Un patriarcado
ajeno al mundo/Margarita Pintos de Cea-Naharro, es teóloga y
presidenta de Adim (Asociación para el Diálogo Interreligioso en la Comunidad
de Madrid).
El
País | 13 de marzo de 2013
La
dimisión del papa Benedicto XVI va a dar paso a un espectáculo que será ejemplo
de cómo se desarrolla y funciona el patriarcado religioso, al menos en la
iglesia católica. También veremos en directo el relevo, como si se tratara de
fotogramas de una película antigua, pero en color. No podemos obviar una de las
principales particularidades del Vaticano: es el único Estado exclusivamente
masculino en todos sus estamentos. Observaremos el desfile de los cardenales
vestidos con faldas y con su mejor lencería fina, que diría Maruja Torres,
preparándose para la elección del nuevo pontífice.
Un
total de 115 cardenales tendrá voz y voto en el cónclave en “representación” de
los cerca 1.200 millones de católicos. Esta gerontocracia es un grupo
minoritario, masculino, célibe, sin preocupaciones económicas, mayoritariamente
eurocéntrico (el 53% del colegio cardenalicio), y con mujeres dispuestas a
resolver su vida cotidiana en actitud de servicio. Lo que ellos transmiten al
mundo es una imagen patriarcal de Dios, como un abuelo, que no abuela, de pelo
y rostro blanco que con los brazos abiertos acoge a los que le aclaman.
Cuando
se convoca un cónclave, los roles quedan bien definidos, según dicta la
estructura piramidal de la actual iglesia católica: los cardenales, aislados
del mundo y, por lo tanto, de los problemas que aquejan a la humanidad,
escribirán un nombre tantas veces como sean necesarias hasta que uno alcance la
mayoría; las comunidades cristianas, mientras tanto, deben permanecer en
actitud pasiva, rezando por los jerarcas. Cuando el nuevo papa sea elegido,
toda la iglesia deberá creer que la voluntad de los cardenales es la voluntad
de Dios.
Este
patriarcado se perpetúa gracias a la universalidad y longevidad de la Iglesia,
que son sus mejores armas, y reforzará su estructura con el nuevo pontífice,
sea quien sea el “agraciado”. Pero me gustaría abrir una nueva vía dentro de
esta estructura, ahora que vamos a tener dos papas. Como el emérito ha elegido
vivir en el Vaticano atendido por sus sirvientas, el elegido podría ejercer su
pontificado de manera itinerante, como peregrino universal que visita y convive
con las comunidades, sobre todo con las del Tercer Mundo, para conocer la
realidad in situ y animar a la solidaridad. Como los pontificados suelen ser
largos, podría residir en todos los continentes. La curia y todos los
dicasterios que están en el recinto Vaticano tendrían cerca al papa emérito
para cualquier urgencia.
Mientras
tanto, una corriente subterránea recorre ya los colectivos de creyentes en
Jesús de Nazaret para acabar con los patriarcados religiosos. Hay mujeres que
son ordenadas por obispos que creen en la comunidad inclusiva que promueve el
Evangelio. Las comunidades de base se organizan en función de sus carismas, sin
distinción de género, se reúnen con las puertas y ventanas abiertas para que
entren los gozos y las esperanzas de los seres humanos y participan en los
colectivos ciudadanos que trabajan por la paz y la justicia. Concretan sus
acciones en el contexto en que viven, acudiendo a las plazas para saber si hay
que parar un desahucio, si hay que proteger a una niña que quiere ir a la
escuela, si tienen que denunciar la mutilación genital, o denunciar a un
pederasta…
El
Espíritu no puede ser secuestrado por un colectivo de notables. Es en la
comunidad de creyentes, que vive las bienaventuranzas y practica las obras de
misericordia, donde sigue vivo el Espíritu del Galileo.
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