Vallarta libre
LINOTIPIA / Peniley Ramírez
REFORMA, 02 agosto 2025;
Es 22 de febrero de 2006. Israel Vallarta está declarando en la Procuraduría General de la República. Dice que lo detuvieron el 8 de diciembre de 2005, y no la mañana siguiente, como se vio en la televisión. Cuando lo detienen, relata, estaba trasladando muebles de su exnovia, Florence Cassez. La relación había terminado. Ella se instalaba en un nuevo departamento.
Vallarta, dice su declaración, va con Cassez y los muebles en la carretera cuando unos autos sin identificación oficial les cierran el paso. Sin uniformes, unos hombres lo tranquilizan: es solo un chequeo de rutina. Pero no lo es.
Cuando abren la puerta del piloto, cubren la cabeza de Vallarta, lo llevan a una camioneta y luego a un sitio inmundo, bajo tierra. Allí lo desnudan y le vendan los ojos. Le arrojan agua. Un oficial le dice: ya van a empezar las clases de anatomía. Lo golpean. Le dicen que anote cosas en unas hojas. Nombres, teléfonos, signos del Zodiaco. Cerca de la medianoche, lo suben de nuevo a una camioneta. Lo llevan a su propio rancho.
Allí, Vallarta ve que sacan objetos de su casa y los meten a un cuarto exterior, que usa para invitados. Ve cómo llevan a un hombre allí. Luego a Cassez, luego al propio Vallarta. Dentro del cuarto, los hombres (ahora sabe que son policías) colocan diplomas, fotos de Cassez, de los hijos de Vallarta, actas de nacimiento, muebles que se había llevado a su nuevo departamento, y ahora están de vuelta. Un sillón viejo, una mesa, una televisión. Hay credenciales de elector sin imagen ni datos. "Estas tú las vendías a los polleros", le dice un oficial, a quien luego Vallarta identifica como Luis Cárdenas Palomino.
Pronto, Vallarta observa, en la televisión encendida, la entrada de su propio rancho. En vivo, oficiales y periodistas se acercan, cruzan la verja, caminan hacia el cuarto de invitados.
Adentro, el montaje está listo. Ya están los muebles, documentos, fotos, Vallarta con Cassez como parte de la escena. Cuando la toma de televisión se acerca a él, los policías fingen que lo esposan. En plena transmisión, Vallarta se queja de que lo han golpeado. Nadie se inmuta. Lo sacan del cuarto, lo ponen junto a Cassez frente a las cámaras. Luego lo suben a otra camioneta. Ahora, casi un día después de que lo arrestaran, está oficialmente detenido.
El 22 de febrero de 2006, declara Cassez. Dice que en la mañana del 8 de diciembre los detuvieron en la carretera. "Disculpe la molestia, es una inspección de rutina", confirma ella. El relato de Cassez coincide con el de Vallarta. Ella también ve cómo los policías mueven muebles, fotos, documentos, tarjetas de crédito. El hombre que manda, vestido de negro, la golpea. "Hija de tu puta madre, culera, va a venir la televisión", le dice. Cassez también ve la entrada del rancho en la transmisión en vivo, porque los oficiales han dejado la tele prendida en el cuarto de invitados. Ve el montaje en la tele antes de que se convierta en su protagonista.
En 2011, la Suprema Corte libera a Cassez (FUEEN ENERO DE 2013) , porque el montaje ha creado un "efecto corruptor" que corroe el caso. La liberación es un escándalo, pero Vallarta continúa preso. Luego, cuatro años después, un documento interno de la PGR confirma la versión de Vallarta.
Este documento, del que muy poco se sabe hasta ahora, revela cómo el primer círculo de confianza de Genaro García Luna es responsable del montaje y del ocultamiento que vino después. Obtuve una copia de esa investigación, que se hizo pero nunca se presentó ante un juez, porque en el gobierno la frenaron. El documento relata una indagatoria, que comenzó en 2006. Confirma los testimonios de Vallarta y Cassez sobre cómo las autoridades fabricaron la escena e inventaron el crimen.
Ayer, una jueza en el Estado de México liberó a Vallarta, tras dos décadas de prisión sin sentencia. La jueza dijo que no hay pruebas de que Vallarta fuera culpable de secuestro, posesión de armas, ni delincuencia organizada y que no debía seguir preso "ni un día más". Los máximos responsables del caso, Genaro García Luna y Luis Cárdenas Palomino, han enfrentado la justicia, por otros delitos. Pero esa investigación interna continúa sin curso. Nadie le reparará a Vallarta la humillación, la infamia, ni los últimos 20 años de su vida.
@peniley_ramirez
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Libertad/Jorge Volpi
REFORMA,, 02 agosto 2025
Después de casi veinte años detenido bajo el régimen de prisión preventiva oficiosa -siempre contó con la presunción de inocencia-, Israel Vallarta Cisneros ha sido absuelto de todos los cargos de secuestro que se le imputaban por la jueza Mariana Vieyra Valdés, titular del Juzgado Tercero de Distrito en Materia Penal. El 8 de diciembre de 2005 había sido detenido, junto con su expareja sentimental, Florence Cassez; tras pasar una jornada secuestrado y torturado por la Agencia Federal de Investigaciones de Genaro García Luna, atravesó un órdago de dos larguísimas décadas llenas de acusaciones falsas y adulteración de pruebas, invención de testigos y dilaciones intencionadas, en tanto era objeto de un permanente acoso mediático y la manipulación de su historia por parte de cuatro gobiernos.
Primero para cumplir la venganza de un empresario con oscuros vínculos con el poder, y luego para satisfacer el ego del propio García Luna y del presidente Felipe Calderón (en el momento de la detención no era Presidente Calderon sino Fox..), el Estado mexicano se dedicó a perseguirlo sistemáticamente a él y a su familia -su hermano Mario y su sobrino Sergio Cortez Vallarta siguen presos, mientras que su hermano René y sus sobrinos Juan Carlos y Alejandro Cortez Vallarta ya fueron liberados-, a la cual vinculó con una banda criminal, Los Zodiaco, que jamás existió, en una de las ficciones más obscenas de nuestra historia. Lejos de ser único, su caso concentra los vicios de nuestro sistema: su corrupción y docilidad a las presiones políticas, su obsoleto diseño institucional y falta de transparencia, su lentitud e ineficacia.
Vale la pena recordarlo: en México, menos del 0.5 por ciento de los delitos que se denuncian se resuelven. En una nación fallida, sin Estado de derecho, donde la impunidad es total, la tentación de detener a cualquiera para ensalzar la labor de las fuerzas de seguridad, ahora para colmo en manos militares, o de aplicar cada vez más la prisión preventiva oficiosa -ese instrumento violatorio de los derechos humanos que ha fascinado por igual a Calderón, López Obrador y Sheinbaum-, se convierte en una tentación permanente para los poderosos.
Si hoy conviene celebrar la liberación de Israel, lograda gracias a su tesón -nunca cejó en su empeño de demostrar su inocencia-, al apoyo de su esposa Mary Sáinz y de su hermana Guadalupe, a sus defensores públicos y a las decenas de personas que han analizado y denunciado su caso, debería servirnos, más bien, para no olvidar que las condiciones que lo llevaron a padecer veinte años de cárcel -la mayor parte en penales de alta seguridad-, calumniado y amenazado sin cesar, continúan allí, frente a nosotros. ¿Cómo el Estado mexicano podría reponérselos?
García Luna, quien sí fue hallado culpable de ser cómplice de los criminales a los que decía perseguir, utilizó a Vallarta para demostrar la supuesta eficacia de la institución bajo su mando; las dos principales televisoras del país -con Carlos Loret como emblema- se aprovecharon de él para aumentar sus raitings; con un torvo ímpetu nacionalista, Calderón lo retuvo entre rejas para consolidar su popularidad; Peña Nieto prefirió desentenderse de él; y López Obrador lo resucitó para atacar a Calderón, en tanto desmantelaba el Poder Judicial que hoy lo liberó y hacía crecer el listado de delitos con prisión preventiva oficiosa, justo aquello que mantuvo a Vallarta injustamente en prisión.
Veinte años luchó Israel para recuperar su libertad: en ese mismo tiempo, México no ha mejorado en nada su sistema de justicia: la reciente reforma solo lo hará todavía más vulnerable a las ambiciones del poder o a la extorsión del crimen organizado. Aunque no los veamos, hay diez, cien, mil Vallartas en nuestras cárceles, acusados sin pruebas o víctimas de contubernios políticos, y muchos más inocentes podrían sumárseles si no transformamos de cabo a rabo policías, peritos y fiscalías -y si no sacamos al Ejército de estas labores-, si no remozamos leyes y procedimientos, privilegiamos la defensa de los derechos humanos y reconstruimos la idea de contar con un Poder Judicial en verdad confiable, eficaz e independiente.
@jvolpi

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