El Papa Francisco explicó a los periodistas reunidos en el Aula Pablo VI, la razón por la que eligió el nombre de
Francisco, señalando que, en un momento determinado “el nombre ha entrado en mi
corazón: Francisco de Asís”. Bergoglio recordó que “algunos no
sabían por qué el Obispo de Roma ha querido llamarse Francisco. Algunos
pensaban en Francisco Javier, en Francisco de Sales, también en Francisco de
Asís”.
“Les contaré la historia.
Durante las elecciones, tenía al lado al arzobispo emérito de San Pablo, y también prefecto emérito de la Congregación para el clero, el cardenal Claudio Hummes: un gran amigo, un gran amigo. Cuando la cosa se ponía un poco peligrosa, él me confortaba”, recordó. El Papa señaló que “cuando los votos subieron a los dos tercios, hubo el acostumbrado aplauso, porque había sido elegido. Y él me abrazó, me besó, y me dijo: ‘No te olvides de los pobres’”. “Y esta palabra ha entrado aquí: los pobres, los pobres. De inmediato, en relación con los pobres, he pensado en Francisco de Asís. Después he pensado en las guerras, mientras proseguía el escrutinio hasta terminar todos los votos”.
El pontífice señaló que “Francisco es el
hombre de la paz. Y así, el nombre ha entrado en mi corazón: Francisco de
Asís”. “Para mí es el hombre de la pobreza, el
hombre de la paz, el hombre que ama y custodia la creación; en este momento,
también nosotros mantenemos con la creación una relación no tan buena, ¿no? Es
el hombre que nos da este espíritu de paz, el hombre pobre”.Durante las elecciones, tenía al lado al arzobispo emérito de San Pablo, y también prefecto emérito de la Congregación para el clero, el cardenal Claudio Hummes: un gran amigo, un gran amigo. Cuando la cosa se ponía un poco peligrosa, él me confortaba”, recordó. El Papa señaló que “cuando los votos subieron a los dos tercios, hubo el acostumbrado aplauso, porque había sido elegido. Y él me abrazó, me besó, y me dijo: ‘No te olvides de los pobres’”. “Y esta palabra ha entrado aquí: los pobres, los pobres. De inmediato, en relación con los pobres, he pensado en Francisco de Asís. Después he pensado en las guerras, mientras proseguía el escrutinio hasta terminar todos los votos”.
“¡Ah, cómo quisiera una Iglesia pobre y
para los pobres!”, manifestó.
El Papa también señaló que tras la elección
del nombre Francisco “algunos hicieron diversos chistes: ‘Pero tú deberías
llamarte Adriano, porque Adriano VI fue el reformador, y hace falta
reformar...’. Y otro me decía: ‘No, no, tu nombre debería ser Clemente’. ‘Y
¿por qué?’. ‘Clemente XV: así te vengas de Clemente XIV, que suprimió la
Compañía de Jesús’”.
“Son bromas”, indicó en
tono jovial el Papa
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Texto completo: Discurso de Papa a los periodistas el 16 de marzo
Queridos
amigos
Al
comienzo de mi ministerio en la Sede de Pedro, me alegra encontrarme con
vosotros, que habéis trabajado aquí en Roma en este momento tan intenso, que
comenzó con el anuncio sorprendente de mi venerado predecesor, Benedicto XVI,
el pasado 11 de febrero. Os saludo cordialmente a todos vosotros.
El
papel de los medios de comunicación ha ido creciendo cada vez más en los
últimos tiempos, hasta el punto de que se hecho imprescindible para relatar al
mundo los acontecimientos de la historia contemporánea.
Expreso,
pues, un agradecimiento especial a vosotros por vuestro competente servicio
durante los días pasados – habéis trabajado ¡eh!, habéis trabajado – en los que
el mundo católico, y no sólo el católico, ha puesto sus ojos en la Ciudad
Eterna, y particularmente en este territorio cuyo «centro de gravedad» es la
tumba de San Pedro. En estas semanas, habéis tenido ocasión de hablar de la
Santa Sede, de la Iglesia, de sus ritos y tradiciones, de su fe y, sobre todo,
del papel del Papa y de su ministerio.
Doy
gracias de corazón especialmente a quienes han sabido observar y presentar
estos acontecimientos de la historia de la Iglesia, teniendo en cuenta la justa
perspectiva desde la que han de ser leídos, la de la fe. Los acontecimientos de
la historia requieren casi siempre una lectura compleja, que a veces puede
incluir también la dimensión de la fe.
Los
acontecimientos eclesiales no son ciertamente más complejos de los políticos o
económicos. Pero tienen una característica de fondo peculiar: responden a una
lógica que no es principalmente la de las categorías, por así decirlo,
mundanas; y precisamente por eso, no son fáciles de interpretar y comunicar a
un público amplio y diversificado.
En
efecto, aunque es ciertamente una institución también humana, histórica, con
todo lo que ello comporta, la Iglesia no es de naturaleza política, sino
esencialmente espiritual: es el Pueblo de Dios. El santo Pueblo de Dios que
camina hacia el encuentro con Jesucristo. Únicamente desde esta perspectiva se
puede dar plenamente razón de lo que hace la Iglesia Católica.
Cristo
es el Pastor de la Iglesia, pero su presencia en la historia pasa a través de
la libertad de los hombres: uno de ellos es elegido para servir como su
Vicario, Sucesor del apóstol Pedro; pero Cristo es el centro, no el Sucesor de
Pedro: Cristo. Cristo es el centro. Cristo es la referencia fundamental, el
corazón de la Iglesia. Sin él, ni Pedro ni la Iglesia existirían ni tendrían
razón de ser. Como ha repetido tantas veces Benedicto XVI, Cristo está presente
y guía a su Iglesia. En todo lo acaecido, el protagonista, en última instancia,
es el Espíritu Santo. Él ha inspirado la decisión de Benedicto XVI por el bien
de la Iglesia. Él ha orientado en la oración y la elección a los cardenales.
Es
importante, queridos amigos, tener debidamente en cuenta este horizonte
interpretativo, esta hermenéutica, para enfocar el corazón de los
acontecimientos de estos días.
De
aquí nace ante todo un renovado y sincero agradecimiento por los esfuerzos de
estos días especialmente fatigosos, pero también una invitación a tratar de
conocer cada vez mejor la verdadera naturaleza de la Iglesia, y también su
caminar por el mundo, con sus virtudes y sus pecados, y conocer las
motivaciones espirituales que la guían, y que son las más auténticas para
comprenderla.
Tened
la seguridad de que la Iglesia, por su parte, dedica una gran atención a
vuestro precioso cometido; tenéis la capacidad de recoger y expresar las
expectativas y exigencias de nuestro tiempo, de ofrecer los elementos para una
lectura de la realidad. Vuestro trabajo requiere estudio, sensibilidad y
experiencia, como en tantas otras profesiones, pero implica una atención
especial respecto a la verdad, la bondad y la belleza; y esto nos hace
particularmente cercanos, porque la Iglesia existe precisamente para comunicar
esto: la Verdad, la Bondad y la Belleza «en persona».
Debería
quedar muy claro que todos estamos llamados, no a mostrarnos a nosotros mismos,
sino a comunicar esta tríada existencial que conforman la verdad, la bondad y
la belleza.
Algunos
no sabían por qué el Obispo de Roma ha querido llamarse Francisco. Algunos
pensaban en Francisco Javier, en Francisco de Sales, también en Francisco de
Asís. Les contaré la historia. Durante las elecciones, tenía al lado al
arzobispo emérito de San Pablo, y también prefecto emérito de la Congregación
para el clero, el cardenal Claudio Hummes: un gran amigo, un gran amigo. Cuando
la cosa se ponía un poco peligrosa, él me confortaba.
Y
cuando los votos subieron a los dos tercios, hubo el acostumbrado aplauso,
porque había sido elegido. Y él me abrazó, me besó, y me dijo: «No te olvides
de los pobres». Y esta palabra ha entrado aquí: los pobres, los pobres. De
inmediato, en relación con los pobres, he pensado en Francisco de Asís.
Después
he pensado en las guerras, mientras proseguía el escrutinio hasta terminar
todos los votos. Y Francisco es el hombre de la paz. Y así, el nombre ha
entrado en mi corazón: Francisco de Asís. Para mí es el hombre de la pobreza,
el hombre de la paz, el hombre que ama y custodia la creación; en este momento,
también nosotros mantenemos con la creación una relación no tan buena, ¿no?
Es
el hombre que nos da este espíritu de paz, el hombre pobre... ¡Ah, cómo
quisiera una Iglesia pobre y para los pobres! Después, algunos hicieron
diversos chistes: «Pero tú deberías llamarte Adriano, porque Adriano VI fue el
reformador, y hace falta reformar...». Y otro me decía: «No, no, tu nombre
debería ser Clemente». «Y ¿por qué?». «Clemente XV: así te vengas de Clemente
XIV, que suprimió la Compañía de Jesús».
Son
bromas... Os quiero mucho. Os doy las gracias por todo lo que habéis hecho. Y
pienso en vuestro trabajo: os deseo que trabajéis con serenidad y con fruto, y
que conozcáis cada vez mejor el Evangelio de Jesucristo y la realidad de la
Iglesia.
Os
encomiendo a la intercesión de la Santísima Virgen María, Estrella de la
Evangelización, a la vez que os expreso los mejores deseos para vosotros y
vuestras familias, a cada una de vuestras familias, e imparto de corazón a
todos mi Bendición.(Palabras en español)
Les
dije que les daba de corazón la bendición. Como muchos de ustedes no pertenecen
a la Iglesia católica, otros no son creyentes, de corazón doy esta bendición en
silencio a cada uno de ustedes, respetando la conciencia de cada uno, pero
sabiendo que cada uno de ustedes es hijo de Dios. Que Dios los bendiga.
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