El País, 10/11/2017.
Hace poco más de año y medio asumí el Gobierno con la tarea de enfrentar la más grave crisis económica de nuestra historia y los profundos impactos sociales que supuso para mi país. Ante ese desafío, propuse una agenda de transformación sin recurrir a medidas populistas. Dicha agenda consiste en el conjunto de reformas estructurales más amplio de los últimos 30 años y se basa, fundamentalmente, en el equilibrio fiscal, en la responsabilidad social y en el aumento de la productividad.
Los resultados están a la vista. Se revirtió la recesión y la economía brasileña ya ha crecido durante dos trimestres consecutivos. Los analistas prevén un aumento próximo al 1% del PIB en 2017. La inflación, de alrededor de 10% en mayo de 2016, se encuentra hoy por debajo del centro de la meta: el 2,54% en septiembre de este mismo año. El poder adquisitivo ha mejorado, con un aumento de más del 6% en el rendimiento real de los salarios. El tipo básico de interés (SELIC), que en mayo de 2016 era del 14,25%, se reduce de forma continuada. La SELIC está hoy en el 7,5%, su nivel más bajo en 4 años, y el spread bancario se redujo considerablemente. Tan solo con la caída de los tipos de interés se garantizó un ahorro a las arcas públicas de 80.000 millones de reales (en torno de 21.600 millones de euros).
La balanza comercial rompe récords sucesivos: el superávit llegó a 50.480 millones de euros entre enero y octubre de este año (un crecimiento del 51,8% con respecto al mismo periodo de 2016). La producción industrial aumentó un 1,6% en el mismo periodo (en mayo de 2016 caía el 9,8%). Las exportaciones de vehículos aumentaron un 55,7% respecto a 2016, y ya superan las 560.000 unidades en 2017. La venta de vehículos nuevos en el mercado interno creció un 9,28% este año en comparación con el mismo periodo del año anterior. La cosecha de cereales deberá alcanzar la cifra histórica de 242 millones de toneladas en 2017, un aumento del 30% con respecto al año pasado. Como reflejo de la reactivación de la economía brasileña, el movimiento en los puertos ha crecido un 5,7% en 2017 y el mercado nacional de aviación, un 6,6% con respecto a septiembre de 2016.
Ese ciclo virtuoso se encuentra en la base de la recuperación de la confianza en la economía brasileña. El Índice de Confianza Empresarial, de la Fundación Getúlio Vargas, llegó a 90,3 puntos en octubre, el nivel más alto desde julio de 2014. El Riesgo Brasil cayó de 544 puntos base (enero de 2016) a 239 puntos base (octubre de 2017), una reducción del 56,1% del spread soberano. Por otra parte, el índice CDS-5 años, otra forma de medir la prima de riesgo, que estaba en 328 puntos, hoy es de 173,5. El Índice de la Bolsa de Valores de San Pablo (IBOVESPA) superó los 76.000 puntos en septiembre de 2017, después de haber estado por debajo de los 38.000 puntos en enero de 2016. En el primer semestre de 2017, el IED acumulado fue 34.770 millones de euros (68.070 millones en 2016). En los remates de las subastas de energía realizados bajo el nuevo modelo regulatorio, incluso de los yacimientos de la capa pré-sal, se recaudaron más de 22.000 millones de reales. Tan solo en ese sector se esperan inversiones de 444.000 millones de reales en los próximos años suponiendo la creación de hasta 500.000 nuevos empleos.
Las medidas de racionalidad y previsibilidad económica han mejorado el ambiente de negocios por medio de iniciativas de desburocratización en los sectores agrícola, de servicios, minorista y de comercio exterior. La ley de responsabilidad de las empresas estatales permitió la profesionalización de las empresas públicas. Antes desacreditadas, las empresas estatales brasileñas han vuelto a valorizarse. Del perjuicio de 32.000 millones de reales en 2015, pasaron a obtener ganancias de 4.600 millones en 2016 y de 17.300 millones en el primer semestre de 2017. Con el objetivo de promover la productividad, se aprobó la reforma laboral. Sin dar lugar a pérdida de derechos, la legislación se modernizó, incorporándose a la legalidad trabajadores antes excluidos.
El éxito de esa agenda ya se observa en la recuperación del empleo, reflejándose en el aumento del índice de ocupación. El saldo acumulado del año, medido por el Registro General de Empleados y Desempleados(CAGED), es de 163.000 puestos de trabajo, en comparación con la pérdida de 448.000 puestos entre enero y mayo de 2016. Según mediciones del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), solo en el tercer trimestre de 2017 se crearon 1.061.000 puestos de trabajo y 524.000 personas abandonaron el contingente de desempleados. La masa de rendimiento real de los trabajadores aumentó un 3,9% en el tercer trimestre de 2017 con respecto al mismo periodo de 2016.
La restauración de la responsabilidad fiscal y el crecimiento económico nos han permitido aumentar los recursos destinados al área social. Programas antes amenazados por la ruina fiscal se han revalorizado con respecto al techo constitucional y a la eficiencia en los gastos públicos. El beneficio del Programa Bolsa Familia aumentó un 12,5% (después de más de dos años sin ningún reajuste), desapareciendo la lista de espera. El Gobierno fue más allá y lanzó el programa Progredir (Progresar), que ayuda a las familias beneficiarias a conseguir empleo y crédito y, de este modo, a alcanzar su autonomía. Con audacia, liberamos las cuentas inactivas del Fondo de Garantía del Tiempo de Servicio (FGTS) y anticipamos la extracción del Programa de Integración Social/Programa de Formación del Patrimonio del Empleado Público (PIS-PASEP), beneficiando a millones de brasileños e inyectando 60.000 millones de reales en la economía.
Se incrementaron los presupuestos en salud y educación. La racionalización de la gestión en salud permitió adjudicar más recursos a servicios esenciales: 4.000 millones de reales se destinaron a compra de equipamiento, creación de nuevas unidades y contratación de personal. El Programa Farmacia Popular empleaba el 80% de su presupuesto en gastos administrativos. La nueva forma de transferencia de fondos amplió en 100 millones al año los recursos para adquisición de medicamentos básicos. En educación, la aprobación de la reforma de la educación secundaria actualizó el plan de estudios de los alumnos según las aptitudes personales y la realidad del mercado de trabajo. El Fondo de Financiamiento Estudiantil (FIES) se revalorizó con 75.000 nuevos cupos y hoy resulta sostenible. Se adjudicaron 700 millones de reales al fondo, evitando atrasos en la transferencia de recursos. Con el lanzamiento del satélite geoestacionario, se dio un paso decisivo en la universalización del acceso a la banda ancha de Internet en Brasil.
Los resultados muestran que la estrategia propuesta y ejecutada por el Gobierno es correcta. Dejamos atrás la crisis y retomamos las vías del desarrollo. Con la convicción de que no hay tiempo que perder, seguiré adelante con la aprobación de la agenda de reformas. El próximo paso será la continuidad de las reformas, que garantizará la solvencia y la supervivencia del sistema, además de eliminar privilegios. La simplificación de la legislación tributaria, otra de nuestras prioridades, aumentará la competitividad de la producción nacional. Con el apoyo imprescindible del Congreso Nacional, de los trabajadores y del empresariado, estamos consiguiendo que Brasil recupere su rumbo.
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