¿Izquierda?/Jaime Sánchez Susarrey
Publicadoe en Reforma, 17 de octubre de 2009;
A lo largo del siglo XX, la izquierda se asumió como una corriente revolucionaria y progresista. No había dudas ni cuestionamientos. En el campo científico, el marxismo-leninismo desmantelaba la ideología burguesa. La economía de mercado y la democracia formal eran velos que ocultaban la realidad, es decir, la opresión y la explotación de la clase obrera por la burguesía.La superioridad moral se daba por descontada. Mientras que el liberalismo se definía como la ideología de la clase propietaria, el socialismo representaba los intereses de toda la humanidad. El camino de la revolución terminaría en la fase comunista con la verdadera igualdad, la absoluta libertad (abolición del Estado y el trabajo) y se retribuiría a cada quien según sus necesidades. En suma, el mundo perfecto de la abundancia y la felicidad.
La superioridad del socialismo se fincaba en las leyes de la economía y de la historia. El capitalismo estaba destinado al fracaso. Las crisis económicas recurrentes lo hundirían y crearían las condiciones objetivas para la revolución proletaria. La tarea de los socialistas (comunistas) era guiar a los obreros en la destrucción del Estado burgués para edificar el nuevo orden. La economía de mercado y la democracia serían arrojadas al basurero de la historia.Pero los sueños de la razón, como advertía Goya, engendran monstruos. La gran utopía de los siglos XIX y XX se materializó en el Gulag. Millones murieron en los campos de trabajo forzado de la URSS. La economía planificada jamás rebasó a la economía de mercado. Amén de que la ciencia y la técnica "capitalistas" superaron siempre los logros socialistas. Pero lo más importante fue la victoria moral: el liberalismo y el Estado democrático preservaron libertades que los socialistas abrogaron para someter al individuo al terror totalitario.
El fin de la historia es conocido por todos. La caída del Muro de Berlín en 1989 cerró el siglo XX. El "socialismo real" fue sepultado. La izquierda occidental fue desprendiéndose de los mitos socialistas paulatina y desigualmente. Al final adoptó dos principios esenciales de la modernidad: la economía de mercado y la democracia formal. No sólo eso. Abandonó la idea de representar a todo el pueblo, para no hablar de la humanidad en su conjunto.
En México ese cambio fue contradictorio. El Partido de la Revolución Democrática nació el mismo año de la caída del Muro de Berlín. Fusionó dos corrientes estatistas: el nacionalismo-revolucionario priista y el socialismo marxista-leninista en todas sus variantes. Ambos desconfiaban -por decirlo suavemente- de la economía de mercado, creían en la lucha de clases y veían con recelo -o condenaban- la democracia formal, sin adjetivos. Todos tenían y tienen fe ciega en el Estado.A la fecha siguen venerando la revolución Cubana y son muy pocos los que se atreven a criticar a Fidel Castro. Su empatía con Hugo Chávez no es ningún misterio. Pero lo esencial está en el temple autoritario: se asumen como los verdaderos y únicos representantes de los intereses populares, y descalifican a sus adversarios como enemigos de los obreros y campesinos. Además de que adoptan los principios de la economía de mercado de dientes para fuera.No debe, por lo tanto, sorprender lo que estamos presenciando. La liquidación de la Compañía Luz y Fuerza del Centro despertó sus peores instintos y demonios. Todos están en su naturaleza. Nada es nuevo. Pero en esta ocasión, más que en ninguna otra, el rey va desnudo y no se ha dado cuenta. Marx decía que la historia se repite: la primera vez ocurre como tragedia y la segunda como farsa. Y eso es justamente lo que está sucediendo con la izquierda.
Los hechos y las cifras no mienten. El Sindicato Mexicano de Electricistas goza de una serie de privilegios que no sueña el resto los obreros. La jubilación se alcanza a los 30 años de trabajo, obtienen permisos con goce de sueldo hasta por 10 meses en un año, se embolsan viáticos -transporte, alimentación, hospedaje, etcétera- aun cuando el traslado sea en la misma ciudad y reciben 350 kilowatts/hora al mes -que equivalieron en 2008 a 540 millones de pesos.
Lo más grave, sin embargo, es el costo que Luz y Fuerza del Centro representa para las finanzas públicas. Entre 2003 y 2008 las transferencias se han duplicado pasando de 21 mil 43 millones de pesos a 42 mil 316 millones de pesos. La liquidación de la empresa se impone por un simple cálculo racional. Esos recursos que sirven para mantener el trabajo de más de 43 mil empleados podrían ser utilizados para duplicar el programa de Oportunidades y beneficiar a 25 millones de mexicanos en pobreza.Y todo esto sin mencionar que Martín Esparza es famoso y ejemplar como líder charro. Porque la corrupción del comité central del sindicato es un secreto a voces. Además que en la pasada elección interna para renovarlo se cometió una serie de irregularidades. Por eso la defensa del SME es la defensa de la corrupción y de privilegios inaceptables.
No es la primera vez que la izquierda opta por lo peor. Lo hizo en 1989 cuando se detuvo a La Quina, líder moral del sindicato de Pemex. Hoy se repite la historia, pero en forma más grotesca. Imposible, por desgracia, descartar que el SME y la izquierda hagan recular al gobierno. Si eso sucede, Calderón habrá perdido la batalla decisiva. Lo sabremos en los próximos días.Pero ocurra lo que ocurra, ya quedó claro que la izquierda mexicana no tiene ni tendrá jamás remedio. Su defensa de los privilegiados va contra los más pobres y contra todos los ciudadanos. Su crisis moral y política es total.
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La Luz y la Fuerza/Javier González Garza
La Luz y la Fuerza/Javier González Garza
Reforma, 17 Oct. 09
La decisión de liquidar Luz y Fuerza del Centro, tomada por Felipe Calderón, demuestra que a pesar de la alternancia en el Ejecutivo, el régimen político permanece intacto.El sistema político sigue exigiendo a las dirigencias sindicales control de sus agremiados, sometimiento al poder del Presidente y apoyo irrestricto en sus políticas, además, claro está, de respaldo electoral. El apoyo de tales "sectores" fue necesario, pues legitimaba un sistema de partido de Estado que no respetaba las elecciones.
Era de suponer que, una vez consolidada la transición democrática, se prescindiera de esos métodos de control y legitimación, pues la legitimidad se ganaría con los votos y por la actuación democrática de los gobiernos. Evidentemente esto no sucedió. El sindicato de trabajadores de Pemex es un ejemplo claro de ello. Se ha demostrado en diferentes ocasiones la corrupción de sus líderes, como en el Pemexgate, cuando se desviaron cientos de millones de pesos. El apoyo del SNTE a la campaña de Calderón es bien conocido y todos los días sufrimos las consecuencias de ese contubernio .Esos casos y en los miles de contratos de protección reconocidos por la Secretaría del Trabajo y Previsión Social podemos constatar que, efectivamente, el poder requiere el control y apoyo de los sindicatos. Es por ello que un sindicato como el SME resulta incómodo, pues no cumplió esas reglas no escritas y por ello hay que liquidarlo aplicando todo el poder del Estado.
El gobierno argumenta que los trabajadores son los responsables de lo mal administrada que está esa empresa. El que muchas instituciones públicas no paguen su cuenta de luz, que grandes empresas hagan millonarios robos de energía, que Luz y Fuerza ya no produjera electricidad y que se le haya ahogado presupuestalmente en los últimos años no es de forma alguna responsabilidad de los trabajadores. Los trabajadores no fijaron las tarifas a las que Luz y Fuerza compraba la energía en bloque a CFE, ni el precio al que se vende a los usuarios. Sin duda hay problemas de servicio como en la mayoría de las empresas, pero eso debería resolverse por la administración. Pero paradójicamente, en los últimos años, era el SME el que presentaba en la Cámara de Diputados las necesidades presupuestales para emprender los proyectos de modernización y mejora del servicio, nunca los administradores de Luz y Fuerza.
Otro argumento que cae por sí mismo es el de las prestaciones y el contrato colectivo. El efecto mediático amarillista con que se quiere revestir este asunto es lamentable. Los contratos colectivos de trabajo se acuerdan y son firmados por el patrón y la representación sindical, así que estas autoridades no pueden llamarse a sorpresa, y en todo caso deberían ser corresponsables en el tema. En algunas negociaciones contractuales la negociación llegaba al acuerdo de que el aumento salarial se pagaría en especie y esto no puede ser presentado ahora como un abuso de los trabajadores. Algo parecido pasaba en algunas instituciones nacionales, en las que, ante la falta de recursos, se pactó una reducción del número de horas laborables y en algunos casos se pasó de ocho a cinco horas, permitiendo que esos trabajadores encontraran otro trabajo para "completar" su ingreso. Pero la más soterrada razón para liquidar Luz y Fuerza se hará pública tarde o temprano. Se trata de la red de fibra óptica en el tendido eléctrico, controlada en casi todas las entidades por la CFE y en el centro del país por Luz y Fuerza. El potencial económico de ese tendido de comunicaciones, en el centro del país, es monumental y la ambición, incontenible. La posibilidad de proveer servicios de "triple play" con esa infraestructura tiene muy ansiosos a grandes y privilegiados inversionistas, que, para variar, tienen vínculos con el gobierno. El autonombrado "presidente del empleo" y de las manos limpias transgredió gravemente el Estado de derecho y generó más desempleados que nadie en un solo acto. Por un lado invade la esfera del Legislativo al decretar la desaparición de una entidad que el Congreso le ordenó crear. Luego actúa en la ilegalidad al tomar instalaciones sin que esté fundada y motivada su actuación, dejando en la calle a más de 44 mil trabajadores.
El control de las comunicaciones y la energía deben ser del Estado. Vamos a ver muy pronto el intento de este gobierno de entregar al capital privado esa infraestructura estratégica de la nación. Parece obvio que el gobierno no ha tomado en cuenta la defensa que los mexicanos pueden hacer de lo suyo.En este conflicto se deben salvaguardar tres asuntos centrales: la energía y las comunicaciones como factor estratégico del desarrollo en México; la legalidad con que debe actuar siempre un gobierno republicano, y el empleo de miles de mexicanos en la peor crisis económica de la historia.Históricamente la izquierda ha llamado a cumplir la ley y a combatir la ilegalidad del "régimen despótico y autoritario de partido de Estado". Hoy continuamos con esa demanda contra un régimen que a todas luces no ha cambiado.
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