3 jun 2007

Kapuscinsky, juzgado

  • Kapuscinski, juzgado/ Galder Reguera, licenciado en Filosofía
EL CORREO DIGITAL, 31/05/2007;
Estos días se ha producido cierta polémica en el mundo del periodismo, a raíz de un reportaje publicado en una revista polaca en la que se ‘informaba’ de que el periodista Ryszard Kapuscinski colaboró con la policía comunista entre los años 1965 y 1972. Bajo el titular ‘Expediente literario’, el semanario polaco advierte de que Kapuscinski remitió en sus viajes por el mundo varios informes a las autoridades comunistas, y que al menos cobró por tres de ellos, a pesar de que no aportó en ningún caso «información o material de interés en los que estaba interesada la policía».
La primera cuestión destacable es que la acusación del semanario polaco -que, por cierto, hace dos años ofreció a Kapuscinski un premio a su labor que éste rechazó- es gratuita, en la medida en que no aporta hechos que no fueran conocidos anteriormente y, sobre todo, que éstos no fundamentan la misma. Conviene señalar que los ‘informes’ que se refiere que Kapuscinski remitió a las autoridades no son sino sus despachos para los boletines especiales de la Agencia Polaca de Prensa (PAP), de la que el reportero fue corresponsal entre los años 1959 y 1981. En este sentido, era de sobra sabido que, para poder cubrir el extranjero, todos los corresponsales de la PAP estaban obligados a remitir cierta información sobre los países que visitaban, algo que Kapuscinski, por cierto, ya señaló en varias de sus obras. Pero de ahí a tildar esa información aportada por los corresponsales de la PAP -que en la mayoría de los casos se limitaba a descripciones sucintas del país- como «colaboración con el régimen comunista» -con todo lo que estas palabras implican- va un abismo.
En primer lugar porque, como el mismo Kapuscinski reconoció en una entrevista incluida en el libro ‘El mundo de hoy’, el hecho de haber desarrollado su labor en países del Tercer Mundo, en los que el régimen polaco no tenía el más mínimo interés, hizo que las presiones hacia su trabajo fueran mínimas, en contraste con lo que sucedía con otros compañeros. «En su mayoría los funcionarios ni siquiera habían sabido situar estos países en el mapa», llegó a decir. Pero, sobre todo, porque Kapuscinski en ningún caso perjudicó a nadie a partir de esas informaciones.
Todo lo contrario, precisamente, que la ‘noticia’ publicada la pasada semana por la revista polaca, cuya única intención es la de ensuciar de algún modo el conjunto de la obra literaria del reconocido reportero, intentando poner en duda con discutibles argumentos ‘ad hominem’ el valor de la figura que para el periodismo representa Kapuscinski, literaria y éticamente. En este punto, conviene recordar que las acusaciones contra Kapuscinski vertidas en esta revista se basan en un informe del llamado Instituto de la Memoria Nacional, organismo a través del cual el actual Gobierno polaco de los hermanos Kaczynski pretende borrar cualquier rastro comunista en la Administración pública, obligando a más de medio millón de ciudadanos a responder a la viciada pregunta de si en algún momento han «colaborado secreta y conscientemente con los antiguos servicios de seguridad comunistas».
Analizado en este contexto, el caso habla por sí solo. En Kapuscinski, el acusado, encontramos la figura de un periodista de un tipo determinado. El de aquél que a pesar de las múltiples adversidades con las que tuvo que lidiar durante toda su vida -el hambre, la presión política, interna y externa, la falta de medios económicos, etcétera- supo convertir su labor en un modo de dar voz a los que carecían de ella, supo hacer del conjunto de su obra una puerta abierta para el conocimiento del otro. Por el contrario, en el autor de la noticia, el acusador, encontramos a un periodista de otra naturaleza. Encontramos el periodista que, a pesar de las múltiples ventajas con las que cuenta para realizar su trabajo -estabilidad económica, libertad de prensa, auge de las tecnologías y medios, entre otras- decide, éste sí, libre y conscientemente, colaborar con el poder establecido, en este caso, con la auténtica caza de brujas comenzada por el Gobierno de los hermanos Kaczynski en espera, suponemos, de que ulteriormente éstos le devuelvan el favor. Mientras Kapuscinski, a pesar de todo, decidió dar en su obra la voz a quien no la tenía, el autor de la acusación contra él sólo se limita a repetir los dictados del poder de turno.

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