Es día de Corpus
Christi (en latín, "Cuerpo de Cristo") o Solemnidad del Cuerpo y la
Sangre de Cristo, antes llamada Corpus Domini ("Cuerpo del Señor").
¿Desde cuando se celebra?
Un milagro eucarístico del siglo XIII
fue el origen de la Fiesta del Corpus Christi, que la Iglesia celebra el jueves
siguiente a la Solemnidad de la Santísima Trinidad.
A
mediados del siglo XIII el sacerdote Pedro de Praga dudaba sobre la presencia de
Cristo en la Eucaristía y realizó una peregrinación a Roma para rogar sobre la
tumba de San Pedro una gracia de fe. Al retornar, mientras celebraba la Santa
Misa en Bolsena, en la Cripta de Santa Cristina, la Sagrada Hostia sangró
manchando el corporal.
La
noticia llegó rápidamente al Papa Urbano IV, que se encontraba muy cerca en
Orvieto, y mandó que se le lleve el corporal. Más adelante el Pontífice publicó
la bula “Transiturus”, con la que ordenó que se celebrara la Solemnidad del
Corpus Christi en toda la Iglesia el jueves después del domingo de la Santísima
Trinidad.
Urbano IV encomendó a Santo Tomás de Aquino la preparación de un oficio
litúrgico para la fiesta y la composición de himnos, que se entonan hasta el
día de hoy: Tantum Ergo, Lauda Sion.
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Homilía del Papa Francisco en la Misa del Corpus Christi
El papa Francisco presidió esta tarde en la Basílica de San Juan de Letrán la Misa por la Solemnidad del Corpus Christi, en la que recordó que desde el comienzo la Eucaristía ha sido centro y forma de la vida de la Iglesia.
A continuación el texto completo de la homilía:
«Haced esto en memoria mía» (1Co 11,24.25).
El apóstol Pablo, escribiendo a la comunidad de Corinto, refiere por dos veces este mandato de Cristo en el relato de la institución de la Eucaristía. Es el testimonio más antiguo de las palabras de Cristo en la Última Cena.
«Haced esto». Es decir, tomad el pan, dad gracias y partidlo; tomad el cáliz, dad gracias y distribuidlo. Jesús manda repetir el gesto con el que instituyó el memorial de su Pascua, por el que nos dio su Cuerpo y su Sangre. Y este gesto ha llegado hasta nosotros: es el «hacer» la Eucaristía, que tiene siempre a Jesús como protagonista, pero que se realiza a través de nuestras pobres manos ungidas de Espíritu Santo.
«Haced esto». Ya en otras ocasiones, Jesús había pedido a sus discípulos que «hicieran» lo que él tenía claro en su espíritu, en obediencia a la voluntad del Padre. Lo acabamos de escuchar en el Evangelio. Ante una multitud cansada y hambrienta, Jesús dice a sus discípulos: «Dadles vosotros de comer» (Lc 9,13). En realidad, Jesús es el que bendice y parte los panes, con el fin de satisfacer a todas esas personas, pero los cinco panes y los dos peces fueron aportados por los discípulos, y Jesús quería precisamente esto: que, en lugar de despedir a la multitud, ofrecieran lo poco que tenían. Hay además otro gesto: los trozos de pan, partidos por las manos sagradas y venerables del Señor, pasan a las pobres manos de los discípulos para que los distribuyan a la gente. También esto es «hacer» con Jesús, es «dar de comer» con él. Es evidente que este milagro no va destinado sólo a saciar el hambre de un día, sino que es un signo de lo que Cristo está dispuesto a hacer para la salvación de toda la humanidad ofreciendo su carne y su sangre (cf. Jn 6,48-58). Y, sin embargo, hay que pasar siempre a través de esos dos pequeños gestos: ofrecer los pocos panes y peces que tenemos; recibir de manos de Jesús el pan partido y distribuirlo a todos.
Partir: esta es la otra palabra que explica el significado del «haced esto en memoria mía». Jesús se ha dejado «partir», se parte por nosotros. Y pide que nos demos, que nos dejemos partir por los demás. Precisamente este «partir el pan» se ha convertido en el icono, en el signo de identidad de Cristo y de los cristianos. Recordemos Emaús: lo reconocieron «al partir el pan» (Lc 24,35). Recordemos la primera comunidad de Jerusalén: «Perseveraban [...] en la fracción del pan» (Hch 2,42). Se trata de la Eucaristía, que desde el comienzo ha sido el centro y la forma de la vida de la Iglesia. Pero recordemos también a todos los santos y santas –famosos o anónimos–, que se han dejado «partir» a sí mismos, sus propias vidas, para «alimentar a los hermanos». Cuántas madres, cuántos papás, junto con el pan de cada día, cortado en la mesa de casa, se parten el pecho para criar a sus hijos, y criarlos bien. Cuántos cristianos, en cuantos ciudadanos responsables, se han desvivido para defender la dignidad de todos, especialmente de los más pobres, marginados y discriminados. ¿Dónde encuentran la fuerza para hacer todo esto? Precisamente en la Eucaristía: en el poder del amor del Señor resucitado, que también hoy parte el pan para nosotros y repite: «Haced esto en memoria mía».
Que el gesto de la procesión eucarística, que dentro de poco vamos a hacer, responda también a este mandato de Jesús. Un gesto para hacer memoria de él; un gesto para dar de comer a la muchedumbre actual; un gesto para «partir» nuestra fe y nuestra vida como signo del amor de Cristo por esta ciudad y por el mundo entero.
2 comentarios:
Fred, por fa, dame tu fuente
ACI noticias, amiga. Publucación católica.
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