25 sept 2018

Francisco admitió abiertamente los fracasos de la Iglesia con los abusos sexuales.../

Francisco admitió abiertamente los fracasos de la Iglesia con los abusos sexuales.../
“(Se que) les indignan los escándalos económicos y sexuales ante los que no ven una firme condena, el no saber interpretar adecuadamente la vida y la sensibilidad de los jóvenes por falta de preparación, o simplemente el rol pasivo que les asignamos...”, dijo Francisco durante una reunión con muchachos católicos, luteranos y ortodoxos en la Iglesia Luterana de Kaarli, en la capital de Estonia, Tallín.
  Tres jóvenes describieron sus vidas mientras el Papa los escuchaba atento a saber: i) Lisbel, luterana de 18 años, narró una vida difícil, con un padre alcohólico y violento y el reciente descubrimiento de la fe, con la que ha podido "encontrarla alegría”; ii) Tauri, ortodoxo, explicó que los ateos tenían razón al decirle que se había construido una idea de Dios completamente propia, mientras ahora conoce su verdadero rostro gracias a la teología, y iii) Mirko, católico, director artístico, que le preguntó al Papa cómo mantener el alma pura y tomar las decisiones correctas. 
Aqui el discurso del papa Francisco...
Queridos jóvenes:
Gracias por vuestra cálida bienvenida, por vuestros cantos y los testimonios de Lisbel, Tauri y Mirko. Agradezco las gentiles y fraternas palabras del arzobispo de la Iglesia evangélica luterana de Estonia, Urmas Viilma, como también la presencia del Presidente del Consejo de Iglesias de Estonia, arzobispo Andrés Põder, la del obispo Mons. Philippe Jourdan, administrador apostólico en Estonia, y la de los demás representantes de las distintas confesiones cristianas presentes en el país. También agradezco la presencia de la señora Presidenta de la República.
Siempre es bueno reunirnos, compartir testimonios de vida, expresar lo que pensamos y queremos; y es muy lindo estar juntos los que creemos en Jesucristo. Estos encuentros hacen realidad aquel sueño de Jesús en la última cena: «Que todos sean uno, […] para que el mundo crea» (Jn 17,21). Si nos esforzamos por vernos como peregrinos que hacen el camino juntos, aprenderemos a confiar el corazón al compañero de camino sin recelos, sin desconfianzas, mirando solamente lo que en realidad buscamos: la paz en el rostro del único Dios. Y como la paz es artesanal, confiarse al otro es también algo artesanal, es fuente de felicidad: «Bienaventurados los que trabajan por la paz» (Mt 5,9). Y este camino, este camino no lo hacemos solo con creyentes, sino con todos. Todos tienen algo que decirnos. A todos tenemos algo que decir.
La gran pintura que está en el ábside de esta iglesia contiene una frase del evangelio de san Mateo: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré» (Mt 11,28). Vosotros, jóvenes cristianos, os podéis identificar con algunos elementos de esta parte del evangelio.
En las narraciones anteriores, Mateo nos cuenta que Jesús viene acumulando desengaños. Primero se queja porque parece que a los que se dirige nada les cae bien (cf. Mt 11,16-19). A vosotros jóvenes os sucede a menudo que los adultos que tenéis cerca no saben lo que quieren o esperan de vosotros; o a veces, cuando os ven muy alegres, desconfían; y si os ven angustiados, relativizan lo que os pasa. En la consulta previa al Sínodo, que celebraremos dentro de poco y en el que reflexionaremos sobre los jóvenes, muchos de vosotros pedís que alguien os acompañe y os comprenda sin juzgar y que sepa escucharos, como también que responda a vuestros interrogantes (cf. Sínodo dedicado a los Jóvenes, Instrumentum laboris, 132). Nuestras iglesias cristianas —y me animo a decir que todo proceso religioso estructurado institucionalmente— a veces arrastra estilos donde nos ha sido más fácil hablar, aconsejar y proponer desde nuestra experiencia, que escuchar, que dejarnos interpelar e iluminar desde lo que vosotros vivís. Muchas veces la comunidad cristiana se cierra, sin darse cuenta, y no escucha vuestras inquietudes. Sabemos que vosotros queréis y «esperáis ser acompañados no por un juez inflexible o por un padre temeroso y sobre protector que crea dependencia, sino por alguien que no tiene miedo de su propia debilidad y sabe hacer resplandecer el tesoro que, como recipiente de barro, protege dentro de sí (cf. 2 Co 4)» (ibíd., 142). Hoy aquí deseo deciros que queremos llorar con vosotros si estáis llorando, acompañar con nuestras palmas y nuestra risa vuestras alegrías, ayudaros a vivir el seguimiento del Señor. Vosotros, muchachos y muchachas, jóvenes, sabed esto: cuando una comunidad cristiana es verdaderamente cristiana, no hace proselitismo. Solo escucha, acoge, acompaña y camina; pero no impone nada.
También Jesús se queja de las ciudades que ha visitado haciendo en ellas más milagros y teniendo con ellas mayores gestos de ternura y cercanía; y se lamenta de la falta de tino que tienen para darse cuenta de que el cambio que les venía a proponer era urgente, no podía esperar. Hasta llega a decir que son más tercas y obcecadas que Sodoma (cf. Mt 20-24). Y cuando los adultos nos cerramos a una realidad que ya es un hecho, vosotros nos decís con franqueza: “¿Es que no lo veis?”. Y algunos más valientes os animáis a más: “¿No percibís que ya nadie os escucha, ni os cree?”. En verdad nos falta convertirnos, descubrir que para estar a vuestro lado debemos revertir tantas situaciones que son, en definitiva, las que os alejan.
Sabemos —así nos lo habéis dicho— que muchos jóvenes no nos piden nada porque no nos consideran interlocutores significativos para su existencia. Esto es feo, cuando una Iglesia, una comunidad se comporta de tal manera que los jóvenes piensan: “Estos no me dirán nada que me sirva para mi vida". Algunos incluso, piden que los dejemos en paz, sienten la presencia de la Iglesia como algo molesto y hasta irritante. Y esto es verdad. Les indignan los escándalos económicos y sexuales ante los que no ven una firme condena, el no saber interpretar adecuadamente la vida y la sensibilidad de los jóvenes por falta de preparación, o simplemente el rol pasivo que les asignamos (cf. Sínodo dedicado a los Jóvenes, Instrumentum laboris, 66); estos son algunos de sus reclamos. Queremos responder a ellos, queremos, como vosotros mismos lo expresáis, ser una «comunidad transparente, acogedora, honesta, atractiva, comunicativa, asequible, alegre e interactiva» (ibíd., 67), es decir, una comunidad sin miedo. Los temores hacen que nos encerremos. Los temores nos instan a ser proselitistas. Y ser hermanos es otra cosa: el corazón abierto y el abrazo fraterno.
Antes de llegar al escrito del Evangelio que preside este templo, Jesús comienza haciendo una alabanza al Padre. Lo hace porque se percata de que los que sí se han dado cuenta, los que entienden el centro de su mensaje y de su persona, son los pequeños, aquellos que tienen el alma sencilla, abierta. Y al veros así, reunidos, cantando, yo me uno a la voz de Jesús y me admiro, porque vosotros, a pesar de nuestras faltas de testimonio, seguís descubriendo a Jesús en el seno de nuestras comunidades. Porque sabemos que donde está Jesús siempre hay renovación, siempre hay oportunidad para la conversión, para dejar atrás todo lo que nos aparta de él y de nuestros hermanos. Donde está Jesús la vida siempre tiene sabor a Espíritu Santo. Vosotros, hoy aquí, sois la actualización de aquella admiración de Jesús.
Entonces sí, volvemos a decir: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré» (Mt 11,28). Pero lo decimos convencidos de que más allá de nuestros límites, de nuestras divisiones, Jesús sigue siendo la razón de ser para estar aquí. Sabemos que no hay alivio más grande que dejar que Jesús lleve nuestros agobios. También sabemos que hay muchos que todavía no lo conocen y viven en la tristeza y el desconcierto. Una famosa cantante vuestra, hace unos diez años decía en una de sus canciones: «El amor ha muerto, el amor se ha ido, el amor ya no vive aquí» (Kerli Kõiv, El amor ha muerto). ¡No, por favor! Hagamos que el amor esté vivo, y todos nosotros debemos hacer esto. Y son tantos los que hacen esa experiencia: ven que se termina el amor de sus padres, se disuelve el amor de pareja apenas casados, experimentan el desamor cuando a nadie le importa que tengan que emigrar a buscar trabajo o se los mire de reojo por ser extranjeros. Pareciera que el amor ha muerto, como decía Kerli Kõiv, pero nosotros sabemos que no, y tenemos una palabra que decir, algo que anunciar, con pocos discursos y muchos gestos. Porque vosotros sois la generación de la imagen, la generación de la acción sobre la especulación, la teoría.
Y así le gusta a Jesús; porque él pasó haciendo el bien, y al morir privilegió el gesto contundente de la cruz sobre las palabras. A nosotros nos une la fe en Jesús, y es él el que está esperando que lo llevemos a todos los jóvenes que han perdido el sentido de sus vidas. Y el riesgo es, incluso para nosotros, creyentes, perder el sentido de la vida. Y esto sucede cuando nosotros creyentes somos incoherentes. Aceptemos juntos esa novedad que trae Dios a nuestra vida; esa novedad que nos empuja a partir una y otra vez, para ir allí donde está la humanidad más herida. Allí donde los hombres, más allá de la apariencia de superficialidad y conformismo, siguen buscando una respuesta a la pregunta por el sentido de sus vidas. Pero nunca iremos solos: Dios viene con nosotros; él no tiene miedo, no tiene miedo a las periferias, es más, él mismo se hizo periferia (cf. Flp 2,6-8; Jn 1,14). Si nos atrevemos a salir de nosotros mismos, de nuestros egoísmos, de nuestras ideas cerradas, e ir a las periferias, allí lo encontraremos, porque Jesús nos primerea en la vida del hermano que sufre y está descartado. Él ya está allí (cf. Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 135).
Jóvenes: El amor no está muerto, nos llama y nos envía. Pide solo que abramos el corazón. Pidamos el valor apostólico de llevar el Evangelio a los demás —pero ofrecerlo no imponerlo— y de renunciar a hacer de nuestra vida cristiana un museo de recuerdos. La vida cristiana es vida, es futuro, es esperanza. No es un museo. Dejemos que el Espíritu Santo nos haga contemplar la historia en la clave de Jesús resucitado, así la Iglesia, así nuestras Iglesias serán capaces de seguir adelante acogiendo en ellas las sorpresas del Señor (cf. ibíd., 139), recuperando su juventud, la alegría y la belleza, que hablaba Mirko, de la esposa que va al encuentro del Señor. Las sorpresas del Señor. El Señor nos sorprende, porque la vida siempre nos sorprende. Sigamos adelante, saliendo al encuentro de estas sorpresas. Gracias.
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Iglesia en Alemania pide perdón a víctimas ante escándalo de abuso sexual...
En una rueda de prensa el Cardenal Reinhard Marx, Presidente de la Conferencia Episcopal de Alemania, pidió disculpas, como líder de la Iglesia en ese país, a las más de tres mil víctimas de abusos sexuales ocurridos en un periodo de más de 70 años.
El pasado 12 de septiembre dos diarios alemanes filtraron un estudio encargado por la Conferencia Episcopal Alemana que documenta abusos cometidos contra 3.677 personas, predominantemente varones menores entre 1946 y 2014; y además acusa a 1.670 clérigos.
El informe concluyó que más de la mitad de las víctimas tenían 13 años o menos y la mayoría eran niños. Unas 969 víctimas de abuso fueron monaguillos.
Este 25 de septiembre el informe fue presentado en la asamblea plenaria de los obispos.
“Claramente, el abuso sexual es un crimen. Los que son culpables deben ser castigados. Durante demasiado tiempo, en la Iglesia Católica hemos desviado la mirada, hemos ocultado, negado, no queríamos que fuera verdad. Por todo el fracaso y por todo el dolor, debo pedir disculpas como Presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, y de forma personal”, dijo el Cardenal Marx en rueda de prensa este martes.
En su declaración ante la prensa, el también Arzobispo de Munich y Freising dijo sentirse avergonzado al ver el resultado del informe y por aquellos “ministros que se supone que debían construir confianza y no abusar de ella”.
“Me siento avergonzado cuando miro hacia afuera, viendo a muchos que no quisieron creer lo que sucedió, que trivializaron y no quisieron mirar, y no quisieron escuchar. Me incluyo”, aseguró.
Además, afirmó que todavía la respuesta es insuficiente, porque “las víctimas de violencia sexual deben experimentar que se haga justicia”.
“Creemos que es urgentemente necesario acercarse y escuchar a los afectados para comprender. Solo entonces podemos sacar conclusiones. No queremos pasar por alto a las víctimas en la lucha contra el abuso sexual en la Iglesia. Solo funciona con ellas”, añadió.
Finalmente, el Cardenal Marx aseguró que los resultados demuestran que es necesario exigir una “acción comprometida y convincente” en el entorno de la Iglesia para enfrentar la violencia sexual.
“Tenemos una responsabilidad como Iglesia, tenemos que asumir la responsabilidad. No podemos escapar”.
“El abuso sexual por parte de los clérigos católicos es un problema constante. No es un fenómeno histórico que haya concluido y haya sucedido en el pasado. Por lo tanto, necesitamos urgentemente más investigación, procesamiento y prevención”, concluyó.
Recientemente, Mons. Stefan Ackermann, Obispo de Trier y Comisionado de la Sección de Preguntas sobre Abusos Sexuales en la Iglesia y Protección de Menores, criticó la filtración del informe, considerando que “para quienes han sido afectados por los abusos sexuales, la publicación adelantada es irresponsable”, y que “no todos los obispos conocen los resultados del mismo”.
Según la Conferencia Episcopal Alemana, el objetivo del estudio en el que participaron las 27 diócesis del país, era “obtener más claridad y transparencia sobre este capítulo oscuro de nuestra Iglesia, no solo por el bien de los afectados, sino para poder ver nuestras fallas por nosotros mismos y hacer todo lo posible para asegurar que no se vuelvan a repetir”
Fuente ACI

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