El asalto a la Razón//Carlos Marín
Milenio
El oficio en su versión ‘progre’
Francesc de Carreras (El País de ayer) previene sobre el periodismo de trinchera que ve “la realidad como un campo de batalla” entre buenos y malos, en el cual el periodista, apostado siempre en la trinchera de los buenos, “tiene por misión disparar únicamente contra los malos”.
Una “forma de guerra”: se trata de “disparar” noticias y opiniones “para aniquilar a los malos”, no diciendo nada a su favor.
Conviene leerlo.
cmarin@milenio.com
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Contra el periodismo de trinchera/Francesc de Carreras
El País, 28 de junio
Tiene poco de democrático, ni siquiera ha asimilado la libertad y la racionalidad de pensamiento
¿Qué es el periodismo de trinchera? No hacen falta muchas explicaciones, su propio nombre lo indica. Es aquel tipo de periodismo que contempla la realidad como un campo de batalla en el que se enfrentan buenos y malos y en el cual el periodista, apostado siempre en la trinchera de los buenos, tiene por misión disparar únicamente contra los malos.
El periodismo, visto de esta manera, es una forma de hacer la guerra: primero hay que tomar partido, escoger bando y, una vez situado en el mismo, el bando bueno, disparar tus balas –noticias y opiniones– para aniquilar a los malos: nada debes decir a su favor, todo lo que vaya en su contra vale, el contrario es tu enemigo y al enemigo, ya se sabe, ni agua. Con los buenos, los tuyos, la actitud debe ser absolutamente a la inversa.
Así, la objetividad en la trasmisión de los hechos o el conocimiento para argumentar de forma coherente las opiniones, quedan arrinconadas, no forman parte de este tipo de periodismo. Su finalidad es hacer política de parte, en ningún caso suministrar noticias y dar razones para que los lectores, libremente, escojan cuáles son sus opiniones propias.
Un periodismo que a veces se autodenomina progresista pero que solo conduce al bloqueo de las mentes
Este tipo de periodismo tiene poco de democrático, mejor dicho, ni siquiera ha asimilado algunos de los grandes valores ilustrados, por ejemplo, la libertad y la racionalidad de pensamiento. Se mueve en el mundo de la fe y las creencias, y el público que lo consume lo que quiere es afirmarse en sus ideas sin que nadie le introduzca duda alguna sobre las mismas. Es un periodismo que a veces se autodenomina progresista pero que no conduce a progreso alguno sino solo al bloqueo de las mentes, al dogmatismo y al fundamentalismo, ya que no parte ni de la libertad de criterio ni de la razón como método para averiguar la verdad.
Sin duda hay otro periodismo, que no sé bien como denominarlo, ¿ilustrado, democrático, liberal? Escojan el adjetivo. Sus fundamentos son claramente distintos al anterior. Busca la veracidad de los hechos, considera como un bien a proteger la diversidad de opiniones y argumenta conforme a valores previamente conocidos según la gran regla cartesiana: poner todo en duda para así poder explicar, basándose en hechos y aportando razones, lo que en realidad sucede.
En definitiva, para este periodismo ¿ilustrado?, las noticias no deben ser relativas –ni alternativas– sino objetivas, mientras que las opiniones son libres y subjetivas, aunque su valor depende de la calidad de sus argumentos. En conclusión, su finalidad no es adoctrinar sino contribuir a que cada cual pueda formar libremente su propia opinión. No es el periodismo que hoy abunda, abunda el de trinchera, pero es el que a mí me gusta.
Ego sum qui sum; analista político, un soñador enamorado de la vida y aficionado a la poesía.
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