17 mar 2008

Del señoritismo panista

Dos opiniones sobre el Mouriñogate; Jesús Silva-Herzog y Sergio Sarmiento
Del señoritismo panista/Jesús Silva-Herzog Márquez
Publicado en Reforma, 17 Mar/2008;
Algunos celebraron el nombramiento del nuevo secretario de Gobernación como el asomo de una nueva clase política que, finalmente, llega al país para darle vuelta a las hojas. Cobijados por el PAN, aparecían políticos frescos, jóvenes, sin las obsesiones de sus predecesores. Sus publicistas los retrataban como competentes y ágiles; diestros en el manejo de las encuestas y libres de telarañas ideológicas. Sugerían que el nuevo ministro del Interior representaba la avanzada de una promisoria tonificación del cuerpo gobernante. Aquellos defensores sugerían que no había que exigirle demasiadas credenciales al funcionario premiado: bastaba la confianza de su jefe y el éxito en la campaña para convertir a su mentor en Presidente. La experiencia era ridiculizada como si fuera una petulancia de viejos. ¿De qué sirven años de experiencia si este régimen es tan distinto al viejo, tan nuevo, tan joven -como Juan Camilo?
El escándalo que ha envuelto al secretario de Gobernación no es una nimiedad. Representa un vicio que, por muy común que sea entre los panistas, no deja de ser inadmisible: la incapacidad de trazar con claridad una línea que separe los intereses privados y las responsabilidades públicas. No encuentro señales que demuestren que el legislador o el funcionario de la Secretaría de Energía se hayan beneficiado de su cargo, pero lo que evidencian los documentos exhibidos es, por lo menos, ligereza, descuido en el trato de asuntos espinosos. Con todo, lo menos escandaloso del escándalo es el motivo que lo hizo explotar. Normalmente el encubrimiento resulta más nocivo que la trampa. En este caso, lo verdaderamente grave no son las firmas sino la reacción del funcionario. Mudo para responder puntualmente a las imputaciones, el secretario se mostró indignado por un cuestionamiento calificado de "mezquino". ¿Por qué sería mezquino que la oposición señale documentos que exhiben conductas públicas que son, cuando menos, sospechosas? ¿No es parte del derecho y aún de responsabilidad de las oposiciones? ¿Quién se cree este hombre que se imagina por encima de los cuestionamientos?
Mouriño no se quedó en la absurda cantaleta de los-malos-mexicanos-que-quieren-el-fracaso-de-México sino que se explayó en una lacrimosa historia de sacrificio. Nos relató el abnegado patriota que en el 2003 optó por el servicio a la patria. Desde entonces carga una pesada cruz: "El precio que pagué no fue menor. Le he arrebatado tiempo a mi familia; renuncié a las acciones de las cerca de 80 empresas de uno de los grupos empresariales más importantes del sureste mexicano y también dejé muchas de las comodidades que tienen los que viven en el interior del país". Ay. El señorito se ofende porque la ingrata patria no le reconoce las privaciones que ha tolerado para beneficiarla generosamente con su talento. Difícil imaginar una respuesta más incompetente, más torpe y, sobre todo, más insultante.
El escándalo del preferido de Calderón no tiene que ver, pues, con sus tratos con Pemex, sino con su nombramiento. Si queríamos una estampa del político bisoño que no tiene más mérito para ocupar el ministerio del Interior que el aprecio de su jefe, ahí la tenemos, a todo color. La información que ha dado después sigue sin responder a las acusaciones del político que ha revivido con su arrogancia. La gran apuesta política de Calderón ha resultado un fiasco.
Insistiría que el amiguismo de Calderón no tiene paralelo en la historia reciente del país. Ni en los tiempos dorados de la hegemonía priista puede recordarse un gabinete tan oscuro y tan subordinado al criterio exclusivo de la amistad. Por supuesto que antes había amigos en el equipo presidencial y que muchos de ellos eran indefendibles, pero no había tantos colaboradores que lo fueran por el solo hecho de ser amigos del jefe o por la gran virtud de ser, convenientemente, anodinos. Si el tamaño de un Presidente se mide por la estatura de sus colaboradores, el presidente Calderón se retrata en su diminuto club de Mickey Mouse. El suyo no es un gabinete de figuras indisciplinadas por la sencilla razón de que no hay, excluyendo al secretario de Hacienda, una sola figura en su equipo. Pero diría que el caso del secretario de Gobernación refleja algo más que la inseguridad de un Presidente que no tolera la compañía de personajes con trayectoria propia. Si ha querido azular su gabinete ha tenido éxito: en sus colaboradores está el mejor retrato del partido que llegó al poder hace un año y medio. En efecto, como quieren los calderonistas, puede decirse que el PAN no ganó el poder en el 2000, con Vicente Fox. El partido de Gómez Morín llegó al poder con el hijo de un fundador.
La irritante respuesta de Mouriño es la muestra perfecta del arrogante señoritismo que impera en el PAN. Los sacrificados señoritos panistas que dicen ofrendar sus "legítimos" dividendos a la salvación nacional. No son los tecnócratas de antes que eran respetados en todo el mundo; no son tampoco los lobos de la malicia que siguen imponiendo sus condiciones. Sin formación académica solvente, ni experiencia política, son los amiguitos mimados de un hombre con suerte. Daniel Cosío Villegas hablaba de ese señoritismo a fines de 1946 cuando hablaba de los antipáticos panistas: son los decentes de clase media cuyos intereses y experiencias se reducen a su despacho y a su parroquia. Los calificaba atinada y visionariamente como tipos de "mentalidad señoril", en su memorable ensayo sobre la crisis de México. Esos señoritos ganaron la Presidencia en el 2006 y están convencidos de que el país está en deuda con ellos. http://blogjesussilvaherzogm.typepad.com/
Columna JAQUE MATE/ Sergio Srmiento; Levantar estiércol
Reforma, 17 Mar. 08
"Donde hay estiércol, hay que levantarlo".
James P. Cannon Van a salir más documentos de las corruptelas de Juan Camilo Mouriño. Esto lo dijo Andrés Manuel López Obrador el viernes 14 de marzo en Comalcalco, Tabasco, en una visita que hizo para "abonarle" el terreno al presidente Felipe Calderón, quien estará en Tabasco este 18 de marzo para celebrar el 70 aniversario de la expropiación petrolera.No es el único perredista que lo dice. El senador Ricardo Monreal del PRD afirmó el mismo 14 de marzo: "Porque además les quiero adelantar que van a salir más datos, van a salir más elementos, van a salir más documentos; tenemos más documentos, más pruebas que incriminan".
Lo sorprendente, de hecho, sería que no salieran estos documentos. López Obrador ha recurrido con enorme frecuencia a la estrategia de cuestionar la honestidad de sus rivales políticos presentando documentos que supuestamente comprueban actos ilegales. Algunos, quizá, han resultado ciertos; otros más, falsos. Pero eso poco importa. Lo que realmente ha buscado Andrés Manuel es el impacto mediático y político, y éste siempre lo ha obtenido.Durante las movilizaciones que llevó a cabo en 1995 en protesta por el presunto fraude electoral de Tabasco de 1994, López Obrador dijo que una persona no identificada le proporcionó cajas con copias de facturas que demostrarían que Roberto Madrazo, el candidato del PRI, habría gastado mucho más del límite establecido para la elección. La PGR examinó los documentos y los mandó a la Procuraduría de Tabasco para presentar cargos. Pero esta última determinó que las copias no comprobaban el ilícito.En marzo del 2000, cuando era candidato a la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal, López Obrador acusó al panista Diego Fernández de Cevallos de haber recibido ilícitamente unos terrenos en Punta Diamante, Acapulco, como soborno de José Francisco Ruiz Massieu cuando éste era gobernador de Guerrero. Lo que realmente ocurrió es que el gobierno guerrerense le dio legalmente a Fernández de Cevallos esos terrenos en pago de una indemnización por una previa expropiación indebida. La indemnización la obtuvo el panista sólo después de ganar un largo litigio en los tribunales.En la elección presidencial del 2006, López Obrador acusó a la empresa Hildebrando, propiedad de Diego Zavala, cuñado de su rival panista Felipe Calderón, de haber obtenido contratos indebidos del gobierno de Vicente Fox y de no pagar impuestos. Al final no hubo pruebas ni de que los contratos fueran ilegales ni de que Hildebrando hubiese evadido impuestos.
Acusar de corrupción a los rivales no es un simple incidente sino parte fundamental de la estrategia política de López Obrador. El ex candidato presidencial no está inventando el hilo negro. La táctica del muckraking, de "levantar estiércol" -el término lo inventa Theodore Roosevelt en referencia a un pasaje de la novela Pilgrim's Progress de John Bunyan-, ha sido muy común en los procesos políticos del mundo desde que tenemos memoria. Ya Pericles y sus más cercanos colaboradores, Fidias y Aspasia, fueron acusados de corrupción en la Atenas clásica. Las acusaciones de impiedad, corrupción e inmoralidad eran el pan de cada día en el viejo senado romano.
Lo lógico, por lo tanto, es que las predicciones de Monreal y López Obrador se cumplan. Claro que habrá nuevos documentos y nuevas acusaciones contra Mouriño, quien es un blanco fácil para este tipo de campaña política. Mouriño no sólo es el secretario de Gobernación sino amigo cercano del Presidente -por lo que cada golpe a él le duele a Calderón-, además es un posible candidato a la Presidencia de la República en el 2012. Lo realmente sorprendente sería no ver ataques en su contra programados para irrumpir en los medios cada determinado tiempo.Quizá algunas acusaciones tengan sustento, pero eso no importa demasiado. La experiencia demuestra que, para propósitos políticos, es más importante lanzar la piedra que comprobar acusaciones que en algunos casos pueden ser complejas desde el punto de vista legal.
Hasta ahora Mouriño se ha mantenido en el puesto con el claro respaldo del Presidente. Si Calderón acepta la renuncia de su actual secretario, apenas unas semanas después de haberlo traído al gabinete, estaría reconociendo su debilidad política. Pero quizá el propio López Obrador no quiera eliminar de inmediato a Mouriño. Le conviene tenerlo ahí presente, vivo políticamente, como respuesta fácil cada vez que alguien trae a colación las imágenes de René Bejarano recibiendo dinero de Carlos Ahumada o las asignaciones directas de contratos para el Segundo Piso del Periférico.
Levantar estiércol, después de todo, no es algo que sólo hagan los perredistas. Problemas de fondo

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