Petkoff
no le tiene miedo al tiempo/Ibsen Martínez es escritor.
El
País | 29 de abril de 2014
Cuando
Teodoro Petkoff escribió el primer editorial del matutino Tal Cual, a comienzos
de 2000, no vaciló en titularlo: ¡Hola, Hugo!
No
era el saludo de un editor simpatizante, logrero y adulador, sino el juguetón
anuncio de que una de las voces más autorizadas y valientes de la oposición
venezolana volvía a la brecha.
Pocos
meses atrás, Hugo Chávez, entonces en la primavera de su largo y vociferante
mandato, pudo ufanarse de haber acallado una de las voces más autorizadas de la
prensa de oposición. Teodoro Petkoff se había estrenado, apenas el año anterior,
como director de El Mundo, una de las “marcas” de la Cadena Capriles, el más
poderoso grupo editorial venezolano, hoy propiedad de empresarios afectos al
régimen chavista.
Ya
entonces sesentón, Petkoff, que había sido comandante guerrillero en los años
sesenta del siglo pasado, dirigente político de raza donde los haya y polémico
ensayista de temas políticos de rango internacional, no había estado nunca al
frente de un diario. “Acabo de darme cuenta de que nací solo para esto”, me
dijo un día, risueño y orgulloso.
Era
verdad: la circulación del diario, otrora un vespertino insoslayable, andaba ya
por los suelos cuando la directiva de la Cadena pensó que designar como
director a una personalidad política opositora, a la vez prestigiosa y
controvertida, quizá pudiese insuflarle algo de aliento. Pero ni ellos mismos
imaginaron el boom que experimentaría El Mundo bajo la dirección del catire,
como en Venezuela llamamos a los rubios.
Petkoff
no iba a ser, sin embargo, la figura tutelar de un diario que hace enroques en
la plantilla y sugiere inconducentes cambios en la diagramación. Su infatigable
espíritu desafiante e innovador llevó a aquel diario en apuros no solo a
aumentar espectacularmente su circulación, sino a ser el posgrado de una
generación de jóvenes periodistas de investigación que hoy brillan con luz
propia en la batalla del periodismo independiente venezolano contra las
arremetidas del régimen de Maduro.
El
mejor propagandista que jamás tuvo El Mundo fue el propio Hugo Chávez. Más de
una vez, iracundo y tonante, mostró en televisión los flamígeros titulares de
Petkoff o leyó algún, para él, urticante fragmento de sus editoriales. Fue solo
cuestión de tiempo el que la Cadena Capriles cediera a las presiones de Chávez
y Petkoff no tuviese más camino que renunciar. Pero el catire no se fue a casa.
Movió
cielo y tierra y, con ayuda de sus muchos amigos, en poco tiempo apareció Tal
Cual, el influyente matutino de periodismo interpretativo que hoy circula en
medio de los ataques más violentos a la libertad de expresión que haya visto
Venezuela en los últimos cincuenta años.
Durante
quince años no ha cejado un solo día el designio de Chávez y sus herederos
políticos de estrangular la libertad de expresión en Venezuela, sin
contemplaciones y por todos los medios a su alcance.
Comenzó,
ya en vida de Chávez, por la expropiación y el cierre arbitrario de emisoras de
televisión, la asfixia casi total de la radio y la aprobación de tiránicas
leyes que, junto a descabelladas sentencias judiciales, estimularon la
autocensura en todos los medios. Últimamente se ha añadido el hostigamiento
financiero al suministro de papel y la “compra de censura” gracias a la
adquisición de medios por capitales afectos al régimen, sin que haya faltado la
paliza pura y dura y el encarcelamiento de periodistas.
Desde
que la protesta llegó a calles y plazas, hace más de dos meses, con un saldo
que sobrepasa ya cuarenta muertes violentas, diversas organizaciones
venezolanas, como el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa y el
Observatorio Penal Venezolano, contabilizan 111 periodistas heridos durante los
disturbios y despojados de sus equipos, que, a menudo, han sido luego
destruidos por las fuerzas antimotines. Tal Cual no podía salir indemne de una
arremetida semejante contra la libertad de expresión.
Esta
vez, el ataque cobra la forma de una acción judicial que invoca algo muy
socorrido por el autoritarismo neopopulista latinoamericano, desde Correa en
Ecuador hasta Cristina Kirchner, en Argentina: el delito de prensa contra el
honor de un alto funcionario.
EL
PAÍS reseñó, el pasado 18 de marzo, la acción contra el tabloide emprendida por
Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional y tenido como segundo
hombre fuerte del régimen: “Un juzgado de Caracas admitió hace casi dos semanas
una demanda en la que Cabello acusa al diario de haber cometido ‘difamación
agravada’ contra su persona. Además de compensaciones pecuniarias, el jerarca
oficialista pide penas de prisión para Petkoff, para los integrantes de la
junta directiva del diario y para el autor de la nota en la que presuntamente
se habría expuesto a Cabello al descrédito, Carlos Genatios, un exministro de
Chávez y ahora disidente del bolivarianismo”.
Petkoff
no ha perdido tiempo en contraatacar, y en una denuncia presentada ante la
Fiscalía General hizo notar que Cabello otorgó poderes a su representante legal
23 días antes de que el matutino Tal Cual presentara el artículo que
supuestamente vulnera la reputación del presidente del Parlamento. Suficiente
para sospechar de una emboscada preparada de antemano y que aprovecharía
cualquier excusa, por nimia que fuese. Ya en 2007, Tal Cual debió pagar el
equivalente a 20.000 dólares de multa por una nota humorística que mencionaba a
la hija del extinto presidente Chávez.
De
ancestro búlgaro, Petkoff rápidamente se convirtió en icónico modelo para el
revisionismo marxista latinoamericano cuando, en 1971, junto con un distinguido
grupo de antiguos camaradas, se separó del Partido Comunista para fundar un
nuevo partido, de orientación moderada. En aquella época, Gabriel García
Márquez donó todo el dinero del premio literario Rómulo Gallegos, ganado por su
obra Cien años de soledad, para la compra de la rotativa del joven partido. En
el proceso, Petkoff se ganó las fulminaciones de pesos completos del
estalinismo internacional, como el premier soviético Leonid Brézhnev y el
filósofo francés Jean-Paul Sartre.
Treinta
años más tarde renunció a su propio partido cuando su dirección decidió apoyar
a Hugo Chávez en las elecciones presidenciales de 1998. Admirador confeso de
Clint Eastwood y de sus dotes para la reingeniería personal, Petkoff inició
entonces una segunda carrera como editor. Hoy, ante la escasez de papel que
maneja interesadamente el Gobierno, ha dispuesto que Tal Cual migre por
completo a la Red. “No nos callarán”, afirmó tajante, en un editorial.
Durante
el tiempo en que mi propia generación fue joven, tuvo en Teodoro Petkoff el
mentor emulable que llamó nuestra atención no hacia el mayo francés, sino hacia
la primavera de Praga, dando así empuje a una disposición de “centro-izquierda
liberal” que no nos ha abandonado.
“Ha
sido uno de esos personajes que se confunden con su leyenda”, escribe de él,
recientemente, el venezolano Jean Maninat, destacado exfuncionario de la OIT,
“que se exponen por lo que creen y, con el mismo valor, pueden reconocer que
estaban errados. La modestia de sus costumbres contrasta con la escandalosa
ostentación del poder que hacen quienes hoy pretenden acallarlo en nombre de un
socialismo del siglo XXI que no es más que un espantapájaros relleno de
petrodólares y la cabeza vacía de ideas”.
Hace
poco, en el programa de televisión que condujo en Globovisión hasta poco antes
de que fuese adquirido por capitales adictos al Gobierno, Petkoff afirmó: “Cada
vez que un corresponsal extranjero me pregunta por el socialismo del siglo XXI,
respondo que no rompí con un totalitarismo del siglo XX para terminar tolerando
cualquier otra forma de tiranía en el actual”.
En
1983, comentando la candidatura presidencial de Petkoff, Gabo, su amigo,
escribió de él: “Teodoro no le tiene miedo al tiempo, y eso es tal vez lo que
mejor define su vida: le alcanzará para todo”.
Tal
cual.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario