“We
the people” después del 11 de septiembre/ *Carlos D. Mesa Gisbert, expresidente de Bolivia
¿Es
Obama igual que Bush? Probablemente la diferencia la marque simplemente la
actitud
El País, 15 JUN 2013
El
mundo entero (o casi), reconoce con admiración ese extraordinario texto que es
la Constitución de los Estados Unidos, cuyo preámbulo reza: “Con el fin de
formar una Unión más perfecta, establecer la justicia, garantizar la
tranquilidad nacional, tender a la defensa común, fomentar el bienestar general
y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros y para las futuras
generaciones…”. Un canto a la libertad, especialmente a la libertad individual
considerada como un bien sagrado. Ha sido sobre ese fundamento que Estados
Unidos construyó sus sueños.
La
Unión Americana había hecho cuestión de principios y de filosofía la
reivindicación de la libertad, la seguridad y la búsqueda de la felicidad
colectiva dentro de sus fronteras. A principios de los años sesenta del siglo
pasado, además, pagó buena parte de su factura histórica pendiente al
universalizar los derechos civiles.
Pero
Osama Bin Laden se interpuso en el camino. La destrucción de las Torres fue
también –hoy lo sabemos- el dinamitazo más brutal contra las ideas de Madison,
Jefferson, Adams y Franklin que hicieron grande el proyecto estadounidense.
De
los escombros de esa locura criminal surgió la sombra de lo que Orwell había
predicho en 1949 cuando publicó su sombría novela “1984”. El dilemma permanente
entre libertad y seguridad fue resuelto de un plumazo por un iluminado. El
Presidente George W. Bush calificó de “imperio del mal” al fundamentalismo
islámico, lo hizo desde el fundamentalismo cristiano convencido de tener un
propósito en la vida, la defensa de los valores occidentales, cristianos y
democráticos tal como él los entendía. En realidad se sumaba a Bin Laden al
imponer un Estado todopoderoso con ojos y oídos tan desmesurados como carentes
de razón. Todos fueron sospechosos. Las libertades individuales fueron heridas.
La
rueda de la locura se alimentó de modo implacable, la misma agua sanguinolenta
impulsaba el molino desde dos vertientes y la trituradora así manejada fue
destruyendo cuerpos y espíritus de enemigos reales, enemigos inventados, amigos
sospechosos y hermanos traidores. Entre coches bombas por un lado, y asesinatos
selectivos por el otro, el mundo siguió acercándose al infierno, el del Dios de
los cristianos y el creado por Alá.
Todos
pensamos que era cosa de la particular cosmovisión de Bush. Obama, hombre
ilustrado y de discurso humanista, terminaría esta pesadilla, pensamos muchos.
Nada más asumir prometió cerrar Guantanamo. Por fin la sensatez y la tolerancia
volvían a los Estados Unidos…No ocurrió. Cinco años después, tras los drones
(aviones de destrucción y muerte pilotados a control remoto) el espionaje
masivo a sus propios ciudadanos, Wikileaks, Julian Assange, Bradley Manning,
Edward Snowden y con Guantanamo en pie, la pregunta cabe ¿Es Obama igual que
Bush?
La
respuesta no es sencilla porque Obama a todas luces está atrapado. Acabó
rendido a la premisa de que los Estados Unidos deben sacrificar la libertad
proclamada por los padres fundadore en el fuego sagrado de la seguridad. La
prédica ciega de Bin Laden y la enajenación caracterizada por la lógica
implacable de la sinrazón, parece haber llevado a los escombros los valores
fundamentales que dieron sentido a la revolución y a la construcción de la
utopía suscrita en Filadalfie en 1787. En ese contexto, hay una combinación
perversa entre la evidencia de que la seguridad es una prioridad sumada a la
necesidad de demostrar que el grado de patriotismo del Presidente debe estar
fuera de duda, precisamente en el tema más difícil de tragar, la vulneración
sistemática de las libertades individuales consagradas por la Constitución.
Después
del 11 de septiembre los mismos medios de comunicación que acribillan a Obama,
demostraron que la CIA y las estructuras de seguridad nacional fueron
ineficientes y fallaron groseramente, facilitando las acciones de Bin Laden.
Razonamiento: toda acción es poca si se trata de evitar otro cataclismo
parecido. Consecuencia: la línea tenue entre lo que se debe y no se debe
desaparece. Ya no hay límite, lo único necesario es el ingenio para convertir
la esencia de la ley en el juego y la triquiñuela leguleyesca para explicar lo
inexplicable y disfrazar de ético lo que es un flagrante insulto al texto
constitucional.
¿Es
Obama igual que Bush? Probablemente la diferencia la marque simplemente la
actitud. La del entusiasmo de un cruzado por la fe en un caso, la del resignado
al cadalso en el otro. Todo bajo el pabellón intocable de las barras y las
estrellas. La trampa está servida. El Estado deificado no se detiene, el Presidente
es tan solo una de sus piezas. Nada que no supiéramos, “The Homeland Security”
es literalmente el “Gran Hermano” El Presidente Obama enfrenta quizás su peor
pesadilla, la posibilidad de ser recordado como una secuela de Gorge W. Bush en
la causa contra el terrorismo. Y quieen sabe si podría tratarse de una mala
secuela.
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