2 ago 2008

Rusia, Venezuela y EE UU

Acercamientos de Rusia con Cuba y Venezuela generan nerviosismo en Estados Unidos
Ambos son críticos de las políticas de Bush.
Revista Cambio, EDICIÓN No. 787, 31 de julio al 6 de agosto) http://www.cambio.com.co/
La posibilidad de una alianza entre Rusia y Cuba revive recuerdos de tensión y miedo en el centro del continente americano. De una época en que la paz mundial estuvo en vilo y se jugó en el centro de las Américas durante la crisis de los misiles que instaló Moscú en Cuba, en octubre de 1962, única y solo posible bajo las superadas condiciones de la guerra fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética, en la segunda mitad del siglo pasado.
Sin embargo, los eventos de las últimas semanas, y las declaraciones de funcionarios en Rusia y Cuba han vuelto a revivir un fantasma que se creía extinto: el de una guerra fría jugándose en plenas aguas del Caribe. Ese, precisamente, es el título de un artículo en la última edición de la revista Time en la que explora el escalofriante escenario.
Dos eventos de la semana pasada -aislados entre sí- desataron los rumores nuevamente. El primero arrancó en la prensa rusa cuando el diario moscovita Izvestia informó que Rusia había llegado a un acuerdo con La Habana para usar a la isla como punto de reabastecimiento de combustible para sus bombarderos con capacidad nuclear. Simultáneamente, la agencia de noticias Novosti citó a un general ruso advirtiendo que los bombarderos, de hecho, ya están aterrizando en Cuba. Ese mismo general explicó que la movida rusa buscaría encontrarle una respuesta militar a la decisión estadounidense de construir bases anti misiles en República Checa y Polonia y la expansión de la OTAN a países que Moscú considera de su órbita de influencia.
En otras palabras, "si ustedes se meten en nuestro patio trasero, nosotros haremos lo mismo". Rusia, de hecho, ya había comenzado el sobrevuelo transatlántico de sus bombarderos nucleares desde 2006, pero hasta el momento solo se había aventurado hasta el Polo Norte, donde existe una disputa territorial por los ricos yacimientos de petróleo y minerales que existirían en sus mares y subsuelo. No obstante, otra cosa sería aterrizar en Cuba, a escasas 100 millas de las costas de Florida.
La Habana ha guardado un silencio prudente. Pero el ex presidente Fidel Castro escribió durante el fin de semana en el diario Granma, que su país no tiene que "ni pedir permiso ni darle explicaciones a Estados Unidos". Y el gobierno ruso trató de bajarle el tono al asunto a través de un comunicado en el que afirmó que el país "guiado por su política pacífica, no está creando bases militares en las fronteras de otros Estados". Una clara alusión a lo que hacen los estadounidenses, pero sin descartar el aterrizaje de aviones.
En Washington la noticia se recibió con preocupación. Durante su audiencia de confirmación en el Congreso, el nominado del presidente George W. Bush como jefe de la Fuerza Aérea, general Norton Schwartz, les dijo a los legisladores que, de ser cierto, "E.U. debía pararse firme e indicar que esto es algo que rebasa el límite, que atraviesa la línea roja".
El otro evento llegó por cuenta del presidente venezolano Hugo Chávez, de gira por Rusia con su billetera llena de petrodólares. Aunque no hay confirmación plena, Chávez habría firmado contratos por más de 1.000 millones de dólares para adquirir nuevos aviones, helicópteros, submarinos y sistemas de defensa antimisiles. Que se sumarían a los más de 2.000 millones que ya le ha comprado a los rusos en arsenal militar.
Aunque la carrera armamentista en la que parece estar Chávez ha prendido las alarmas en la región, fueron sus declaraciones junto al presidente Dmitri Medvedev las que llamaron la atención: "Estamos aquí para crear una alianza estratégica que garantice la soberanía de Venezuela, que E.U. amenaza", dijo Chávez junto a su homólogo. En la prensa venezolana se especuló que el mandatario también les había ofrecido a los rusos su territorio para construir una base militar.
Medvedev -considerado el delfín del primer ministro Vladimir Putin- se ha dedicado a la tarea de recuperar el nombre de Rusia como superpotencia mundial, respondió con cautela y escogió con cuidado sus palabras para explicar la posición de su país: ambas naciones trabajarían para lograr "un mundo más democrático, justo y seguro", dijo.
Pese al tono diplomático de Medvedev, los republicanos de línea dura en Estados Unidos lo interpretaron de otra manera. "La alianza Moscú-Caracas es un nefasto recordatorio de la alianza entre la Unión Soviética y Cuba", dijo Connie Mack, legislador por el estado de Florida. Eso está por verse. Pero es claro que desde la llegada de Chávez a la presidencia en 1999 ha convertido en prioridad neutralizar la influencia política, económica y militar de Estados Unidos en la región.
La estrategia de Chávez se ha concretado, por un lado, en el apoyo a proyectos políticos de izquierda y con el fortalecimiento de relaciones comerciales que se afianzan con su buen momento económico. Por el otro, con la creación de un aparato militar que pueda responder a una eventual intervención armada de Estados Unidos.
Colombia está en la mitad del sánduche de la carrera armamentista. Han circulado versiones -negadas por el ministro de Defensa Juan Manuel Santos- de que Estados Unidos podría trasladar a La Guajira la base militar que tiene en Manta, Ecuador, para reactivar la Cuarta Flota que hace parte del Comando Sur, y que comenzó a operar este mes por los mares del Atlántico y Pacífico tras casi 60 años de inactividad. La Flota, según el Pentágono, se dedicará a la lucha contra los narcóticos y al entrenamiento e intercambio con países amigos. Pero, comandada por el almirante Joseph Kernan -un estratega de guerra- genera muchas suspicacias en Venezuela.
La alianza militar con Rusia, para Chávez, tiene un alto valor estratégico. Implica acceso al mercado de armamentos que está cerrado para Venezuela en el mundo occidental, e implica una convergencia política con un país cada vez más incómodo para la Casa Blanca y sus aliados. Un cuadro que difícilmente podría revivir las épocas de tensión de los años sesenta, pero que sin embargo le va a quitar el sueño a funcionarios claves de los departamentos de Estado y de Defensa de los Estados Unidos.

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