Existe la polémica de si el padre de la Patria Miguel Hidalgo y Costilla murió dentro de la iglesia católica; así fue. Poco antes de ser fusilado el 30 de julio de 1811 y luego de su degradación sacerdotal, Hidalgo recibió la confesión, la absolución y la comunión para morir en paz, y tuvo cristiana sepultura..
La excomunión de Hidalgo no fue un hecho consumado, ya que la facultad de excomulgar está reservada solamente a los obispos consagrados y Abad y Queipo era obispo electo.
El canónigo Mariano Escandón y Llera, levantó la excomunión a Hidalgo pero, igual que Abad y Queipo, Escandón no tenía facultades para hacerlo.
En 1985, al celebrarse el 175 aniversario del inicio de la independencia, el eminetisimo cardenal Ernesto Corripio Ahumada, arzobispo Primado de México, declaró que la excomunión en contra de Hidalgo nunca había tenido validez e hizo un reconocimiento a los primeros caudillos insurgentes.
Años después lo expresado por Corripio fue confirmado por Gustavo Watson Marrón, director del Archivo Histórico del Arzobispado y de la Basílica de Guadalupe,
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Iglesia quiere “limpiar” a Hidalgo y Morelos
Nurit Martínez, reportera
El Universal, 31 de agosto de 2009;
La Iglesia católica en México pidió una “corrección de actas”, es decir, una “corrección a libros de texto” para difundir que los llamados padres de la patria, Miguel Hidalgo y Costilla y José María Morelos y Pavón, no murieron excomulgados como se ha afirmado, ya que al acudir a un confesor católico antes de su ejecución se “reconciliaron con la Iglesia”.
Después de elaborar un estudio de los archivos históricos del proceso que juzgó a ambos héroes de la Independencia, a petición de la Cámara de Diputados, Gustavo Watson Marrón, director del Archivo Histórico del Arzobispado y de la Basílica de Guadalupe, asegura que “no hay razón para levantar la excomunión” contra los sacerdotes.
Puesto que previo a su ejecución y muerte, aseguró, ambos se sometieron a confesión para “prepararse a morir cristianamente”, y con eso quedó sin efecto la excomunión decretada por el obispo de Michoacán.
De acuerdo con los estudios de la Iglesia, ocho días después del inicio de la lucha de independencia (24 de septiembre de 1810) el obispo electo de Michoacán, Manuel Abad Queipo promulgó el edicto que declaraba que Hidalgo había incurrido en excomunión por “haber atentado contra la persona y libertad del sacristán de Dolores, del cura de Chamacuero y de varios religiosos del convento del Carmen de Celaya, aprisionándolos y manteniéndolos arrestados”.
En tanto que en el caso de José María Morelos la excomunión la dictó el mismo abad sólo que el 22 de julio de 1814.
Recibieron apoyo religioso
En ambos casos, dice el estudio, previo a su muerte se les dio ayuda de confesor para “reconciliarse” y poder recibir servicios mortales para católicos.
Luego en el proceso que juzgó en términos civiles y eclesiásticos a Hidalgo en Chihuahua, previo a su fusilamiento, el propio padre de la patria reconoció participar en la ejecución de “europeos y criollos” en Valladolid (60) y en Guadalajara (350).
Aunque en el caso de Morelos, el documento no detalla los argumentos bajo los que recibió sentencia de muerte, dice, al igual que en el caso de Hidalgo, que recibió apoyo religioso.
Mientras que la excomunión en el caso de Hidalgo fue retirada mediante la confesión, en el caso de Morelos, esta sanción de la Iglesia fue retirada al declarar testigos que lo vieron rezar durante su traslado hacia San Cristóbal Ecatepec —donde fue fusilado—, pero también por su visita a la iglesia del Pocito, en la Villa de Guadalupe, en donde incluso hoy hay una placa.
Watson Marrón también dijo que a pesar de que en el Tribunal de la Santa Inquisición había acusaciones contra Hidalgo por sus opiniones, el proceso se sobreselló con la muerte del cura. Por lo tanto, afirmó Hidalgo y Morelos, “murieron dentro de la Iglesia católica y murieron como sacerdotes; por lo tanto, no hay razón para pedir que se les levante la excomunión”, señaló.
Ante la petición de los diputados del PRI y PRD en octubre de 2008 a través de un punto de acuerdo, el sacerdote Watson Marrón descartó que se pueda entregar un documento que solicite retirar algo que no existe.
Aunque dice que hay “versiones populares sin sustento” para sostener que ello implicaba raspar manos y cabeza, lo único que hay es una sentencia en el caso de Morelos que consistió en retirarle “beneficios, oficios y ejercicio del orden”.
Watson informó que necesitan difundir este dato y aclarar lo que ya está publicado. Agregó, que retirar la “degradación” por parte de la Iglesia no corresponde pues esa práctica desapareció a inicios del siglo XIX.
Al dar a conocer el estudio Consideraciones sobre las excomuniones de Hidalgo y Morelos, publicadas por el Instituto Superior de Estudios Eclesiásticos de la Arquidiócesis de México, Hugo Valdemar, vocero de la jerarquía católica, afirmó que hasta ahora en la historia se enseña desde primaria, ambos sacerdotes quedan excomulgados.
“Sería importante que la CEM solicitara, en su momento, una corrección de actas (...) de los libros de texto”, dijo.
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Recomiendo el siguiente texto de Guadalupe Jiménez Codinach publicado en La Jornada, 22 de octubre de 2007
La “excomunión” de Hidalgo/Guadalupe Jiménez Codinach*
En días recientes, han aparecido en la prensa escrita comentarios de periodistas y políticos en el sentido de solicitar al Vaticano o a las autoridades eclesiásticas correspondientes en nuestro país que se “levante la excomunión” a Miguel Hidalgo y Costilla. Esto con motivo de la proximidad del bicentenario del inicio de la lucha que más tarde desembocaría en la Independencia de México.
Lamentablemente, la propuesta anterior refleja un desconocimiento de hechos anteriores a la muerte de Hidalgo y posteriores a ella. A continuación menciono los más significativos:
1. En octubre de 1810, casi un año antes de la muerte de los primeros caudillos insurgentes, el cabildo de la catedral de Valladolid (hoy Morelia) nulificó el edicto de excomunión promulgado por el obispo electo don Manuel Abad y Queipo, por cierto amigo de don Miguel Hidalgo y Costilla.
2. Por esa razón, Hidalgo y sus compañeros de lucha, aprehendidos en marzo de 1811 y encarcelados más tarde en el Real Hospital Militar de la Villa de San Felipe Real de Chihuahua, instalado en el edificio del ex colegio jesuita, no tuvieron problema alguno para confesarse y recibir la comunión varias veces antes de ser fusilados.
3. Miguel Hidalgo y Costilla fue fusilado a las siete de la mañana el 30 de julio de 1811. A su cadáver se le cercenó la cabeza para colocarla, junto con las cabezas de Ignacio Allende, Juan Aldama y Mariano Jiménez, en las esquinas de la Alhóndiga de Granaditas en la ciudad de Guanajuato, lugar donde ocurrió la masacre del 28 de septiembre de 1810. Esto para escarmiento público.
4. El cuerpo decapitado de Hidalgo fue recogido por los religiosos franciscanos del convento de San Francisco, cercano al Real Hospital Militar, el mismo día del fusilamiento, con el propósito de velarlo esa noche y sepultarlo al día siguiente frente al altar de la capilla de San Antonio de dicho convento. Esto no hubiera sido posible de haber estado Hidalgo excomulgado.
5. En 1821, los trigarantes de Agustín de Iturbide quitaron las cabezas que habían sido colocadas en la Alhóndiga de Granaditas para celebrar honras fúnebres en honor de esos héroes patrios en la iglesia de San Roque en la ciudad de Guanajuato, algo que hubiera sido imposible si hubiera seguido vigente la excomunión de Hidalgo.
6. En 1823 se ordenó reunir las cabezas y los cuerpos de los cuatro principales caudillos fusilados y decapitados en Chihuahua para trasladarlos, con honores y responsos celebrados en diferentes iglesias situadas a lo largo del camino a la ciudad de México, para ser depositados, asimismo con honores y responsos, al pie del Altar de los Reyes en la Catedral de México. Estas acciones no hubieran podido ser realizadas de haber estado en vigor la excomunión de Hidalgo.
Los restos mortales de estos dirigentes permanecieron en la catedral metropolitana hasta su traslado a la Columna de la Independencia en 1926.
Es pertinente recordar que el cuerpo de una persona excomulgada no puede ser enterrado en terreno sagrado, como se hizo con el cuerpo de Hidalgo; tampoco podría haber sido objeto, como lo fueron los restos mortales de este caudillo, de honras fúnebres, de responsos y de misas celebrados en varias iglesias. Es por lo tanto innecesario solicitar al Vaticano la anulación de la excomunión de Miguel Hidalgo.
Más que preocuparnos por una excomunión inexistente, sería mejor centrar nuestra atención en la celebración de una fecha única y de gran significado histórico. El porfiriato preparó el centenario del inicio del movimiento de independencia con años de anticipación y procuró concentrar sus esfuerzos en la construcción de obras de trascendencia social, como escuelas, puentes, caminos y hospitales (La Castañeda es un ejemplo de esto último).
A nuestra generación le ha tocado celebrar el bicentenario de la gesta que llevó al país a su independencia. La celebración puede hacerse de tres maneras que no están reñidas entre sí: mediante actos y discursos públicos fundamentados en investigaciones recientes, cuyo objeto sería hacer conciencia de la trascendencia de un bicentenario; con la difusión en escuelas, museos, publicaciones y medios de comunicación masiva de los conocimientos históricos relativos a la lucha emancipadora que han sido acumulados mediante investigaciones más rigurosas, pero todavía desconocidas por la gran mayoría de los mexicanos; finalmente, siguiendo el ejemplo del porfiriato, a través de la creación de fuentes de trabajo y la realización de obras de beneficio social, tales como hospitales, viviendas dignas, escuelas, caminos, puentes, parques, etcétera, necesitados por las comunidades más marginadas del desarrollo económico del país. Las obras de relumbrón (estatuas y monumentos) salen sobrando.
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