El programa de AMLO
Un plan esquizofrénico/Jorge Volpi
Reforma, 17 Nov. 2018
Primero reconozcamos el desastre: México es, hoy, un cementerio. Desde diciembre de 2006, cuando Felipe Calderón lanzó la guerra contra el narco, acumulamos 220 mil muertos, entre 30 y 70 mil desaparecidos y un número incalculable de desplazados. Se trata de la mayor catástrofe humanitaria desde la Revolución. Nada, en estos 12 años, ha funcionado. Pese a los engaños y la manipulación de dos administraciones -y sus aliados en los medios- una amplia mayoría de la sociedad mexicana al fin se ha dado cuenta cabal de ello. La prueba son las recientes elecciones, que no solo fueron un castigo a la corrupción e ineficiencia, sino a este horror.
AMLO fue elegido con el mandato de cambiar radicalmente las políticas -y la narrativa- de sus predecesores. Al presentar esta semana su plan de seguridad, el esperado viraje no ha ocurrido. Hay que aplaudir su diagnóstico: un reconocimiento explícito del fracaso de la estrategia punitiva empleada hasta ahora. En su lugar, el Plan Nacional de Paz y Seguridad busca atacar las causas de la violencia -en particular la desigualdad-, revisar la absurda prohibición de las drogas -con cierta timidez- y establecer una justicia transicional que permita avanzar en el proceso de reconciliación.
"Es necesario abandonar la visión autoritaria y el uso de la fuerza como estrategia", apunta en su proemio. "Es indispensable formular nuevos paradigmas de seguridad nacional, interior y pública, prevención del delito, procuración e impartición de justicia, restablecimiento del estado de derecho y reinserción de los infractores". Justo lo que la sociedad esperaba oír. Lo extraño -lo grave- es que, a partir de ahí, pareciera como si, en vez de tener una visión unificada sobre cómo formular esos nuevos paradigmas, el texto mezclara torpemente dos ideas contradictorias y excluyentes.
En sus primeros siete incisos, apreciamos una lógica renovadora que apunta a resolver las causas de la violencia y a instaurar una nueva narrativa del conflicto, cuyos postulados parecen emanar de la próxima Secretaría de Gobernación, mientras que, en su apartado final, más cercano tanto a la Secretaría de Seguridad Pública como al Ejército y la Marina, reinserta una perspectiva idéntica a la empleada hasta ahora: la militarización como alternativa única frente a la violencia. Los defensores del Plan insisten en valorar sus primeros apartados, minimizando el último; por desgracia, la creación de una Guardia Nacional, entrenada y subordinada a los mandos castrenses, pone en entredicho cualquier avance.
Si al principio se hace énfasis en la necesidad de cambiar paradigmas y aspira a transitar hacia la legalización, la defensa de los derechos humanos y el combate a la corrupción policial, al final refuerza la presencia del Ejército y la Marina en nuestras calles: justo lo que ha provocado tantos muertos, desaparecidos y desplazados desde los "operativos conjuntos" de Calderón. El PNPyS es, pues, un documento esquizofrénico -como apuntó Jacobo Dayán-, que se traiciona a sí mismo y, de paso, a los millones que votaron por las promesas de López Obrador de acabar con la guerra. Dígase como se diga, la idea de reclutar rápidamente a 50 mil efectivos y colocarlos táctica y operativamente bajo control militar es una continuación de la guerra.
El PNPyS revela, pues, el combate entre idealistas y realistas en el gabinete de AMLO y, si bien los primeros articulan el mensaje, a la postre los segundos arruinan los aciertos. Al imponer la Guardia Nacional, sin siquiera una hoja de ruta para la retirada del Ejército y la Marina, los halcones han devorado a las palomas en un momento en el que la Suprema Corte invalidó la Ley de Seguridad Interior. Una reforma constitucional que permita el uso del Ejército en labores de seguridad pública supone revivirla de la peor manera.
Y algo casi peor: la ausencia de cualquier énfasis en una reforma al aparato de justicia en su conjunto. De un sistema atrofiado e incapaz de hacer frente a la violencia. Tal como está formulado hoy, el plan de seguridad de AMLO, que tanto promete y tanto se traiciona, apunta, por desgracia, a la obcecada continuación del desastre.
@jvolpi
Ego sum qui sum; analista político, un soñador enamorado de la vida y aficionado a la poesía.
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