¿Quedan empatados?
¿AMLO o Ebrard?/Jorge G. Castañeda
Reforma, 3 Nov. 11
Todo indica que a pesar de sus eternas divisiones y de la absurda ley electoral que el PRD aprobó y de alguna manera inventó en el 2007, el partido ha encontrado una fórmula para escoger al candidato que le permita ir unido a las elecciones y presentarse ante la sociedad como una organización menos dividida. El único detalle es que la fórmula que ha encontrado no es necesariamente la que se ha anunciado.
De acuerdo con anuncios de los últimos días; dos encuestadoras, supervisadas por una tercera, realizarán dos sondeos con pocas preguntas que se conformarán en uno de los elementos, si no es el que el decisivo o único, para optar entre AMLO y Ebrard. Al parecer las preguntas se relacionarían con la aceptación y rechazo a candidatos; el nivel de conocimiento y saldo de opiniones positivas y negativas de ambos; y careos: AMLO en uno y Ebrard en otro, contra PAN y PRI.
Con la advertencia de que en algún lado puede estar la jiribilla que sirva para invalidar los resultados, es altamente probable que, y así lo confirma la mayoría de las encuestas (quizás no en un aspecto la de Consulta Mitofsky), los dos contendientes salgan empatados. En efecto, en los careos ninguno de los dos tiende a superar el 12 o 13 por ciento y la diferencia entre ambos es estadísticamente nula. En conocimiento AMLO le saca 20 puntos de ventaja a Ebrard, pero en saldo de positivos y negativos Ebrard le saca casi 20. En población abierta según empresas como Gaussc y aparentemente Parametría, Ebrard tiene ventaja, pero en el seno "pueblo PRD" AMLO gana. De tal suerte que quedan parejos.
Si todo esto es así, es decir, si las encuestas no resultan concluyentes, y la izquierda quiere a toda costa, y con toda razón, ir unida a los comicios, o AMLO le cede algo a Ebrard a cambio de apoyar su candidatura, o al revés. Sin ser amigo de ninguno de sus terapeutas, y por tanto careciendo de la posibilidad de escudriñar su inconsciente, me quedo con la idea de que será Ebrard quien cederá la candidatura a cambio del DF y de buenos lugares en las listas para las Cámaras de senadores y diputados para sus partidarios. Pronto sabremos.
Ahora bien, todo este proceso puede verse también afectado de varias maneras por los intereses de los otros partidos. Intereses quizás contradictorios y ambivalentes. Probablemente el gobierno y el PAN prefieren competir contra AMLO que contra Ebrard porque lo ven como un candidato más débil, pero saben también que es quien más guerra dará en caso (casi seguro) de perder. A la inversa, Ebrard sin duda reconocería su derrota, pero podría relegar al PAN a un tercer lugar si las encuestas confirmaran el liderazgo de Peña Nieto una vez existiendo tres candidatos. En cuanto a Peña, tal vez piense que es más fácil polarizar la elección con AMLO para tratar de capturar el voto útil de los panistas resignados, pero al mismo tiempo sabe que un Peje por arriba de 30% le provocaría muchos problemas.
Más allá de estas especulaciones, la aberrante legislación electoral, que acorta tiempos y limita el debate, nos privará del terrible pero necesario escrutinio por parte de los medios, de la academia, de la clase política y de la sociedad civil, a la que se tienen que someter, por ejemplo, durante casi un año y medio, los precandidatos y candidatos a la Presidencia de Estados Unidos. Los pasan por la báscula a todos y en todo: su primera novia o novio, las travesuras de sus hijos, cuántas veces se pasaron un alto, cuántas veces se han contradicho en su vida, y a quién han matado, hostigado o simplemente maltratado. El proceso no es garantía: George Bush lo recorrió con éxito dos veces y he ahí los resultados. Pero entre eso y la tremenda falta de información de este tipo de la que dispondremos los votantes sobre la mayoría de los candidatos posibles (la excepciones serían tal vez AMLO y Creel) se vuelve aún más complicado el escenario. Por lo menos con AMLO todos sabemos a qué atenernos. No es una ventaja menor.
www.jorgecastaneda.org; jorgegcastaneda@gmail.com
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