Revista
Proceso # 2061, 30 de abril de 2016
Los
pasos previos al perdón/RODRIGO
VERA
Ante
el crecimiento de las llamadas “pedagogías del perdón y la reconciliación”,
consideradas por algunos como herramientas clave para alcanzar la paz en
México, Miguel Álvarez Gándara, presidente de Servicios y Asesoría para la Paz
(Serapaz), opina:
“No
se pueden crear condiciones de perdón y reconciliación sin resolver primero las
causas estructurales de la violencia. La reconciliación viene al final, y
además debe ser también política y social. Todos los procesos deben tener un
orden, aunque, por supuesto, hay víctimas que de inmediato optan por perdonar.
“Cuando
se quiere acelerar el proceso de perdón y reconciliación, la gente siente que
se le quiere manipular con la intención de escamotear el conflicto y de que no
se haga justicia. Pregúnteselo a las víctimas de Acteal o a los familiares de
los 43 desaparecidos de Ayotzinapa. Para éstos, el problema es saber dónde
están sus hijos y dónde está la justicia”, dice.
Con
amplia experiencia como mediador de conflictos, Álvarez Gándara fue secretario
ejecutivo de la Comisión Nacional de Intermediación (Conai) que impulsó el
diálogo entre el gobierno y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional
(EZLN); es integrante del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, y
actualmente media en el caso Ayotzinapa, entre otros.
El
experto en labores de pacificación ve con buenos ojos la proliferación de
diplomados, talleres y seminarios que promueven el perdón y la reconciliación
para contener la ola de violencia en México, algunos de los cuales incluso son
impartidos por Serapaz.
Opina
al respecto: “Estamos viviendo un fenómeno social muy importante y novedoso, ya
que todos estos cursos y talleres son producto de una nueva sensibilidad de la
sociedad mexicana que reacciona ante la violencia con un rotundo ‘¡Basta!’
“Es
un fenómeno muy sano porque, además, intenta comprender qué nos toca hacer
frente a la violencia. Es, pues, una creciente búsqueda emprendida por
distintos sectores de la sociedad pero que aún se está manifestando de manera
dispersa y desarticulada, a veces ni siquiera es visible.”
Álvarez
Gándara compara este fenómeno con el surgimiento de los grupos de autodefensa,
pues ambos comparten una misma característica: “Son una respuesta social y
defensiva ante el problema de la violencia, y ante la incapacidad del Estado
para contenerla”.
Agrega
que, hasta el momento, es el sector eclesiástico, y concretamente la
Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), el que tiene “una visión estructural
y más de fondo” sobre esta propuesta de paz sustentada en la reconciliación:
“Para
la CEM, la paz es un reto central. Viene afinando el tema de la justicia, el
perdón y la reconciliación. Tiene incluso una exhortación pastoral que le sirve
de guía; Que en Cristo nuestra paz México tenga vida digna. Además cuenta con
los documentos y discursos del Papa Francisco y de la Iglesia en general que le
son muy orientadores.
“Sin
embargo, a la CEM aún le falta aterrizar a situaciones más concretas. Esta
bajada le corresponde hacerla a su Comisión de Pastoral Social, a la que acaba
de entrar el arzobispo de Acapulco, Carlos Garfias (como nuevo encargado de su
Dimensión de Justicia y Paz), quien tiene amplia experiencia en la materia y
seguramente le dará mayor empuje y claridad a este trabajo de la Iglesia”.
Álvarez
Gándara hace la siguiente distinción: “Algunos, cuando hablan de
reconciliación, ponen el énfasis en lo psicológico y lo religioso. Pero no
olvidemos que además está la problemática social y política, donde también se
necesitan procesos de reconciliación para solucionar conflictos.
“Las
mismas víctimas, que son los actores clave de todo esto, pasan por un proceso
que va del dolor individual al colectivo, de la lucha individual a la lucha
social, como sucedió con Javier Sicilia.”
Señala
también que los talleres y seminarios que se están impartiendo en materia de
perdón y reconciliación, pueden funcionar para un determinado tipo de víctimas,
pero no para otro. Pone como ejemplo los tan demandados cursos impartidos por
la Fundación para la Reconciliación del religioso colombiano Leonel Narváez.
“A
los familiares de Ayotzinapa y a las víctimas del Movimiento por la Paz con
Justicia y Dignidad, la metodología del padre Narváez simplemente no les
funciona”, dice.
–¿Cuál
es la razón? –se le pregunta.
–Con
ese método, creo que estas víctimas se sienten incomprendidas y forzadas a
acelerar el paso para perdonar al perpetrador, aunque la intención del método
no sea desconocer las causas.
–¿Ustedes
en Serapaz han seguido ese método?
–No,
aquí no lo seguimos. Pero lo respetamos porque a muchas víctimas les sirve.
Nosotros somos una instancia civil de orientación cristiana. Y en nuestra
Escuela de Paz nos centramos en la mediación, consenso y transformación de
conflictos.
–¿Utilizan
el diálogo víctima-victimario?
–No,
no lo tenemos en nuestra agenda. No hacemos ese trabajo. Aunque sí trabajamos
con cosas que a la larga pueden propiciar ese diálogo. Es un escenario que
puede ocurrir a futuro, pero que ya depende de la parte afectiva, cultural,
religiosa y psicosocial de los actores. A la gente no se le puede obligar a
perdonar. Pero claro, el ideal de todo constructor de paz es llegar a la
reconciliación, que no se da a corto plazo.
“Por
ello participamos en cursos y talleres encaminados a la reconciliación. Tenemos
muy bien diseñado un taller sobre violencias, y si nos lo piden, lo adecuamos a
una región u actor. Aparte, colaboramos con otras organizaciones sociales y con
el episcopado mexicano”.
Álvarez
Gándara concluye recalcando que lo importante es que la sociedad, y no sólo el
Estado, “se convierta en actor y aporte soluciones para resolver el problema de
la violencia. Y estos cursos y seminarios están surgiendo precisamente de la
sociedad civil”. l
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