13 nov 2017

A fregar TOLVANERA / Roberto Zamarripa


A fregar
TOLVANERA / Roberto Zamarripa
Reforma, 13 Nov. 2017
Narra José López Portillo y Pacheco (Ciudad de México, 1920-2004) en un libro delirante titulado Umbrales (Nueva Imagen. 1997): "días antes de entregar el poder, el colaborador más íntimo de mi sucesor, en una cena a la que invitó a mi primogénito, le anunció: 'en lo personal, amistad; en lo político, para estabilizar al país, tendremos que fregar a tu padre'. Acepté la fatalidad de los ciclos que me atañían y esperé lo que llegó: un alud de mierda y golpes de toda índole a mi honra, mi fama, mi familia, mis muertos y mis amigos. Destruirme para construir sobre mi desprestigio".
El sexenio de López Portillo, pletórico de escándalos, tuvo en la corrupción un signo de identidad. Jesús Martínez Palillo sintetizó en la carpa la ira popular con la puesta en escena de "Agarren a López por pillo".
Toda proporción guardada, el sexenio de Enrique Peña tiene en la corrupción un sello indeleble. El Presidente ha alegado de distintos modos que no es un asunto exclusivo de su gobierno sino histórico, no propio sino cultural.
Sin duda la corrupción será tema central del debate electoral rumbo a la Presidencia en 2018. Por ello, en el posicionamiento previo de las figuras que aspiren a suceder a Peña el valor de la honestidad es primordial.

La ruptura con el peñismo es una condición que parece esencial en el camino a la Presidencia. Desde la oposición eso no reporta gran problema. Dentro del PRI buscan la manera de hacerlo.
¿Cuánto tiempo pasará para sepultar al gobierno de Enrique Peña? El candidato del PRI, llámese como se llame, tiene el imperativo de marcar distancia si quiere ganar simpatías más allá del votante duro que todo aguanta. Por algo se piensa en José Antonio Meade. Divide al PAN atrayendo una corriente que no es peñista necesariamente. Su reciente gira a Baja California Sur así lo muestra al placearse con gobernadores y legisladores del blanquiazul; atraería a perredistas; horadaría al Frente en ciernes. Una parte ya está hecha: un presupuesto relativamente generoso con gobernantes estatales y municipales potenciales aliados de Meade y otros guiños que saldrán de esa misma bolsa, de las ampliaciones requeridas, de los sobornos necesarios.
"No se le sabe nada", suelen decir con alivio sus promotores frente a los pecados de sus otros competidores por la candidatura. Hace un mínimo contraste con los excesos del peñismo con su austeridad, porque viaja en clase turista en aviones comerciales o porque camina por el Zócalo alejado de los guaruras. No es otra cosa más que el gesto lo que se compara. Meade, o quien sea, al fin y al cabo será rehén de un grupo, una capilla política, que no está dispuesta a soltar el poder así como así.
Un 27 de noviembre de 1993 fue destapado Luis Donaldo Colosio, el último candidato priista ungido en condiciones normales y con un priismo gobernante. Ernesto Zedillo fue un candidato emergente, destapado en video en semana santa.
Enrique Peña, destapado desde la oposición, registró su candidatura también un 27 de noviembre, en 2011. Cuando destapó, desde la gubernatura mexiquense a Eruviel Ávila para sucederlo, lo oficializó un 27 de marzo de 2011 y Alfredo del Mazo -designado por Peña- registró su candidatura al gobierno del Estado de México el 27 de marzo de 2017. Aferrado a los símbolos y a lo que le llama liturgia, Peña podría llevar para un 27 de noviembre la determinación por Meade o por el que sea. Esa liturgia es tan parecida a la de López Portillo que avergüenza e insulta.
Cualquiera que nomine le deberá obediencia que, por las circunstancias, resultará efímera. Hacer campaña por la Presidencia defendiendo acríticamente el gobierno que termina -y del que emanará el candidato- será el peor negocio.
¿Quién será el valiente que le diga a Peña, como le dijeron a López Portillo, que lo tendrán que fregar para estabilizar al país? ¿Otra vez Gamboa como antaño?
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