18 oct 2008

A 30 años del nombramiento de Wojtyla

Trigésimo aniversario de la elección de Juan Pablo IIPor Giovanni Maria Vian
La agencia ZENIT.org, distribuye el artículo que ha escrito Giovanni Maria Vian, director de L'Osservatore Romano, en Trigésimo aniversario de la elección de Juan Pablo II.
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La tarde del 16 de octubre de 1978, hace treinta años, la elección del cardenal Karol Wojtyla marcó realmente un viraje en la historia de las sucesiones en la cátedra romana. Después de casi medio milenio -es decir, desde el tiempo de Adriano VI (1522-1523)- el colegio cardenalicio volvió a elegir como Obispo de Roma a un prelado que no era originario de la península italiana. Y por primera vez llegó a ser Pontífice romano un eslavo.
Vino de un país lejano, como dijo inmediatamente Juan Pablo II a la ciudad que amaba ya desde el tiempo de sus estudios y al mundo que pronto comenzaría a recorrer como Papa. Con la pasión de un místico inmerso en su tiempo y con el vigor de una edad relativamente joven (a la que los cónclaves no estaban acostumbrados desde 1846, cuando fue elegido el cardenal Giovanni Maria Mastai Ferretti, de cincuenta y cuatro años).
Así comenzó un pontificado que, después del de Pío ix precisamente, sería el más largo entre los de los sucesores de Pedro. Largo y, sobre todo, de una importancia históricamente decisiva en las vicisitudes del último tramo del siglo XX, hasta entrar en los primeros años del nuevo siglo. Según una visión de la historia que Juan Pablo II dejó trasparentar desde su primera encíclica, donde estaba esbozado el camino del catolicismo encaminado ya a cumplir su segundo milenio.
Karol Wojtyla, nacido el 18 de mayo de 1920 y ordenado sacerdote inmediatamente tras la tragedia bélica desencadenada por totalitarismos que conoció de cerca, fue en 1958 uno de los últimos obispos nombrados por Pío xii y durante el Vaticano ii fue promovido a arzobispo de Cracovia por Pablo VI, que lo creó cardenal a los cuarenta y siete años. En ese tiempo el joven prelado polaco fue un protagonista destacado, aunque no muy conocido, de la Iglesia católica.
Elegido Papa en el segundo cónclave de 1978, después de la muerte repentina de su predecesor, confirmó sin vacilaciones, al asumir los dos nombres, la opción de continuidad con Juan XXIII y con Pablo VI -ya desde hacía tiempo indebidamente contrapuestos- e inmediatamente volvió a dar voz a la así llamada "Iglesia del silencio", ahogada por los regímenes comunistas. El primer Papa eslavo contribuyó a resquebrajar ese mundo hasta el punto de que esta actuación suya es el contexto más probable del atentado, aún no aclarado del todo, que estuvo a punto de acabar con su vida el 13 de mayo de 1981.
Juan Pablo II, aunque quedó seriamente mermado en su fortaleza física, no murió. Vivió y vio el 1989, pero también el 11 de septiembre de 2001, acompañando las vicisitudes de nuestra época con una valentía y una determinación vividas y testimoniadas hasta el último día de su existencia terrena, el 2 de abril de 2005, hasta su último respiro. Así, en la memoria del mundo queda la imagen de aquel Papa que hace treinta años se presentó como venido de un país lejano y que inmediatamente dio visibilidad a la Iglesia católica, sobre todo gracias a sus numerosos viajes internacionales, que lo convirtieron en figura familiar en todas las partes del mundo, pero también con una enseñanza imponente, arraigada en el amor a Cristo y en la defensa del ser humano: una enseñanza escuchada también por muchísimos no creyentes y que no quedará sin fruto. g. m. v.

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