Mañana domingo 13 de marzo se cumplen tres años de la elección pontificia de Jorge Mario Bergoglio más conocido como papa Francisco,
con este motivo el Director de la Sala de Prensa de la Santa Sede, Federico
Lombardi hizo una remembranza y reflexión sobre este breve tiempo en el cual el
Papa ha hecho “comprender a muchas personas – sea dentro o ‘fuera’ de la
Iglesia – que Dios los ama, los quiere, les perdona sin cansarse”.
Elegir
un nombre que nadie había todavía elegido –¡y qué nombre!– indicaba una
libertad, un coraje y una clareza formidables. Pobres, cuidado de la creación,
paz, como habría explicado el Papa pocos días después. La proveniencia del ‘fin
del mundo’ llevaba naturalmente en sí una perspectiva nueva, un punto de vista
diferente sobre las situaciones y preguntas de la humanidad y de la Iglesia en
el mundo de hoy, que no habría faltado hacerse sentir. Me parece que no me he
equivocado.
Confieso
que las otras novedades de aquella noche o de los días sucesivos –vestimenta,
modo de presentarse al pueblo, viajar en bus junto a los demás, autos
compactos…– no me parecían cosas chocantes: fuertes pero espontáneas. En esto
me era relativamente fácil reconocer al hermano jesuita.
En
los días siguientes las novedades no faltaron y gradualmente también comprendí
poco a poco la personalidad del nuevo Papa. Por ejemplo, hubo un tiempo en que
continuaba pensando que, tomando mayor conciencia del nuevo trabajo y de varias
exigencias prácticas, habría decidido regresar a usar el apartamento papal o
por lo menos una decisión diferente a Santa Marta. Pero no era así.
La
determinación de cambiar no solo el lugar, sino también los equilibrios
consolidados del sistema organizativo de la vida del Papa, de las relaciones
con sus colaboradores, era al inicio la más firme y clara que me hubiera
imaginado. No siempre fue fácil aprender a ‘convertirse’ a su nuevo estilo, a
su espontánea libertad de expresión, a sus encuentros personales y sus llamadas
telefónicas…; pero gradualmente comprendimos y apreciamos sus motivos y su gran
valor. Muchos ‘alejados’ lo comprendieron más rápidamente que nosotros los
‘cercanos’.
Santa
Marta y las otras novedades
Pero
las novedades eran también en el estilo de la relación personal del pastor con
los otros, con la gente. La novedad de la Misa matutina en Santa Marta, con un
bello grupo de fieles y con una homilía que habríamos pronto aprendido a
atender con gran interés cada día, y el saludo personal al final con cada uno
de los presentes.
La
capacidad de implicar a los asistentes al Ángelus o a las celebraciones,
interpelándolos directamente e invitándolos a responder o a rezar juntos… La
libertad del gesto y sus expresiones tocaban inmediatamente, pero en
profundidad, el corazón de la gente. En este sentido una de las primeras
experiencias importantes que hizo personalmente fue en la Misa de la Cena del
Señor, el primer Jueves Santo, en la cárcel de menores de Casal del Marmo.
Según
el uso litúrgico habitual se estaba previendo que el lavatorio de pies sería
hecho solo con varones jóvenes. Me permití hacer llegar al Papa un mensaje
discreto sobre el malestar de los jóvenes y el capellán, y la respuesta fue
prácticamente inmediata. Como todos sabemos lavó también a muchachas y
musulmanes, como había ya hecho en Buenos Aires…
Personalmente
y como sacerdote, el aspecto que más me ha llamado la atención del nuevo
pontificado es el hecho de que el Papa Francisco llegó, en tiempo breve, a
hacer comprender a muchas personas –sea dentro o ‘fuera’ de la Iglesia– que
Dios los ama, los quiere, les perdona sin cansarse. Lo dijo y lo ha repetido
infinitas veces desde los primeros días.
Todos
hemos sufrido mucho la imagen de una Iglesia adusta y severa, del ‘no’ más bien
que del ‘sí’, alzada sobre preceptos prevalentemente negativos y fuera de
tiempo. Sabíamos bien que era una imagen injusta, completamente diversa de
aquella que buscábamos decir y testimoniar; pero el clima cultural dominante
andaba en aquel sentido y nosotros no alcanzábamos a cambiarlo.
Sinodalidad:
Caminar juntos
Me
parece que el Papa Francisco lo ha logrado en modo muy eficaz y esto me ha dado
una alegría muy grande y profunda. Y no fue solo un aspecto pasajero de su
servicio: el Jubileo de la Misericordia alarga y profundiza el mensaje del
amor, del perdón, de la reconciliación: lo reafirma y lo hace pasar a través de
innumerables puertas en todos los ángulos del mundo, a comenzar no en Roma,
sino en Bangui, de las periferias llevada al centro espiritual del mundo…
El
Papa Francisco habla de ‘sinodalidad’, vive en primera persona la condición del
creyente en camino y pone a la Iglesia en camino, para que salga siempre de sí
y vaya a las periferias, para que seamos ‘discípulos misioneros’. Renovó
profundamente el método y el espíritu de las asambleas del Sínodo de los
obispos, puso en camino una ‘reforma’ de la Curia romana que no se sabe bien
cuándo culminará… pero esto no es un caso, porque lo más importante es que nos
ponga en camino confiándose en el Espíritu del Señor, sin querer nosotros
mismos prefigurar dónde y cuándo debemos arribar.
Francisco
es ciertamente valiente y confiado, camina en la fe y en la esperanza. Para
vivir serenamente y gozosamente con él su pontificado se debe buscar de
participar en esta actitud, de lo contrario nos podemos sentir turbados o
temerosos, o sentirnos bloqueados e incapaces en el recorrer y en los
territorios nuevos pastorales, sobre todo si se trata de temas complejos y
delicados como los de la familia y las relaciones ecuménicas…
Cultura
del encuentro
Una
de las palabras del Papa Francisco que me sonaron nuevas y que me tomaron un
tiempo comprender, fue la ‘cultura del encuentro’. Luego comprendí que para él
el encuentro concreto entre las personas es fundamental. Encuentro con Dios,
encuentro personal con Jesús en primer lugar, pero también encuentro con sus
colaboradores, con los líderes religiosos, con los responsables de los pueblos,
no al encuentro con cada persona a la búsqueda de una palabra de confort o
cercanía (¡sus llamadas telefónicas! Obviamente un gota en la miles de quien le
quisiera recibir, pero en todo caso un mensaje ejemplar para todos).
Hice
varias veces, siempre con la confianza de ser bien comprendido, una pequeña
comparación entre el modo en el cual Benedicto y el Papa Francisco me han
hablado de sus coloquios con los jefe de estado que le visitaban. Benedicto: la
concisa, precisa y excepcionalmente lúcida indicación de los temas tratados.
Francisco: las características de la persona humana y las actitudes del
interlocutor. Ambos acercamientos de extraordinaria profundidad. En Francisco
el encuentro con la persona concreta se resalta en plena y prioritaria
evidencia.
Ciertamente
los encuentros del Papa Francisco son una de las vías maestras de la presencia
dinámica de la Iglesia también a nivel ecuménico, interreligioso e
internacional. Basta pensar en los múltiples encuentros del Papa con el
Patriarca ecuménico Bartolomeo, el reciente encuentro con el Patriarca de Moscú
Kirill, o la nueva línea de relaciones ecuménicas con el mundo evangélico
pentecostal representado, por ejemplo, por su amigo el pastor Traettino di
Caserta, o la anunciada participación en la celebración de los 500 años de la
Reforma en Lund (Suecia). La conocida amistad con el rabino Abraham Skorka y el
musulmán Omar Abboud y el triple abrazo delante del Muro de las Lamentaciones:
¡un signo nuevo y fuerte!
A
nivel internacional, el clamoroso acercamiento de Cuba y Estados Unidos fue
ciertamente propiciado en parte por el carisma de Francisco y su impulso en la
dirección de la reconciliación entre los pueblos.
¿El
evidente y varias veces afirmado deseo de alcanzar el encuentro también con
China podrá convertirse al fin en realidad? Ciertamente Francisco no esconde el
hecho de que empuja en esa dirección. Cree en la fuerza del encuentro antes aun
que en las mesas de negociación. Así sirve personalmente al dialogo y la paz.
Una
referencia para todos
En
el tercer año del pontificado el Papa Francisco ha viajado a todos los
continentes, menos Oceanía (Asia, Europa, África, América Latina y el Caribe,
América septentrional) respondiendo a las expectativas de los pueblos pero
siempre dispuesto y atento a sus gestos y palabras. Había ya hablado al
Parlamento europeo, el 2015 habló a los movimientos populares como al Congreso
americano, y a las Naciones Unidas en Nueva York y en Nairobi.
Publicó
una encíclica, la Laudato si’, que interceptó con amplitud de horizontes y
equilibrio las grandes preguntas cruciales de la humanidad y del cuidado de la
‘casa común’, colocando su crítica radical de la ‘cultura del descarte’ en un
contexto de responsabilidad y reflexión global, atenta a la ciencia, a la razón
humana, a la visión religiosa de la persona humana y del mundo.
La
autoridad del Papa Francisco ha adquirido una dimensión verdaderamente ‘global’,
respetada universalmente y capaz de dar un verdadero servicio de orientación a
la humanidad en camino.
En
tres años sucedieron muchas cosas. Un camino que continúa en la escucha del
Espíritu más que en proyectos y estrategias humanas. No nos olvidemos por tanto
de rezar por el Papa Francisco, como él nos pide cada día”.
Fuente: ACI
Prensa
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