En los años que llevo como obispo he aprendido una cosa, he aprendido tantas pero una quiero decirla ahora: no hay nada más hermoso que contemplar las ganas, la entrega, la pasión y la energía con que muchos jóvenes viven la vida. Esto es hermoso…“Papa Francisco.
#
Antes de llegar al parque, en donde Juan Pablo II celebró en seis ocasiones la misa, el papa Francisco recibió las llaves de la ciudad de manos del alcalde en la placita que se encuentra frente al arzobispado. Después se subió a un tranvía con un grupo de jóvenes enfermos y se dirigió con ellos a Blonia.
Lo recibieron hombres y mujeres de todos los rincones del planeta. Muchos polacos e italianos.
Texto
completo de las palabras del papa Francisco a los jóvenes en el parque de
Blonia, en Cracovia, se estiman en 600 mil.
Queridos
jóvenes, muy buenas tardes.
Finalmente
nos encontramos. Gracias por esta calurosa bienvenida. Gracias al Cardenal
Dziwisz, a los Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, seminaristas y a
todos aquellos que los acompañan. Gracias a los que han hecho posible que hoy
estemos aquí, que se la «han jugado» para que pudiéramos celebrar la fe. O sea,
celebrar la fe. Hoy nosotros aquí todos juntos estamos celebrando la fe.
En
esta, su tierra natal, quisiera agradecer especialmente a san Juan Pablo II,
que soñó e impulsó estos encuentros. Desde el cielo nos está acompañando viendo
a tantos jóvenes pertenecientes a pueblos, culturas, lenguas tan diferentes con
un solo motivo: celebrar a Jesús que está vivo en medio de nosotros. ¿Lo han
entendido? Celebrar a Jesús que está vivo en medio de nosotros. Y decir que
está vivo, es querer renovar nuestras ganas de seguirlo, nuestras ganas de
vivir con pasión su seguimiento.
¡Qué
mejor oportunidad para renovar la amistad con Jesús que afianzando la amistad
entre ustedes! ¡Qué mejor manera de afianzar nuestra amistad con Jesús que
compartirla con los demás! ¡Qué mejor manera de vivir la alegría del Evangelio
que queriendo «contagiar» su Buena Noticia en tantas situaciones dolorosas y
difíciles!
Jesús
es quien nos ha convocado a esta 31 Jornada Mundial de la Juventud; es Jesús
quien nos dice: «Felices los misericordiosos, porque encontrarán misericordia»
(Mt 5,7). Felices aquellos que saben perdonar, que saben tener un corazón
compasivo, que saben dar lo mejor de sí a los demás. Lo mejor, no lo que le
sobra, lo mejor.
Queridos
jóvenes, en estos días Polonia, esta noble tierra se viste de fiesta; en estos
días Polonia, quiere ser el rostro siempre joven de la Misericordia. Desde esta
tierras con ustedes y también unidos a tantos jóvenes que hoy no pueden estar
aquí, pero que nos acompañan a través de los diversos medios de comunicación,
todos juntos vamos a hacer de esta jornada una auténtica fiesta Jubilar, en
este jubileo de la Misericordia.
En
los años que llevo como obispo he aprendido una cosa, he aprendido tantas pero
una quiero decirla ahora: no hay nada más hermoso que contemplar las ganas, la
entrega, la pasión y la energía con que muchos jóvenes viven la vida. Esto es
hermoso.
¿Y
de dónde viene esta belleza? Cuando Jesús toca el corazón de un joven, de una
joven, estos son capaces de actos verdaderamente grandiosos. Es estimulante
escucharlos, compartir sus sueños, sus interrogantes y sus deseos y sus ganas
de rebelarse contra todos aquellos que dicen que las cosas no pueden cambiar. A
quienes llamo los ‘quietistas’, nada se puede cambiar. No, los jóvenes tienen
esa fuerza para oponerse a estos. Pero algunos no están seguro de esto. Y les
pregunto ¿Yo les pregunto, las cosas se
pueden cambiar?
Bien.
Es un regalo del cielo poder verlos a muchos de ustedes que, con sus
cuestionamientos, buscan hacer que las cosas sean diferentes. Es lindo, y me
conforta el corazón, verlos tan exhuberantes. La Iglesia hoy les mira, diré aún
más, el mundo hoy les mira y quiere aprender de ustedes para renovar su
confianza en que la Misericordia del Padre tiene rostro siempre joven y no deja
de invitarnos a ser parte de su Reino, que es un Reino de alegría, de felicidad
que siempre nos lleva adelante. Es un Reino capaz de darnos la fuerza de
cambiar las cosas. Me he olvidado, ¿Las cosas se pueden cambiar? … De acuerdo…
Conociendo
la pasión que ustedes le ponen a la misión, me animo a repetir: la misericordia
siempre tiene rostro joven. Porque un corazón misericordioso se anima a salir
de su comodidad; un corazón misericordioso sabe ir al encuentro de los demás,
logra abrazar a todos. Un corazón misericordioso sabe ser refugio para quienes
nunca tuvieron casa o la han perdido; sabe construir hogar y familia para
aquellos que han tenido que emigrar, sabe de ternura y compasión.
Un
corazón misericordioso, sabe compartir el pan con el que tiene hambre, un
corazón misericordioso se abre para recibir al prófugo y al migrante. Decir
misericordia junto a ustedes, es decir oportunidad, es decir mañana, es decir
compromiso, es decir confianza, apertura, hospitalidad, compasión, es decir
sueños. ¿Pero ustedes son capaces de soñar?…
Y
cuando el corazón está abierto y es capaz de soñar hay lugar para la
misericordia, hay lugar para acariciar a quienes sufren, hay lugar para ponerse
al lado de quienes no tienen paz en el corazón o les falta lo necesario para
vivir, o les falta la cosa más linda, la fe. Misericordia, digamos juntos esta
palabra, Misericordia, otra vez.., otra vez para que el mundo sienta…
También
quiero confesarles otra cosa que aprendí en estos años. No quiero ofender a
nadie. Me genera dolor encontrar a jóvenes que parecen haberse «jubilado» antes
de tiempo. Esto me causa dolor, jóvenes que parece se fueron en pensión a los
23, 24 o 25 años. Me genera dolor. Me preocupa ver a jóvenes que «tiraron la
toalla» antes de empezar el partido. Que se han rendido sin haber comenzado a
jugar. Me causa dolor ver a jóvenes que caminan con rostros tristes, como si su
vida no valiera. Son jóvenes esencialmentes aburridos… y aburridores de los
otros, y esto me causa dolor.
Es
difícil, y a su vez cuestionador, por otro lado, ver a jóvenes que dejan la
vida buscando el «vértigo», o de sensación de sentirse vivos por caminos oscuros,
que al final terminan «pagando»…y lo pagan caro. Piensen a muchos jóvenes que
ustedes conocen y eligieron este camino.
Hace pensar cuando se ve que hay jóvenes que pierden hermosos años de su
vida y sus energías corriendo detrás de vendedores de falsas ilusiones, y los
hay ¿verdad? vendedores de falsas ilusiones. (En mi tierra natal diríamos
«vendedores de humo»), que les roban lo mejor de ustedes mismos, y esto me
causa dolor. Estoy seguro que entre ustedes no los hay, pero quiero decirles
que hay jóvenes pensionados, que tiran la toalla antes del partido y los que
entran con los vértigos de las falsas ilusiones y acaban en la nada.
Por
eso, queridos amigos, nos hemos reunidos para ayudarnos mutuamente, porque no
queremos dejarnos robar lo mejor de nosotros mismos, no queremos permitir que
nos roben las energías, la alegría, los sueños con falsas ilusiones.
Queridos
amigos, les pregunto: ¿Quiéren para sus vidas ese vértigo alienante o quieren
sentir esa fuerza que los haga sentirse vivos, plenos? ¿Vértigo alienante o
fuerza de la gracia?, qué quieren, ¿vértigo alienante o fuerza de
plenitud? No se escucha bien…
Para
ser plenos, para tener fuerza renovada, hay una respuesta, que no se vende, que
no se compra, una respuesta que no es una cosa, que no es un objeto: es una
persona y se llama Jesucristo. Un aplauso…
Me
pregunto, ¿Jesucristo se puede comprar?…
¿Se vende en los negocios?…
Jesucristo es un don, un regalo del Padre, el don de Nuestro Padre.
Todos: Jesucristo es un don… Es un regalo del Padre…
Jesucristo
es quien sabe darle verdadera pasión a la vida, Jesucristo es quien nos mueve a
no conformarnos con poco y a dar lo mejor de nosotros mismos; es Jesucristo
quien nos cuestiona, nos invita y nos ayuda a levantarnos cada vez que nos damos
por vencidos. Es Jesucristo quien nos impulsa a levantar la mirada y a soñar
alto.
Pero
padre, alguien podrá decirme que es tan difícil y soñar alto, que están difícil
estar siempre en subida. Padre soy débil, caigo, me esfuerzo pero acabo abajo.
Los alpinos cuantos unen las montañas cantan una canción hermosa que dice así:
en el arte de subir lo importante no es no caer, sino no quedarse caído. Si tú
eres débil o caes, mira un poco hacia lo alto y está la mano tendida de Jesús
que te dice levántate y ven conmigo. Y si sucede otra vez, también. Y si sucede
otra vez, también. Pedro una vez le preguntó al Señor, ¿Señor pero cuantas
veces? y le dijo setenta veces siete. La mano de Jesús está siempre tendida
para levantarnos cuando caemos. ¿Lo han entendido?
En
el Evangelio hemos escuchado que Jesús, mientras se dirige a Jerusalén, se
detiene en una casa –la de Marta, María y Lázaro– que lo acoge. De camino,
entra en su casa para estar con ellos; las dos mujeres reciben al que saben que
es capaz de conmoverse. Las múltiples ocupaciones nos hacen ser como Marta:
activos, distraídos, constantemente yendo de acá para allá…; pero también
solemos ser como María: ante un buen paisaje, o un video que nos manda un amigo
al móvil, nos quedamos pensativos, en escucha.
En
estos días de la JMJ, Jesús quiere entrar en nuestra casa; en tu casa, e mi
casa. En el corazón de cada uno de nosotros. Quiere entrar y verá nuestras
preocupaciones, en nuestro andar acelerado, como lo hizo con Marta… y esperará
que lo escuchemos como María; que, en medio del trajinar, nos animemos a
entregarnos a él. Que sean días para Jesús, dedicados a escucharnos, a
recibirlo en aquellos con quienes comparto la casa, la calle, el club o el
colegio.
Y
quien acoge a Jesús, aprende a amar a Jesús. Entonces él nos pregunta si
queremos una vida plena y yo en su nombre les pregunto: ¿Quieren una vida
plena?… Empieza desde ahora a dejarte
conmover porque la felicidad germina y aflora en la misericordia: esa es su respuesta,
esa es su invitación, su desafío, su aventura, la misericordia.
La
misericordia tiene siempre rostro joven; como el de María de Betania sentada a
los pies de Jesús como discípula, que se complace en escucharlo porque sabe que
ahí está la paz. Como el de María de Nazareth, lanzada con su «sí» a la
aventura de la misericordia, y que será llamada bienaventurada por todas las
generaciones, llamada por todos nosotros «la Madre de la
Misericordia».Invoquémosla todos juntos: María Madre de misericordia. Todos:
María Madre de misericordia…
Ahora cada uno repita en su corazón en silencio:
Señor, lánzanos a la aventura de la misericordia. Lánzanos a la aventura de
construir puentes y derribar muros, sean cercos o alambrados, lánzanos a la
aventura de socorrer al pobre, al que se siente solo y abandonado, al que ya no
le encuentra sentido a su vida. Lánzanos a acompañar a aquellos que no te
conocen y decirle lentamente y con tanto respeto tú nombre y el porqué de
nuestra fe.
Impúlsanos
a la escucha, como María de Betania, de quienes no comprendemos, de los que
vienen de otras culturas, de otros pueblos, incluso de aquellos a los que
tememos porque creemos que pueden hacernos daño. Haznos volver nuestra mirada,
como María de Nazareth con Isabel, a nuestros ancianos a nuestros abuelos para
aprender de su sabiduría.
Les
pregunto ¿ustedes hablan con sus abuelos?, ¿así así?… Busquen a sus abuelos,
ellos tienen sabiduría sobre la vida y les dirán cosas que conmoverán vuestros
corazones.
Aquí
estamos, Señor. Envíanos a compartir tu Amor Misericordioso. Queremos recibirte
en esta Jornada Mundial de la Juventud, queremos afirmar que la vida es plena
cuando se la vive desde la misericordia, y que esa es la mejor parte, es la
parte más dulce, y es la parte que nunca nos será quitada. Amén.
#
No hay comentarios.:
Publicar un comentario