31 mar 2008

Nota de Notimex sobre Lucía Morett

Jorge Morett y María de Jesús Álvarez señalaron este lunes al noticiero radial Ecuadorinmediato que la situación legal en la que se encuentra su hija Lucía es de "testigo protegida". La semana pasada, la mexicana pidió refugio al gobierno ecuatoriano, como recurso de "protección", solicitud que aún no ha sido respondida, según confirmaron sus padres.
‘Eres una linda hembra’, decían soldados a Lucia Morett
Notimex El Universal on line, Quito Lunes 31 de marzo de 2008;14:01 horas
Jorge Morett denuncia que su hija no solo vivió el infierno de bombas y ráfagas de metralleta durante el ataque de tropas colombianas a las FARC en Ecuador, sino que también fue víctima de vejaciones sexuales.
Los soldados colombianos que destruyeron el campamento de las FARC, mil 800 metros adentro del territorio ecuatoriano, le decían a Lucía Morett Alvarez "eres una linda hembra" mientras le apuntaban con un arma de guerra al cuerpo.
Jorge Morett denunció que su hija no solo vivió el infierno de las bombas y ráfagas de metralletas, sino que también fue víctima de "vejaciones sexuales" y "una tortura sicológica" por parte de soldados colombianos.
Añadió que él y su esposa han llorado al escuchar su relato, al igual que otra persona ajena a su familia que también le oyó narrar sus peripecias ante el Fiscal de Ecuador, Washington Pesantez.
El sociólogo Morett, narró a Notimex que ella "estuvo totalmente desvalida, desprotegida, herida y escuchando de todo" durante la incursión colombiana, en una acción que incluyó la caída de 10 "bombas inteligentes".
Relató que los militares colombianos le apuntaron a Lucía con un arma grande, le pidieron que no se moviera y le expresaron que "era una linda hembra".
Fue, según su padre, la primera de una serie de "vejaciones sexuales" que soportó la joven mexicana mientras estuvo en manos de soldados y policías colombianos.
En una entrevista con la Asociación Latinoamericana de Derechos Humanos (ALDHU), Lucía recordó que cuando se produjo el primer ataque, alrededor de las 00:30 horas locales (05:30 GMT) del sábado 1 de marzo, estaba dormida y en medio de la confusión no alcanzaba entender lo que pasaba a su alrededor.
Lo que le despertó fueron las muchas bombas que estallaban y provocaban "un temblor muy grande de la tierra y hacían saltar muchas cosas, tumbaban árboles y quemaban muchas cosas", de acuerdo con su testimonio.
En su testimonio, Lucía dijo que después del primer bombardeo hubo un período de calma, en el que se oía el sobrevuelo de aviones, hasta que alrededor de las 03:00 horas locales (08:00 GMT) vino un segundo bombardeo.
Más tarde "llegaron personas disparando. mucho fuego", señaló la joven al precisar que se oía "gente que contaba muertos, que gritaba ‘estoy herido, estoy herido, ayuda’ y otros que decían ‘denle bala, denle bala’. Y luego disparos", contó la estudiante mexicana.
Lucía dijo que, con el antecedente de haber escuchado los disparos, pensó que los soldados del Ejército colombiano también iban a matarla cuando se acercaron a ella.
Pero, la esposaron, le limpiaron sus heridas y, de manera constante, la asediaron con preguntas sobre su identidad, su origen, las razones de su estadía allí y sus armas (que ella dijo que no las tenía) y le fotografiaron y le filmaron su rostro.
Relató que después, cuando clareaba el día, llegaron miembros de la policía colombiana que estuvieron un rato allí, mientras se oían muchos disparos cerca que le llevaron a temer que "también fueran a matarla", recordó la joven mexicana.
Le preguntaron si conocía a Raúl Reyes, el jefe de las rebeldes FARC que fue abatido en esa incursión, y a los muertos y heridos y ella respondió que no, porque había llegado apenas esa noche al campamento de la guerrilla.
No le creyeron, como tampoco se convencieron que fuera civil y más bien concluyeron que era guerrillera y cuando les informó que era mexicana le rebatieron diciéndole que "era pastusa, ‘paisa’ o ecuatoriana", de acuerdo con su testimonio.
Los soldados y policías colombianos la acusaron de estar allí recibiendo entrenamiento militar y, ante su negación, concluyeron que era instructora y le dijeron que la iban a llevar a una cárcel de Bogotá.
En esa situación permaneció varias horas, "mientras seguían llegando cuerpos" cerca de donde ella estaba y los militares revisaban el campamento y averiguaban datos en el computador de Reyes, indicó Lucía.
Cuando avanzado el día empezaron los sobrevuelos de los helicópteros ecuatorianos, los colombianos se preocuparon de recoger sus cosas, "las más importantes, de llevarse algunos cuerpos y de borrar huellas", según ordenó uno de sus jefes, y se fueron.
Eran alrededor de las tres o cuatro de la tarde del sábado 1 de marzo. Los colombianos habían permanecido unas 12 horas en el lugar desde que descendieron de sus helicópteros, después del segundo bombardeo.
Como siguieron los sobrevuelos de los helicópteros ecuatorianos, ella se puso de rodillas, como pudo, pese a sus heridas y empezó a agitar una camiseta blanca suya que le había dejado la policía colombiana para que la vieran.
De pronto, entre algunos árboles que habían quedado en pie tras el bombardeo, aparecieron algunos soldados. Pensó que eran colombianos y les imploró "por favor, no disparen, somos dos heridas, los demás son muertos", precisó.
Pero eran del Ejército ecuatoriano, que les pidieron que levantaran las manos, mientras se acercaban poco a poco. Así lo hicieron y, cuando llegaron, averiguaron por los colombianos, quienes ya se habían ido. Entonces les dieron primeros auxilios y comida.
Todavía se siguieron escuchando sonidos de helicópteros, que le causaban mucho miedo, porque pensaba que en cualquier momento podían volver a lanzar bombas. Pero los ecuatorianos dijeron que eran aeronaves suyas.
Durante la noche del sábado, a la distancia, se oyeron disparos en varias ocasiones y al día siguiente los soldados ecuatorianos revisaron algunas cosas, improvisaron camillas y las cargaron hasta donde pudo aterrizar un helicóptero.
De acuerdo con el testimonio Lucía y sus compañeros salieron de Quito el 28 de febrero por la noche y llegaron al campamento de las FARC al día siguiente cerca del anochecer.
Morett Alvarez llegó acompañada por sus compatriotas Juan González del Castillo, Fernando Franco Delgado, Soren Avilés Angeles y Verónica Velásquez Ramírez, quienes perecieron en la incursión contra las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
La joven mexicana, que participa de la cátedra de Estudios Bolivarianos en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), indicó que una vez allí saludaron a un par de personas, quienes les dieron de cenar y les indicaron el lugar donde dormirían.
El padre de Lucía dijo que su hija "vivió un infierno" inenarrable cuyas huellas perdudarán por mucho tiempo. jigh/grg

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