Columna Itinerario político en El Universal, 20 de agosto de 2012
Hoy sabemos que una o más bandas criminales intentaron matar a Felipe Calderón. La revelación estuvo a cargo del propio presidente quién, en la celebración de su cumpleaños 50, dijo a amigos y aliados que no se amedrentó, que realizó el viaje en el que atentarían contra su vida y que siguió --como no lo había hecho presidente alguno--, con la lucha contra el crimen.
Pero la revelación no puede y no debe ser vista como mera anécdota de sobremesa, contada por un presidente que se despide y festeja no sólo su cumpleaños 50, sino haber sobrevivido a esas y otras amenazas que lanzaron en su contra las bandas criminales.
No, en realidad la información se debe entender como un aporte clave del "hombre más informado del país", sobre el tamaño del flagelo, la peligrosidad del mismo y, en especial, sobre la intención del crimen organizado y el narcotráfico, no sólo de matar al presidente, sino al Estado todo.
Y esa es la primera gran lección de la revelación presidencial. Es decir, que si las bandas criminales son capaces de planear y casi consumar un atentado contra el presidente --atentado que fue desactivado, gracias al Estado Mayor y a las fuerzas especiales--, ¿de qué no serán capaces esas mismas bandas criminales, en los casos de secretarios de Estado, gobernadores, presidentes municipales, diputados y senadores?.
¿Qué no serán capaces de hacer las bandas del crimen en todo el sistema judicial --federal y local--, con grupos empresariales, con las distintas denominaciones religiosas, los medios y los periodistas?.
¿Qué resistencia podrían oponer un gobernador, un alcalde, un juez, un ministerio público, el director de una prisión, un sacerdote, un periodista?. ¿Cómo se podrían defender las pequeñas empresas, las tienditas convertidas en distribuidoras de droga?.
¿Cómo se podrán poner a salvo los maestros de escuelas obligados a solapar la distribución de drogas; los constructores a los que se amenaza para que en las obras se generalice la venta de drogas y, en general, como se pueden defender todas las actividades que han sido amenazadas por el crimen y que deben pagar cuotas, si al mismísimo presidente se le prepara un atentado?.
La segunda lección de la revelación presidencial es que el fallido atentado contra Felipe Calderón explica --de cuerpo completo--, la convicción del presidente por emprender una lucha frontal contra ese flagelo. En distintos momentos aquí aventuramos que, al llegar al poder presidencial, Calderón vio algo que los mortales de a pie no conocíamos, como para haber lanzado una lucha frontal y sin cuartel, contra el crimen organizado y su poderoso brazo corruptor que es el narcotráfico.
Bueno, pues hoy podemos confirmar que, en efecto, Calderón vio el tamaño del monstruo, su poder destructor, al grado que no sólo asustó al presidente, sino que lo hizo reaccionar con todo el peso del Estado; vio el poder del crimen su capacidad de fuerza y –lo más importante--, vivió sus embates. A Felipe Calderón se le acusó –incluso--, de haber sido un obsesivo contra la lucha criminal.
Y hoy se le puede acusar de muchas cosas, pero lo cierto es que reaccionó contra ese flagelo, como no lo hizo ningún otro presidente, incluso a costa de su vida. Claro, más allá de odios, mezquindades, ruindades y malquerencias.
Está claro que el presidente tiene, para su desempeño y protección, toda la fuerza del Estado. Está claro que, gracias a eso, fracasó el intento de atentado en su contra. Pero también es cierto que frente al poder corruptor, destructor y de muerte del crimen organizado, el resto de los poderes y los órdenes de gobierno están, literalmente, "a la buena de Dios". Y claro, ya no se diga los ciudadanos, razón de ser del Estado.
Por eso, la tercera lección remite a la tragedia vivida por tres secretarios de Estado. Al final del foxismo, y luego de la fuga de El Chapo Guzmán, murió al caer su helicóptero, el secretario de Seguridad Pública Federal, Martín Huerta, el político más cercano a Fox. Lo cierto es que en su gestión, Fox rindió la plaza ante el crimen y, en el extremo, algunos de sus secretarios --como Jorge Castañeda--, hoy son severos críticos de la lucha contra el crimen, emprendida por Calderón. Pero nadie aclaró la muerte de Martín Huerta, a la que rápidamente le echaron tierra.
Luego murieron en condiciones dudosas los secretarios de Gobernación, Juan Camilo Mouriño y Francisco Blake; dos de los hombres más cercanos a Felipe Calderón. Si intentaron matar al presidente, ¿por qué no a sus más cercanos?. Al tiempo.
EN EL CAMINO.
Calderón seguirá en política. Pero ese es otro tema, también de fondo.
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