Otra foto de Dylan/Javier Usoz
Heraldo de Aragón, 22 de octubre de 2016..
Por lo que él manifiesta y, más aún, por su trayectoria, se diría que Bob Dylan cree que lo genuinamente suyo es componer e interpretar canciones sobre un escenario itinerante. Lo avalan décadas de más de cien conciertos al año por todo el mundo. En cambio, parece que los estudios de grabación le resultan lugares inhóspitos, en los que habría procurado estar el tiempo estrictamente necesario para grabar medio millar de canciones, suyas, la mayor parte, pero también ajenas, repartidas en una cincuentena de álbumes.
Esta faceta creativa e interpretativa, inseparable de una obsesión casi patológica por el conocimiento exhaustivo de la música norteamericana, la popular y la no tan popular, hace que el Premio Nobel de Literatura que acaba de recibir le suponga a Dylan, en cierto sentido, una contrariedad. A partir de ahora, todavía le será más difícil zafarse de quienes siempre han querido enmarcarlo en el ámbito de la literatura, considerándolo la voz de una generación y el gran poeta del rock. Este es uno de los dos sambenitos de los que él siempre ha renegado, junto al que le atribuye un inmarcesible compromiso social, pese a que muy pronto dejó bien claro que no quería llevar ninguna etiqueta política.
De hecho, es cierto que Dylan siguió la estela de su admirado Woody Guthrie, el cantautor izquierdista de la América obrera y pobre, pero le acabó seduciendo igualmente la actitud rebelde del movimiento ‘beat’, cuyo aporte intelectual y literario fue el complemento idóneo que encontró para que sus canciones expresaran las inquietudes colectivas de una juventud a la que ya no le servían los viejos eslóganes de la Guerra Fría, pero también las inquietudes individuales más intimas y afectivas, que tampoco encajaban en los patrones encorsetados que habían recibido de sus mayores. Contando con estos y otros muchos elementos, procedentes de la literatura, del cine, de la pintura o de los textos bíblicos, así como de su propia trayectoria vital, Dylan acabará convirtiéndose en el genio de la imprevisibilidad, del inconformismo y de la mutación estilística, es decir, en el arquetipo del artista independiente contemporáneo que hoy forma parte de los programas de estudios escolares y universitarios.
Sin embargo, volviendo al argumento inicial, la obra de Dylan se entiende bien cuando se aprecia su condición de fiel seguidor de la tradición musical norteamericana. De modo que su carácter renovador no es tanto fruto del inconformismo, cuanto un efecto natural de dicha tradición, en la que siempre han primado la libertad individual, la exploración de nuevos territorios y una amalgama de referencias culturales muy diversas, caracteres que son los propios de una civilización colonial, generada por individuos que procedían, desde luego, de la Europa anglosajona, cuyos representantes establecieron las reglas políticas y sociales del juego, pero también de las otras Europas y, progresivamente, de casi todos los rincones del planeta, como es el caso de los antepasados cercanos del propio Dylan, judíos originarios de la Anatolia oriental.
Por unas cosas y por otras, Dylan, sin pretenderlo, ha dejado unas cuantas fotografías que revelan el signo de los tiempos y las retóricas de la intransigencia, estampas en las que sus contemporáneos, al reaccionar ante sus propuestas, han quedado retratados, unos, con la marca del mundo que perecía, otros, con la del que estaba llegando. Así fue cuando el folclore de los puristas hubo de admitir los comentarios sociales y las visiones más libres e íntimas, para, finalmente, cambiar radicalmente sus formas. Y así fue cuando el rock volvió a las raíces y procuró la renovación del country en sus muy diversas formas, en un género que luego se denominó ‘Americana’. Dylan siempre estuvo allí, un paso por delante e inicialmente incomprendido. Hasta la fecha, lo único que nadie le había cuestionado era la riqueza de sus textos. Pues bien, ya ha llegado el día. Al serle concedido el Premio Nobel de Literatura, Dylan ha vuelto a dejar otra imagen significativa para la posteridad.
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