ibarra se apropió de un ámbito poco conocido para López Obrador, y ante el cual suele mostrar una gran antipatía: el de los abogados y el sistema de justicia, porque por cierto —fuera del texto de Bruera—, reprochan constantemente las burlas del Ejecutivo por su pueril elocuencia : “A mí no me vengan con el cuento de que la ley es la ley”, dejando en evidencia que a López Obrador lo “chamaquearon” por desconocer el acervo jurídico que gobierna a todo México.

Ciertamente, el tristemente célebre líder de la 4T, ha conducido a México por la completa degradación social; “para él no existe ni la Constitución, ni la justicia, ni la dignidad, ni la congruencia, ni la decencia, ni la diplomacia, y mucho menos el amor por México”.

En este contexto, Hernán Gómez explica: “Scherer, en cambio, sabía perfectamente de qué se trabaja el asunto y se aprovechó de un punto ciego presidencial para satisfacer sus propios intereses y darles rienda suelta a sus ambiciones.

En el curso de esta investigación —apunta Hernán Gómez— me di cuenta de que debía ir más allá de Julio Scherer Ibarra. Este caso podía y debía arrojar luz sobre un tema aún más profundo y complejo: la existencia de una cofradía mafiosa entre abogados que representan intereses económicos poderosos, jueces y políticos que administran el negocio de la justicia en México, así como el mercado en el que se negocia la impunidad.

El exconsejero  no era más que una pieza del mecanismo. Alguien que no llegó a inventar nada nuevo a la Consejería Jurídica del Ejecutivo federal; todo lo emprendió de una manera poco prolija, dejando muchos rastros de su actuación y un gran número de agraviados en el camino.

El Consejero habría replicado en gran escala y de forma descarada el modus operandi empleado por oros personajes antes que él: un esquema usado una y otra vez por otros gobiernos, a través del cual ciertos brokers o intermediarios, a nivel local o federal, modulan e intervienen en una relación corrupta y corruptora que se establece entre grandes despachos de abogados y el Poder Judicial para obtener sentencias favorables en juicios de élite.

La gran paradoja es que un esquema de este tipo, que hace tiempo han venido usufructuando algunos abogados y políticos, llegó a extremos pocas veces vistos, justamente en el único gobierno que se ha planteado con cierta seriedad luchar contra la corrupción estructural y desmontar los privilegios. Un gobierno que, a pesar de esos, no entendió la necesidad de transformar al más opaco de todos los Poderes de la Unión: el Poder Judicial.

Entre finales de 2020 y la primera mitad de 2021 —revela el escritor— busqué varias veces a Julio Scherer Ibarra. Como es habitual entre los políticos, después de escribir una serie de artículos en lo que lo cuestionaba, aceptó recibirme ara conversar.

El encuentro se pactó para el 3 de agosto de 2021. Fue un mes antes de su salida del gobierno, en su oficina de Virrey de Mendoza, en Las Lomas (de Chapultepec), donde lo mismo atendía asuntos públicos y temas de Estado que sus propios negocios privados.

En esa ocasión —refirió— hablamos por más de dos horas y lo cuestioné sobre una gran variedad de temas, incluida su actividad empesarial. Por tratarse de una plática que adoramos tener of the record, no reproduzco ni cito sus respuestas en estas páginas. Puede decir, sin embargo, que el Consejero se veía desgastado, cansado y molesto.

“Por momentos tuve la impresión de que sobreactuaba y buscaba generar empatía, mostrándose ya como víctima, ya como objeto de una serie de injusticias y actos de mala fe”, precisó, para indicar: “Confieso que me costó creerle. En algún momento llegué a sentirme incómodo, cuando elevó el tono mucho más de lo que normal para exigirme que lo viera a los ojos en lugar de tomar notas”.

Halló en Julio Scherer a un tipo inteligente, sobre todo listo, y de amena conversación, e incluso que aquel día me convencí de que el personaje era suficientemente interesante en sí mismo como para escribir un libro.

“Irónicamente, cuando le formulaba mis preguntas al todavía Consejero Jurídico, uno de sus colaboradores allí presentes llegó a bromear con la idea de que escribiera un libro sobre su jefe. Si ya venía considerando esta posibilidad, ese día decidí tomarme la sugerencia en serio.

En aquella ocasión, en su oficina privada de Las Lomas, el todavía Consejero Jurídico se comprometió a responder las dudas que pudieran surgirme y acordamos establecer una línea de comunicación a través de quien se ocupaba de su relación con los medios.

En algún momento entretuve la idea de que podía contar con un testimonio de Scherer on the record o al menos ampliar mi indagatoria en la misma modalidad anterior. Intenté contactarlo dos veces más, pero, lamentablemente, ya no tuve éxito.

Recuerda que el multifacético escritor de origen español Paco Taibo II, que los libros se hacen con lo que se tiene y no necesariamente con lo que se quiere. “En ese sentido —explica Gómez Bruera— lo que aquí se presenta no es más que una serie de pistas a partir de las cuales, posteriormente, será posible sacar conclusiones. Escapa a las posibilidades de esta investigación hacer una revisión exhaustiva de los presuntos negocios que Scherer habría hecho al amparo del poder. Lo que se pretende es ofrecer elementos, varios de los cuales requiere de una investigación más amplia para ser plenamente esclarecidos”.

“Se analizan los distintos ámbitos en los que Scherer Ibarra incurrió en una traición: el legado de su padre, Don Julio Scherer García, cuyo nombre e influencia política uso siempre en su provecho; al presidente López Obrador, de cuya confianza abusó; a MORENA, que buscó instrumentar como si fuera una franquicia de dinero y poder, y a los valores más importantes de la 4T”.

Lo cierto es que la Fiscalía General de la República tiene abierta una serie de Carpetas de Investigación de las denuncias que se han presentado en su contra y las indagatorias existentes, así como de algunas otras evidencias documentales, algunas de ellas derivadas de solicitudes de transparencia.

Y puntualiza: “No es fácil, como periodista, investigar un perfil como el de Julio Scherer y sus socios sin ponerse en riesgo. De hecho, más de un medio de comunicación para el cual he colaborado —no todos— me pidió dejar de hablar sobre este personaje, ya que por haber recibido llamadas suyas, ya por tener una relación de negocios o interés con el exconsejero. Otros se negaron a publicar mis textos, y en uno terminaron por cesarme, tres días después de que se enteraron del tipo de investigaciones que estaba llevando a cabo. El mensaje era muy claro: ‘No te metas con Julio’”.

En la etapa final —sostiene— también recibí amenazas por redes sociales y correo electrónico. Una de ellas me llamó la atención especialmente porque ocurrió 36 horas después de encontrarme en un sitio público con una de las presuntas víctimas de extorsión del exconsejero.

“Ante tales hechos, que difícilmente pueden ser fortuitos, me vi obligado a presentar una denuncia penal y adoptar medidas de protección. Por todas estas circunstancias, no siempre puede indagar libremente, contrastar posturas y escuchar la versión de todos los involucrados (lo que en condiciones óptimas debe hacerse en un trabajo periodístico), porque no quise levantar más sospechas”.

Pero los tentáculos del pejelagarto convertido en Presidente, Scherer y sus cómplices, siempre han representado un peligro para México.

Reportero Free Lance *

Premio México de Periodismo Ricardo Flores Magón-2021

filtrodedatospoliticos@gmail.com

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